Yogi y Johnny

¿Quién gana en mis simpatías? ¿Quién, en mi admiración o mis afectos?

Hoy quiero comparar dos grandes catchers. De los mejores que han pasado por las Ligas Mayores, lo cual significa que se trata de dos de los mejores de cualquier época y lugar: Yogi Berra, que acaba de morir en Nueva Jersey, y Johnny Bench, a quien la mayoría considera el receptor más equilibrado que vio el béisbol.

Berra era un tipo extraordinario. Corto de estatura (apenas cinco pies siete pulgadas), se las ingenió para brillar en una posición de gigantones, y tanto deslumbró a propios y ajenos que nadie discutió jamás su intervención en 15 Juegos de Estrellas sucesivos.

Compañero de equipo de DiMaggio y Mantle, ganó la friolera de diez Series Mundiales –una marca muy difícil de batir-, y en sus números descuellan 358 jonrones, 1340 carreras empujadas y un promedio ofensivo de .285. Tres veces MVP de la Liga Americana, destacó por su capacidad para hacer excelentes contactos sobre lanzamientos ‘malos’, y solo se ponchó en 5,5 oportunidades cada un centenar de visitas al home plate.

Por obra y gracia de un amigo de la infancia, el apodo que lo acompañó terminó suplantando para siempre al Lawrence Peter con que llegó a la vida en mayo de 1925. Yogi: así se le llamó en todos los terrenos, y así se hizo de un hueco en la inmortalidad de Cooperstown.

Hace poco escribí lo siguiente:

Dicen, y dicen bien, que era tan ocurrente como buen pelotero. Para corroborarlo están sus frases, algunas de las cuales se repiten sin clemencia ni comprensión real. Como muestra les dejo estos botones:

“El béisbol es un noventa por ciento mental. La otra mitad es física”; “siempre voy a los entierros de los demás, porque de lo contrario ellos no vendrán al mío”; “el juego no se acaba hasta que se acaba”; “si no sabemos hacia dónde vamos, terminaremos en cualquier otro lugar”; “en realidad yo nunca dije lo que dije”; “el futuro no es lo que solía ser”; “nunca respondas una carta anónima”; “cuando llegues a una encrucijada en la carretera, sigue recto”…

Johnny Bench (Juanito Banco, como lo rebautizó la fanaticada latina) sí tenía somatotipo de catcher. Amparado por sus más de seis pies, el corpulento hijo de Oklahoma sembró el pánico entre los lanzadores adversarios, y al mismo tiempo hizo las delicias de los suyos. Definitivamente, un crack.

Su período de máximo esplendor se limitó debido a las lesiones, pero ello no restó categoría a los números del Little General de la infernal Maquinaria Roja que devastó las Grandes Ligas en los años setenta. Lea y disfrute: 389 bambinazos, 1376 impulsadas, 14 Juegos de Estrellas, 43 por ciento de efectividad en tiros a las bases…

Su llegada a la titularidad de los Reds cambió muchos criterios en torno al trabajo defensivo de los enmascarados. Bench manejaba con extrema habilidad a los pitchers, y tanta era la garantía que reportaba que se agenció Guantes de Oro en sus primeras diez campañas. Encima, tenía un turno en la medular de aquel line up terrible que agrupaba a personajes como Tany Pérez, Pete Rose, Joe Morgan y George Foster.

Único receptor de la historia que ha sido nombrado Novato del Año y Más Valioso en la misma temporada, Bench se apuntó par de Series Mundiales, y en 1989 lo exaltaron al Salón de la Fama con el 96 por ciento de los votos. En la lista elaborada por Sporting News con los cien peloteros más grandes del siglo pasado, ancló en el puesto 16. Fue elegido miembro del Major League Baseball All-Century Team, y su nombre aparece desde el año 2000 en la placa que recibe el mejor catcher universitario.

MI VOTO: Sin duda alguna, Berra. No porque se haya muerto hace unas horas, sino porque fue Yankee. Como Gehrig y Ruth. Como yo mismo, si se me hubiera preguntado el uniforme que prefería ponerme.

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