Coronavirus: la infección en la economía global

En general, los efectos económicos se han producido tanto del lado de la demanda como de la oferta y provocarán una recesión global.

Trabajadores municipales rocían desinfectante frente al edificio del banco BBVA sobre la avenida Paseo de la Reforma en la Ciudad de México. Foto: Rebecca Blackwell/AP.

Cuando el coronavirus emergió en China muy pocos avizoraron que la enfermedad iba a constituir la mayor amenaza que la humanidad haya enfrentado en las últimas décadas en término de salubridad y económicos. La primera reacción fue de pánico y se expresó en la adopción de medidas improvisadas e individuales por cada país.

¿Por qué el pánico? Porque el Covid-19 es una enfermedad de tipo viral diferente a la gripe o a la influenza. Una de las características que se ha probado con certeza es que su período de incubación puede ser de hasta dos semanas (a diferencia de otros virus que su período de incubación es de 3 ó 5 días) y en el portador se pueden revelar síntomas ligeros que se confunden con una gripe normal, o incluso estar asintomático.

En este escenario, un individuo que porte el virus lo puede estar diseminando con total impunidad y ello unido al hecho de que, al ser una enfermedad novel, el cuerpo humano no tiene las defensas preparadas para combatirlo. Esto es lo que explica que su nivel de propagación ha sido mucho más agresivo.

Las incertidumbres que existen sobre las características y modos de enfrentar con éxito la enfermedad también han abonado al pánico. Por ejemplo, no es concluyente que al llegar el verano el virus muera o entre en un letargo; también se han identificado en China algunos casos de reinfección.

La estrategia universal para enfrentar la enfermedad ha sido campañas de promoción sobre la necesidad de una constante higiene personal y medidas de distanciamiento social, las cuales se han llevado a cabo a través de la cancelación de todo evento multitudinario, control de las fronteras estatales o regionales, cuarentenas territoriales y toques de queda, entre otras.

Lo que se persigue es disminuir la tasa de contagio para evitar el colapso de los sistemas nacionales de salud y ganar tiempo para que aparezca una vacuna o se alcance un nivel de autoinmunización que termine controlando la enfermedad.

Calle semidesierta en Highland Boulevard, en Hollywood, Los Angeles, en los días de confinamiento. Foto: Richard Vogel/AP.

Entonces, ¿será efectiva esta estrategia? Cuando disminuyan las tasas de contagio, ¿es seguro levantar las medidas de distanciamiento social? ¿Cómo garantizar que los niveles de contagio no vuelvan a resurgir cuando se autorice el libre flujo de personas y las actividades de alta concurrencia poblacional? Si se decide mantener las mismas medidas defensivas, ¿hasta cuándo sostener la cuarentena social?

Para que la estrategia de distanciamiento social sea efectiva tiene que, además de la estricta disciplina de la ciudadanía, venir acompañada de un rastreo de las redes de contagio que se hayan producido a partir del contacto con los casos positivos detectados, tarea mayúscula porque requiere de una gestión meticulosa que envuelve recursos, personal y sistematicidad.

No es imposible hacerlo, e incluso se pueden hacer rastreos preventivos. Traigo el ejemplo de Cuba donde en diversas provincias se han movilizado a estudiantes de Medicina para que visiten cada casa diariamente a monitorear la salud de sus residentes. En caso de detectar casos sospechosos, reportan los mismos al policlínico del área, que entra en acción para aplicar el protocolo de aislamiento establecido.

¿Pudo haberse previsto el Covid-19? A juzgar por las declaraciones de diversos médicos y epidemiólogos, la humanidad pudo haber anticipado esta pandemia. Los antecedentes de este virus estuvieron en el Severe Acute Respiratory Syndrome (SARS), que fue primeramente reportado en febrero de 2003 en Asia y que se expandió por más de dos docenas de países en América, Europa y el mismo continente asiático. Las investigaciones desarrolladas en torno al SARS determinaron que el patógeno era parte de la familia de los coronavirus, que había muchos otros similares alojados en algunos animales y que podían extenderse a los humanos.

¿Por qué no se alertó a la humanidad sobre esta realidad y no se creó una conciencia global de prevención que hubiera preparado a los sistemas de salud nacionales para enfrentar con más recursos, conocimientos y ecuanimidad esta pandemia?

Hubo indolencia en la comunidad científico-médica sobre el particular, pero sobre todo de la Organización Mundial de la Salud como institución responsable de desempeñar una función de liderazgo en los asuntos sanitarios mundial y de vigilancia de las tendencias sanitarias mundiales.

La entrada de la Terminal 3 del Aeropuerto Heathrow de Londres, vacía. Foto: Steve Parsons/AP.

La infección en la economía global

Cómo era lógico, la economía mundial también se ha “infectado” con el Covid-19, “infección” que se potenció con las medidas implementadas para detener la pandemia.

El primer epicentro de la enfermedad fue China, país que juega un papel estratégico en el sistema económico internacional. La nación asiática garantiza el 18% del Producto Interno Bruto mundial, el 25% de la manufactura global y el 30% de la producción tecnológica, además de que es un fuerte emisor y receptor de turistas. Esa centralidad la ha convertido en un vértice esencial de interacción con el mundo, lo que explica la rápida propagación planetaria del virus y los efectos económicos que está provocando. Estos efectos se incrementarán desde el momento en que el epicentro de propagación se ha movido hacia a Europa y a los Estados Unidos.

Las consecuencias económicas comenzaron por la caída de los niveles de producción, con importantes disrupciones en las cadenas productivas globales, con cierre de empresas que trajeron desempleo, disminución de los ingresos, con la consecuente caída de la demanda que se ha resentido también con la baja del consumo por la cuarentena social aplicada por muchos gobiernos.

Se han afectado dramáticamente sectores como la aviación, el turismo y el comercio. Al caer la actividad productiva global, los precios de las materias primas han bajado significativamente, sobre todo el del petróleo, que al momento de escribir este artículo había descendido por debajo de los $30 USD el barril, lo cual no deja de ser un alivio para las economías importadoras de crudo. Esto se ha unido a un desplome en los mercados financieros debido al pánico de los inversionistas.

En general, los efectos económicos se han producido tanto del lado de la demanda como de la oferta y provocarán una recesión global.

De acuerdo con la Conferencia Mundial de Comercio y Desarrollo (UNCTAD) el mundo perderá en el 2020 más de $3 trillones de dólares en ingresos, y los más perjudicados serán los países subdesarrollados. La magnitud de esta recesión dependerá del tiempo en que se demore controlar la pandemia y del plazo que les tome a las economías en volver a la normalidad.

Los gobiernos han empezado a diseñar y aplicar medidas dirigidas a mitigar el impacto social y la caída del crecimiento. Al igual que en el frente de la salud, las políticas se han adoptado pensando en la defensa de los intereses nacionales, ya sea domésticos como geoeconómicos, como el caso de Rusia que se negó a bajar su producción de petróleo como opción para estabilizar los precios mundiales del crudo.

Miembros de las fuerzas armadas de Uganda distribuyen comida a gente afectada por la cuarentena para combatir el coronavirus en el suburbio Bwaise de la capital, Kampala, Uganda, el sábado 4 de abril de 2020. Foto: Ronald Kabuubi/AP.

En el plano doméstico, el arsenal de medidas que se ha apelado ha sido de corte monetario y fiscal, dirigidas a bajar las tasas de interés e inyección de liquidez para apoyar el sector de la salud y a los bolsillos de los consumidores, tanto a la población como a las empresas.

Es muy positiva esta respuesta, pero su efectividad hay que evaluarla con cautela. Las medidas van dirigidas principalmente a apuntalar a los trabajadores afectados y en general a apoyar la demanda, pero hay que entender que no toda la caída de la demanda se debe al desempleo provocado por la parálisis empresarial.

Hay un componente que tiene que ver con la cuarentena social decretada o autoimpuesta por las personas ante el temor al contagio. Mientras que existan esas cuarentenas, las personas y empresas no estarán estimuladas a invertir o a consumir, no importa las medidas que se apliquen en esa dirección. Por ello será decisivo implementar otros paquetes de estímulos en el momento en que los países comiencen la fase de la recuperación, que es cuando podríamos ver resultados económicos más tangibles. Estos nuevos paquetes deben enfocarse a estimular la demanda y la oferta por igual, es decir, ayudar a las empresas a crear las condiciones para que la producción se recupere lo más rápido posible, con lo que se estarán reestableciendo los empleos.

En esta imagen de archivo, tomada el 19 de marzo de 2020, varias personas en un pasillo de supermercado con las baldas vacías, en Londres, durante la pandemia del coronavirus. Foto: Kirsty Wigglesworth/AP.

Las enseñanzas de esta pandemia

Al ser el coronavirus una amenaza global, se requería de un esfuerzo y coordinación global para enfrentarla con eficacia. Sin embargo, las respuestas que han surgido hasta el momento han sido unilaterales y dispares.

Ante la incertidumbre que genera el poco conocimiento que se tiene aun de la enfermedad, las estrategias que han implementado cada país la han aplicado de formas y ritmos diferentes, como, por ejemplo, el control en fronteras sin tomar en cuenta el impacto en otras naciones. Primera enseñanza: en la unión está la fuerza.

Hay que ir pensando en una nueva visión de salubridad mundial, que enfatice más en los componentes de prevención y que se enfoque en el fortalecimiento del sistema inmunológico humano, primera línea de defensa contra enfermedades de tipo viral y bacteriana.

Igualmente, se necesita privilegiar las investigaciones para la detección de nuevos patógenos y la creación de vacunas, medicamentos y procedimientos terapéuticos que contribuyan a combatir los mismos.

Ante el surgimiento en los últimos 40 años de nuevas enfermedades como el HIV, el H1N1, el SARS y ahora el Covid-19 y la reaparición de otras que virtualmente habían sido radicadas o contendidas mundialmente como la influenza, el célera, la malaria, la tuberculosis y el ébola, se requiere privilegiar el componente de salubridad en las estrategias de desarrollo de los países, teniendo como paradigma de que contar con acceso universal a un sistema de salud de excelencia es un derecho humano tan legítimo como el derecho a la libre expresión.

También hay que pensar en darle espacio al multilateralismo en el enfrentamiento de las consecuencias económicas globales en amenazas similares, porque esta no será la última que la humanidad vivirá.

No todos los países tienen la misma capacidad financiera y de recursos para combatir amenazas como la de la pandemia del Covid-19 y, por lo tanto, si reconocemos que la economía funciona como un sistema, no podemos dejar de lado a ningún componente del mismo si queremos que el sistema económico internacional se mueva en la dirección del crecimiento.

*Este texto se publicó originalmente en dos partes bajo el título de “Coronavirus: Preguntas, realidades y enseñanzas“. Se reproduce con la autorización expresa de su autor. 

 

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