Eliminación de las visas de 5 años: un mini bloqueo para el sector privado cubano

Las consecuencias son nefastas para decenas de miles de emprendedores cuyas dificultades cotidianas en su actividad se multiplicarán.

Foto: Roberto Ruiz.

Foto: Roberto Ruiz.

El Departamento de Estado de EE.UU. ha logrado que empresas privadas y estatales cubanas tengamos algo más en común: a ambas se nos niega el acceso al mercado estadounidense.

Con la desaparición de las visas B2 con validez de 5 años y multientrada, una decisión política con difraz administrativo, ha subido al escenario de la confrontación un “mini bloqueo” para el sector privado cubano.

Sus efectos nefastos se acumulan sobre los del frenazo en los viajes de estadounidenses a Cuba debido al cambio de política hacia la Isla por la administración Trump en 2017, del huracán Irma y del “coma inducido” que sufren la embajada y consulado estadounidenses en La Habana.

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Esta nueva medida afecta a los emprendedores por partida doble. Como a decenas de miles de otros cubanos, nos daña como individuos, al disminuir considerablemente la posibilidad de visitar a nuestros familiares sin que sea necesario vivir el via crucis de obtener en un tercer país una visa para viajar. Y nos afecta como empresarios, al volverse de repente prácticamente prohibitivo abastecerse de recursos en ese país, tal y como muchos venían haciendo en los últimos años.

Todo esto se combina con la imposibilidad interna que tenemos de realizar importaciones con carácter comercial y con las regulaciones aduanales cubanas dirigidas a desestimular la entrada de mercancías con destino a la economía informal.

Es un cóctel resultante de la gestión de ambos gobiernos, cada uno por su lado, que complica la vida de mucha gente cuya única opción para llevar adelante sus proyectos es procurarse provisiones en países vecinos.

La decisión de liquidar la concesión de visas B2 de cinco años llega, sin embargo, en el momento en que el gobierno cubano parece estar revaluando la participación del sector privado en la economía nacional, después de suspender los aspectos más absurdos de las regulaciones del trabajo por cuenta propia, y como resultado de la movilización de muchas voces del sector que se alzaron para reclamarle cordura a las autoridades cubanas.

El fin de las visas de cinco años no solo afecta la entrada de los cuentapropistas cubanos a Estados Unidos sino también a países como México, Panamá y Haití a los cuales se puede viajar sin necesidad de disponer de una visa de esos países si se es titular de una B2 americana. En el caso de México, por ejemplo, siendo también un destino frecuente para realizar compras destinadas a los negocios privados de la isla, se sabe que es sumamente engorroso siquiera obtener una entrevista en La Habana para comenzar un trámite de visa.

En el caso de los que disponían de una visa B2, prefieren viajar a Estados Unidos en vez de a México o Panamá a pesar de ser destinos más baratos porque combinaban visitas familiares y ocio con compras de equipos, materiales, herramientas e insumos.

He visto a lo largo de estos últimos años cómo en especial los negocios de arrendamiento de estándar alto, diseñadores, talleres, artistas, establecimientos gastronómicos para segmentos de mercado con capacidad de consumo alta y arrendadores de vehículos modernos y antiguos optaban por irse a Estados Unidos para conseguir productos de calidad y ajustados a las necesidades de sus negocios y clientes.

El mayor impacto de esta decisión se verá sobre todo en negocios que comienzan sus actividades. Y también en un grupo, probablemente pequeño, de emprendedores que lograron vencer la desconfianza de los bancos americanos cuando se trata de Cuba y abrieron cuentas en Estados Unidos aprovechando una de las medidas adoptadas por la Administración Obama en marzo de 2016 que permitía a ciudadanos cubanos no residentes en ese país, generalmente con la visa B2, optar por esta facilidad.

Esta opción resultó muy atractiva para emprendedores del área tecnológica pues les permitía procesar a través de esas cuentas ingresos provenientes de clientes extranjeros y realizar pagos de servicios de plataformas tecnológicas necesarias para su trabajo, comprar dominios, costear servicios de hosting, entre otros. El dinero depositado en bancos americanos no puede ser gestionado empleando los mecanismos bancarios cubanos. Con seguridad, todo aquel que tenga dinero depositado en esas cuentas y posea una visa B2 a punto de vencerse debe estar viviendo una situación inquietante, por decir lo menos.

Otra afectación a tener en cuenta y que está alejada de la interpretación “material” de esta lamentable decisión se encuentra en el campo del flujo de ideas.

Viajar a Estados Unidos era una oportunidad para nutrirse de know-how y nuevas tendencias en materia comercial y comunicativa para prestar un servicio determinado una vez de regreso a Cuba. Los emprendedores no solo traían en sus maletas insumos para sus negocios sino ideas y conceptos novedosos para aplicarlos de manera creativa en el contexto cubano.

Durante los años recientes muchos emprendedores simultanearon sus viajes de ocio y compra con la participación en reuniones, eventos y encuentros de tipo social y no remunerados en los que intercambiaban experiencias con empresarios, académicos, periodistas y políticos favorables al acercamiento entre ambos países. Esto también será cada vez más una rareza.

Una verdad más amplia flota por encima de estas consideraciones: el sector privado cubano también es influido por el estado de las relaciones entre nuestros dos países. Si alguna vez la administración norteamericana pensó, como sabemos que lo hizo, que era posible hacer un bypass para desarrollar vínculos con los cuentapropistas mientras imponía condiciones de asedio al sector estatal, el resultado de sus decisiones respecto a Cuba demuestran justamente lo contrario.

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