España: compleja investidura y posibilidad de repetición electoral

La capacidad del PSOE para trenzar puentes a su izquierda y a su derecha le posicionan en un lugar en el que Feijóo y su formación no se encuentran a día de hoy debido a su entente con la extrema derecha y a su incapacidad para aproximarse a los sectores de la derecha y centro derecha del País Vasco y Cataluña.

El presidente del Gobierno en funciones y líder del PSOE, Pedro Sánchez preside la reunión de la Comisión Ejecutiva Federal del partido socialista tras la celebración de las elecciones generales. Foto: Eva Ercolanese/PSOE/EFE.

El conjunto de las fuerzas de la izquierda española ha conseguido frenar el cambio de ciclo que la mayoría de las encuestas apuntaban en las últimas semanas. Sin embargo, las elecciones del 23 de julio, donde se repartían 350 diputados para el Congreso y 208 senadores, han arrojado unos resultados endiablados, pues privan al candidato del Partido Popular (PP), ganador de las elecciones, de la posibilidad de ser investido, y hace que las opciones del actual Presidente del gobierno, el socialista Pedro Sánchez, pasen por cultivar los apoyos de los grupos soberanistas e independentistas vascos, catalanes y gallegos. Con algunos de ellos, como es el caso de Junts per Catalunya (JxCat), el gobierno de coalición (PSOE+Unidas Podemos) no ha mantenido relaciones estables ni ha trenzado acuerdos reseñables durante la última legislatura. 

El PP, a pesar de su franca mejora con respecto a los resultados de 2019 —gana 47 diputados y se apunta la mayoría absoluta en el Senado—, se quedó a 40 escaños de la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados. La coalición con Vox, el partido de la extrema derecha española, tampoco le serviría para alcanzar la mayoría absoluta en el Congreso, porque sumarían 169 escaños, los 136 obtenidos por los populares y los 33 cosechados por Vox. Podría contar, en última instancia, con los apoyos de las fuerzas de la derecha regionalista, Coalición Canaria (CC) y Unión del Pueblo Navarro (UPN), que cuentan con un escaño cada una. Aún así la suma de todas estas fuerzas se quedaría en 171 escaños, todavía a cinco de la mayoría absoluta, 176 escaños. 

El candidato del Partido Popular, Alberto Núñez Feijoo saluda a los simpatizantes en la sede de los populares en Madrid tras conocerse los resultados en las elecciones. Foto: Javier Lizón/EFE.

PP gana, pero no podrá gobernar

Frente a este escenario, Alberto Núñez Feijóo, el candidato del PP, no cuenta con los números para ser investido en el primer intento, necesita mayoría. Casi con toda seguridad tampoco podría ser alzado en una segunda vuelta —donde lo que se requiere es mayoría simple—, pues precisaría contar con más votos afirmativos que negativos. 

Por lo demás, a 24 horas del cierre de las urnas, CC se ha desmarcado ya del bloque derechista y el Partido Nacionalista Vasco (PNV) ha declarado de forma explícita que no iniciará negociaciones con Feijóo después de la petición de este último de abrir conversaciones de cara a una posible investidura. 

Un día después de la victoria del PP sus posibilidades de hacerse con el gobierno se tornan ya remotas, pues JxCat, la formación del expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, está descartada, como lo está también el Bloque Nacionalista Galego (BNG) y las formaciones de la izquierda soberanista, Euskal Herria Bildu (EH Bildu), principal fuerza política de la izquierda abertzale, y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC).

El triunfo de Feijóo representa por tanto una victoria amarga, pues no le permite configurar una propuesta de gobierno. Además, esta victoria muestra algunos nubarrones. 

El candidato popular ha perdido 160 mil votos en Madrid con respecto a los cosechados por Isabel Díaz Ayuso en las pasadas elecciones municipales, celebradas a finales de mayo del presente año. Esta pérdida de músculo de los populares en la Comunidad de Madrid explicita el empuje que la actual presidenta madrileña, figura insigne dentro del PP, atesora dentro de su formación y que no ha podido, o no ha sabido, capitalizar Feijóo. 

El candidato popular se queda, por tanto, lejos de los votos cosechados por su formación en el feudo de Madrid hace menos de dos meses. Esta sangría de votos dentro de sus propias filas se ve también con respecto al PSOE a nivel estatal. El PP que consiguió superar en más de 750 mil votos al PSOE el 28 de mayo pasado, ha reducido este margen a más de la mitad: 330 mil separan ahora a populares de socialista. 

Es cierto que el carácter de las elecciones municipales y autonómicas es diferente al de las generales y que por tanto son difíciles de comparar, pero no es menos cierto que en base a estos resultados municipales y autonómicos fue que el PP construyó el relato del cambio de ciclo y “el desalojo” de Sánchez de La Moncloa.

El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez saluda a los militantes y simpatizantes socialistas que acudieron a la sede del PSOE este domingo. Foto: JJ. Guillén/EFE.

PSOE pierde, pero podría conformar gobierno

Por su parte, los resultados del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y sus confluencias en las Comunidades Autónomas no han mejorado sustancialmente los resultados cosechados en 2019. El PSOE ha perdido las elecciones, aún así, ha sumado dos escaños más de los que obtuvo en 2019 y ha cosechado más de 900 mil nuevos votos. Algo que, sin duda, representa a cabalidad la capacidad del PSOE para parar el golpe por knock out que muchos aventuraban. 

La capacidad del PSOE para trenzar puentes a su izquierda y a su derecha le posicionan en un lugar en el que Feijóo y su formación no se encuentran a día de hoy debido a su entente con la extrema derecha y a su incapacidad para aproximarse a los sectores de la derecha y centro derecha del País Vasco y Cataluña. Las tensiones territoriales en los últimos años y el interés de los populares en avivar la hoguera de estos desencuentros han configurado un panorama donde la confluencia con el PNV y JxCat resulta hoy imposible. 

Así las cosas, la suma del PSOE y el espacio configurado a su izquierda, Sumar, formación heredera o sustituta de Unidas Podemos encabezada por la vicepresidenta Yolanda Díaz, tendría que contar con EH Bildu, ERC, BNG y el PNV para confrontar con el bloque de las derechas españolas. 

La suma de todas estas formaciones, que han colaborado ya en la legislatura que recién finaliza, cubriría ya un número de escaños que se colocarían por encima de la suma de PP, Vox y UPN. Una circunstancia que concedería al PSOE la posibilidad de configurar un gobierno de coalición, siempre y cuando la otra fuerza del independentismo catalán, JxCat, se abstuviera, en segunda ronda durante el proceso de formación del gobierno en el Congreso, o votara a favor. Algo que precisará llevar las negociaciones a la fina diplomacia dadas las rencillas acumuladas entre socialistas y junteros.

Sánchez ha perdido, pero parece el único que podría gobernar, pues cuenta con la posibilidad de ser investido, al menos en segunda ronda, una vez constatada la imposibilidad de que alguno de los dos bloques en litigio sea capaz de llegar a los 176 escaños, mayoría absoluta, en su primer intento de investidura. En lo tocante a un acuerdo entre PSOE y PP para que uno de ellos se alce con el gobierno parece remoto, más aún en un momento como el actual, pues tardarán en olvidarse las duras descalificaciones que se han proferido ambos partidos durante la campaña.

Gabriel Rufián, junto al presidente de la Generalitat, Pere Aragonès (i), comparece para valorar los resultados electorales en las que su partido Esquerra Republicana perdió seis escaños. Foto: Alejandro García/EFE.

Los apoyos necesarios

La posibilidad de la investidura del actual Presidente, es ahora un juego de equilibrios ciertamente complicado y que daría pie a un gobierno donde la estabilidad no está asegurada, o la repetición de los comicios. Una alternativa, esta última, nada desdeñable, y que abocaría a vivir una situación similar a la del 2019, cuando los españoles fueron llamados a las urnas en septiembre después de agotarse el plazo constitucional para formar gobierno tras las elecciones de abril. 

Fueron las elecciones de noviembre de 2019 las que concedieron a los socialistas la posibilidad de gobernar. Este escenario de repetición electoral se dio también en 2015 y 2016, cuando hubo que llamar a nuevos comicios debido a la falta de un candidato con los suficientes apoyos para optar a la investidura.

Por otro lado, las elecciones de julio de 2023 dejan también algunas lecturas que invitan a la reflexión. La primera es que el adelanto electoral del presidente español Pedro Sánchez después de la debacle del PSOE en las elecciones municipales parece haberle servido al gobierno para frenar la ola conservadora que se dibujaba de cara a las elecciones generales, previstas para finales del presente año. 

El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, celebra los resultados electorales en su sede de San Sebastián. Foto: Javier Etxezarreta/EFE.

Este llamamiento anticipado a urnas del presidente Sánchez ha tendido a polarizar el voto, algo que no ha beneficiado al bloque independentista catalán. El Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC), asociado al PSOE, se ha convertido en la primera fuerza en el principado catalán; Sumar, por un estrecho margen, se erige como la segunda fuerza, superando a ERC, tercera, y a JxCat, cuarta. El PP se convertiría en la quinta fuerza, pero con mayor porcentaje de votos conseguidos que JxCat. La Candidatura d’Unitat Popular (CUP), la otra fuerza política de la izquierda independentista, se ha quedado sin representación. El independentismo cosecha unos resultados muy discretos, 14 diputados, 7 para ERC y otros 7 para JxCat, los mismos que Sumar, el PP se quedaría con 6 y el gran vencedor sería el PSC con 19.

Sin embargo, este éxito del PSC y la debacle independentista no implica la intrascendencia de estos, pues sus 14 escaños pasan a ser capitales para la gobernabilidad. Como hemos dicho, sin el apoyo de ERC y, al menos, la abstención de JxCat, el presidente Sánchez no tendrá la posibilidad de ser investido. Algo que tiene una lectura similar en el caso del País Vasco. Los socialistas ganan las elecciones en este territorio, pero los 10 escaños del PNV y EH Bildu, cinco cada uno, pasan a ser capitales. Sánchez precisaría a las dos formaciones soberanistas vascas para optar a la presidencia. 

Esta polarización tampoco ha beneficiado a Sumar, que no ha podido reeditar los resultados cosechados por Unidas Podemos en noviembre de 2019 a pesar de la operación orquestada para aglutinar el mayor número votos mediante una plataforma partidista que ha conseguido reunir a 15 formaciones. 

La líder de la coalición Sumar, Yolanda Díaz, muestra la papeleta de su formación antes de ejercer su derecho al voto para las elecciones generales. Foto: Sergio Pérez/EFE.

Hacia una posible repetición electoral 

La segunda lectura tiene que ver con los plazos, se abre ahora un período de espera hasta el 17 de agosto, momento en el que se constituirán el Congreso y el Senado y arrancará la legislatura. Acto seguido se determinarán las presidencias de las cámaras, donde se podrá intuir hacia dónde se dirigen los pactos. 

La semana del 21 de agosto el jefe del Estado, el rey Felipe VI, se reunirá con los partidos con representación para decidir a quién encarga gobierno en función de las posibilidades de ser investido. Llegaría entonces la investidura, para finales de agosto o principios de septiembre. Para que se concrete en la primera votación, se precisaría mayoría absoluta —complicado—, o en la segunda, en la que se requiere mayoría simple (más síes que noes). 

Si no se consigue un acuerdo de investidura comenzará a correr el plazo y, en caso de bloqueo, las Cortes (el parlamento) se disolverán a los dos meses de la investidura fallida si no median intentos posteriores. Si es éste el desenlace, los españoles concurrían de nuevo a las urnas 47 días después de la disolución de las Cortes. Un panorama que avocaría a nuevas elecciones a finales de año.

Este escenario se presenta hoy en día como algo más que probable debido a los equilibrios a los que tendría que hacer frente el PSOE, obligado a pactar con fuerzas soberanistas en Cataluña y el País Vasco que se disputan la arena electoral y cuentan con programas divergentes. Además, se precisaría igualmente la disciplina dentro de Sumar, donde la disparidad de fuerzas entre las que se reparten los 31 escaños obtenidos no cuenta con objetivos plenamente convergentes, lo que podría dilatar el proceso de negociación. 

Una mesa electoral en Madrid. Foto: J.P. Gandul/EFE.

¿Algo nuevo traerá el voto desde el exterior?

Hay un factor que podría condicionar todo lo apuntado hasta el momento, el voto exterior, todavía por contabilizar. En los próximos días conoceremos el desenlace, pero nada parece indicar que el reparto de escaños pueda cambiar sustancialmente con el voto de los españoles residentes en el extranjero. 

Si nos atenemos a la participación en las últimas convocatorias electorales de los españoles en el exterior las cifras son extremadamente bajas, nunca han superado el 7%. De todos modos, en esta ocasión hay un factor novedoso, han cambiado las circunstancias, pues el gobierno de Sánchez ha suprimido el voto rogado: ya no es necesario que el español en el exterior manifieste su intención de votar para poder hacerlo. Ahora todos los españoles en el extranjero reciben la documentación para votar, lo deseen o no. Algo que, sin embargo, no ha hecho que la participación varíe en lo sustancial.

Es necesario señalar que hay 2,8 millones de residentes en el extranjero y que en el continente americano hay más de un millón de españoles: 477.465 en Argentina, 192.766 en Estados Unidos, 160.766 en Cuba, 155.543 en México y más de 136 mil tanto en Brasil como en Venezuela. Las posibilidades de vuelco serían grandes si la participación fuera significativa. Sin embargo, no fue así. 

Según los datos de la embajada española en Buenos Aires, los votos presenciales y los emitidos por correo, ascienden a 18.920; desde Cuba llegarán sólo 1200, menos del 0,8 de los españoles con derecho a voto; desde Brasil aún no se han facilitado datos de participación, pero sí desde Venezuela, donde votaron 8.831 españoles. Sobre el voto de México y Estados Unidos el día de la celebración de elecciones en España todavía no había cifras disponibles.

Por lo demás, los resultados cosechados por el voto exterior desde 1986 arrojan los siguientes resultados: en ocho ocasiones ha ganado el PSOE, en dos el PP (2000 y 2004) y en dos el espacio de Podemos (2015 y 2016). Otros datos que nos ayudaría a dilucidar hasta qué punto estos votos provenientes del exterior podrían cambiar los resultados son las circunscripciones en las que puede haber cambio de escaños debido al estrecho margen en el que se han quedado algunas formaciones para conseguirlo. 

En Girona el PP apenas necesitaría 363 votos más que JxCat para arrebatarle el escaño. Una situación análoga podría vivirse en Cantabria, donde el PP se quedó a 428 votos de desposeer del escaño a Vox. En otras circunscripciones como es el caso de Madrid, Tarragona, Teruel o Albacete la distancia para que el escaño cambiara de dueño se colocaría entre los 1.200 y los 2.000 votos, lo que haría el trasbase mucho más improbable. En Madrid sería el PP el que se lo arrebataría al PSOE, en Tarragona el PSOE podría arrebatárselo a JxCat, en Teruel, el PP podría perderlo en favor de Teruel Existe, y en Albacete Vox sería el que se lo podría quitar al PSOE. En el resto de las provincias nos movemos ya en umbrales que están muy por encima de los 2.000 votos, lo que alejaría la posibilidad de cambio. 

Dadas las circunstancias, es improbable que pueda haber cambios que alteren la correlación de fuerzas entre bloques, lo que nos abocaría a los escenarios que hemos analizado.

En principio sólo hay un candidato, Pedro Sánchez, que podría tener los votos para salir investido; más probable en el segundo intento que en el primero. De no conseguirlo, otra vez habría que ir a las urnas. Un escenario no deseable, pero probable.

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