Macron ¿se va a la guerra?

“Si la situación se degrada, debemos estar listos y estaremos listos para tomar las decisiones que se imponen para que Rusia no gane nunca” en Ucrania, ha dicho el presidente fránces.

El canciller alemán Olaf Scholz (der.) junto al presidente francés Emmanuel Macron el pasado 15 de marzo en Berlín. Foto: EFE/EPA/HANNIBAL HANSCHKE.

El conflicto entre Rusia y Ucrania está agotando una etapa y comenzando otra. Para muchos, las fuerzas ucranianas se encuentran en soporte vital.   

A pesar del poco apoyo a sus intempestivas declaraciones sobre el envío de fuerzas de la OTAN contra Rusia, el presidente francés Emmanuel Macron ha continuado en campaña reiterando su disposición a trabar combate directamente con Rusia. 

Macron no había hecho más que dejar caer la idea ante veintisiete representantes europeos de alto nivel la pasada semana, para que sus pares de la OTAN se apresuraran a desmarcarse de la idea. 

Sobre todo, el canciller alemán Olaf Scholz quien se ha negado a suministrar cohetes de largo alcance a Ucrania entre otras cosas porque tendrían que ser operados por militares alemanes en el campo de batalla. El eje París-Berlín, el más fuerte de la Unión Europea, se ha roto.

El canciller alemán ha insistido además en que representa un consenso entre todos los estados miembros.  Alemania es el segundo país, solo por detrás de Estados Unidos, que más ayuda militar ha destinado a Ucrania. 

Eslovaquia, República Checa, Polonia y Hungría, así como Suecia y el propio Jens Stoltenberg se desmarcaron también de la línea francesa y reclamaron la celebración de negociaciones con Rusia para poner fin a la guerra.

Por último, en su reciente informe sobre el estado de la Unión, Joe Biden reiteró el apoyo de Estados Unidos al gobierno de Zelensky, pero advirtiendo que no habría soldados estadounidenses en suelo ucraniano.

Pero a pesar de todo, Macron ha continuado insistiendo en su propuesta y subiendo la retórica. ”Yo no lo quiero. No voy a tomar la iniciativa, [pero] puede que sean necesarias las operaciones sobre el terreno para contrarrestar a las fuerzas rusas”. 

“Si la situación se degrada, debemos estar listos y estaremos listos para tomar las decisiones que se imponen para que Rusia no gane nunca” en Ucrania, sentenció.

Ríos de tinta y horas de programación de radio y televisión, además de la agitación de las redes sociales, se han dedicado a sacar conclusiones, o a tomar partido, o a hacer los análisis que no se habían hecho antes, en este Occidente que, para que nos entendamos, no es sino la alianza de Estados Unidos con sus socios europeos y Canadá.

Esquizofrenia en la información

En Estados Unidos, la gran prensa, la prensa de siempre, había dado por derrotada a Rusia y por destronado a Putin, convertido en un ente cuyas cotas de perfidia eran similares a las de Hitler. Pero ahora, en un doble discurso, alegan que ese Putin perdedor pretende expandirse por Europa. Es como si estuvieran reconstruyendo, o la Unión Soviética o el viejo imperio zarista.  

Sin embargo, muchos analistas hoy dudan de que Ucrania tenga posibilidades de alcanzar una victoria militar.  

El fracaso de la contraofensiva ucraniana de verano diezmó aún más a las fuerzas armadas de este país y consumió sus arsenales. Los rusos en el primer año del conflicto se habían hecho fuertes en las posiciones ocupadas, y sus líneas de resistencia no pudieron ser quebrantadas por las fuerzas ucranianas.

Dara Massicot, en la importante revista Foreign Affairs, afirma:

Después de capturar la ciudad en ruinas de Avdiivka, las fuerzas rusas están avanzando irregularmente en otras áreas a lo largo del frente. Las ventajas rusas en personal militar, material y producción de defensa han aumentado en el último año, mientras que las entregas de municiones estadounidenses se han visto estranguladas y corren el riesgo de verse restringidas casi por completo debido a un impasse sobre la financiación en el Congreso estadounidense. Los suministros de municiones críticas para las unidades ucranianas de primera línea están disminuyendo y los soldados se ven obligados a racionarlas. Algunas unidades están experimentando una importante escasez de hombres.

Los sucesivos suministros que se fueron propagandizando a lo largo del último año —complejos antiaéreos Patriot, tanques Leopard, bombas de racimo, tanques Abrams— no han vulnerado las defensas rusas.

La logística para este popurrí de armamento se ha ido complicando y agotando. Los almacenes y las industrias militares de los países participantes de la OTAN advirtieron desde el pasado año sus dificultades para satisfacer las necesidades de Ucrania. 

De ahí que la propuesta para detener a Rusia sea el incremento acelerado, contra reloj, de la producción de municiones y equipamiento militar en general.

Pero lo peor es que Ucrania no dispone del personal que necesita para la reposición de sus bajas. Ahora prevén un enorme plan de relevo de trescientos mil soldados mediante nuevas reglas de reclutamiento, que tendrán que ser más draconianas que las actuales. Parece ilusorio. Una prueba al canto: los soldados ucranianos tienen, hoy, una edad promedio de 43 años.

Las tropas rusas han avanzado y tomado posiciones en el nordeste del país, y en el sur han iniciado una ruta que avanza hacia la ciudad de Odesa. De tomarla, el acceso de Ucrania al Mar Negro quedaría cerrado. 

Echar agua en una cesta

Ucrania ha vivido desde hace dos años de la ayuda financiera que ha recibido de Estados Unidos y de la Europa atlantista. Doscientos mil millones es un cálculo frecuente.

Pero también el chorro financiero se ha ido adelgazando.  

La eficacia de las últimas asignaciones de la Unión Europea, unos 50 mil millones, es relativa. Son 50 mil millones en cinco años, y esa cifra no se destina necesariamente a comprar los suministros bélicos que escasean, sino a todo el funcionamiento del Estado ucraniano.  

Zelensky había recordado a sus aliados europeos que Ucrania sólo había recibido un 30 % de la munición y del armamento comprometidos por Bruselas. La Unión Europea no está cumpliendo su objetivo de enviar un millón de proyectiles de artillería para marzo y los compromisos y los 50 mil millones de euros no solventarán las necesidades a corto plazo.

Entre tanto, los más de 60 mil millones propuestos por la administración Biden, están atascados en la Cámara de Representantes, bloqueados por la mayoría republicana. 

El espacio político también se va cerrando. Aparece con más probabilidad el escenario de una derrota que no sería ucraniana, sino de la Europa atlantista a la recua de los Estados Unidos. 

Solo van quedando sobre la mesa dos opciones: la extensión de la guerra, como previó Macron, o la paz negociada.

¿Qué puede hacer la OTAN?

El coronel retirado del ejército de Estados Unidos Douglas MacGregor se ha convertido en un entrevistado frecuente en varios canales de Internet. Habla con la autoridad de un oficial condecorado, con experiencia bélica y como asesor durante varios años del Pentágono. Para él, ni los países europeos ni Estados Unidos están hoy en capacidad de ir a una guerra con Rusia.

Al desaparecer el Pacto de Varsovia, desapareció también la necesidad de que los países europeos mantuvieran fuerzas armadas grandes, con un gasto militar injustificado. La industria militar resultaba desproporcionada. A lo largo de casi treinta años, ambas, la industria y las fuerzas armadas se redujeron y su disposición combativa disminuyó.

Se hizo común llamar a estos ejércitos, “ejércitos de boutique”.

De ahí que los propósitos de Macron, habría que verlos en una dimensión realista. Porque según MacGregor, “el ejército francés es una fuerza muy liviana, diseñada para ser empleada en el norte de África. Como dice un amigo mío, retirado del ejército francés, está diseñado para safaris en África”.

El ejército británico es aún más pequeño y menos capaz y probablemente podría proporcionar ayuda de emergencia o sofocar disturbios en Belfast. Y eso es todo. Europa no tiene fuerzas. La única fuerza poderosa que tenía Europa era el ejército alemán, y el ejército alemán ha sido desmantelado casi por completo. Tomará años recuperarse del daño que se le hizo en los últimos 20 o 25 años.

En una entrevista reciente con Tucker Carlson, se refirió a las fuerzas armadas de Estados Unidos:  

Creo que en términos de moral y disciplina estamos cerca de donde estábamos a finales de los 70 (después de la derrota en Vietnam). En otras palabras, no tienes personas que hayan servido el tiempo suficiente en formaciones para saber qué es lo correcto para que puedas dirigir un grupo de batalla, ya sea un batallón o una brigada o más grande y que sepan lo que se necesita para luchar en la batalla. Desde 2001 la mayor parte de los combates han sido en una escala muy pequeña, contra un enemigo fugaz, corriendo en sandalias con un AK-47 y dependiendo en gran medida de explosivos. Alrededor del 87 por ciento de nuestras pérdidas fueron el resultado de los explosivos. 

Y, ¿qué le ocurrió a Victoria Nuland?

Victoria Nuland, número tres del Departamento de Estado y con un impúdico historial intervencionista en Ucrania, sin duda la voz más radical y activa de Estados Unidos en este tema, acaba también de renunciar. 

Toria”, como la conocen en sus oficinas, no necesita presentación. La turbulenta subsecretaria del Departamento de Estado fue famosa por su intromisión directa en los acontecimientos de Ucrania, desde conspirar hasta repartir dulces y caramelos entre los manifestantes en la plaza Maidán en 2014, durante el golpe de estado que ella misma diseñó.

Europa no espera mucho de ella, sobre todo después de su inolvidable frase: “Fuck the European Union!”

Victoria Nuland ocupaba el tercer cargo más importante en la secretaría de estado. Por sustitución administrativa pasó al segundo. Pero cualquier esperanza fue barrida por el nombramiento de Kurt Campbell, que suma a su larga experiencia y a su cercanía a Biden, su reconocida y hasta académica relación con… China.

En resumen: la OTAN, con un intenso acompañamiento propagandístico, intentará en los próximos meses recuperar contra reloj lo necesario de su industria militar para que Ucrania pueda seguir resistiendo y llegue, más que a una victoria en el terreno, a la mejor posición posible en una negociación.

Y por supuesto a una redefinición del esquema de seguridad colectiva con que vivirán los europeos. El actual, es fácil deducirlo, está crujiendo.

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