No es con Marco Rubio, es con el gobierno cubano

Malecón de La Habana, Cuba. Foto: Desmond Boylan / AP.

Malecón de La Habana, Cuba. Foto: Desmond Boylan / AP.

En los últimos meses se ha vuelto cada vez más frecuente leer noticias sobre acciones de lobby en los Estados Unidos de algunos emprendedores cubanos. Estas se han realizado con el apoyo de ciertos grupos de presión norteamericanos que se oponen al bloqueo y a las medidas tomadas durante 2017 con respecto a Cuba por la administración Trump.

Así, hemos sabido de cartas al presidente Trump solicitando que no se revirtieran las decisiones de su antecesor, de reuniones con congresistas en Washington y de entrevistas con diversos medios de Estados Unidos.

Hace unos días, OnCuba divulgaba una nueva iniciativa de este tipo, dirigida en esta ocasión al senador Marco Rubio. Un grupo de empresarias privadas cubanas, según las palabras de una de sus integrantes, lo invitó “a él o a parte de su equipo para que vengan y aprendan sobre Cuba, los cubanos o acerca de nuestros negocios”.

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Este nuevo intento de “influir” me ha inspirado a traer al debate público una arista que se contrapone a la propuesta de las empresarias.

Antes de seguir, quiero hacer dos precisiones “sanitarias”:

1- Mi intención con este texto no es etiquetar de esto o aquello a las colegas que se han hecho parte de la iniciativa, entre las cuales conozco a varias. Para mí son válidos los intentos que empujen lo más duro que se pueda. Se podrá ser –y no faltarán quienes se apuren a ponerles sambenitos– ingenuo, desorientado, poco realista, pero jamás pasivo. Respeto lo que han hecho, aunque creo que han apuntado a la diana incorrecta para disparar.

2- Tampoco debe interpretarse esta opinión como una voz que se suma de manera irracional a las que claman eso de que la empresa privada es la que sacará a Cuba de la situación donde se encuentra. A Cuba la haremos próspera todos: los que trabajan para el Estado y los que no. De lo que se trata es de encontrar la forma.

En mi opinión, con quien debemos dialogar y discutir los emprendedores para que podamos disfrutar plenamente –como expresó otra de las empresarias– “la oportunidad de seguir trabajando”, es con el gobierno de nuestro país.

Hoy nuestra situación es la de la manzana de la discordia. Unos nos recelan, otros nos anhelan. Pero nadie hasta ahora nos ha entendido completamente.

Por un lado, la administración estadounidense nos ve como el embrión de la clase media que generará cambios en la sociedad cubana. Por el otro, el gobierno de nuestro país no nos acaba de aceptar. Con las medidas adoptadas el pasado 1ro de agosto, congelaron todo un sector para “combatir las indisciplinas fiscales y la compra de materias primas de origen ilegal”. Así nos metieron a todos en el mismo saco y no atacaron las verdaderas causas de esos fenómenos, que para la mayoría de nosotros tampoco son aceptables.

Pero, por increíble que parezca, ambas posiciones terminan coincidiendo en un punto. Y ese punto es el centro del error de ambas respecto a nosotros: nos ven desconectados de la economía nacional.

La administración Trump toma medidas que, según su visión, solo afectan al entramado empresarial militar cubano, por lo que nosotros estamos supuestamente a salvo. Pero se comete un gravísimo error al no entender que, al igual que cualquier actor económico de cualquier país, nos irá bien o mal en la medida en que la situación económica nacional mejore o empeore.

Por su parte, el Estado cubano no acaba de comprender que no habrá despegue económico sin una mayor apertura al trabajo privado, junto con una política más eficiente y descentralizada del comercio exterior, la inversión extranjera y una infalible gestión de las empresas estratégicas que controla.

Entre esas dos “incomprensiones” sobrevivimos. Pero la mayor tragedia para nuestro sector no es Trump. Él es una más. La mayor tragedia son las regulaciones restrictivas y contradictorias bajo las cuales nos desempeñamos. Es el triste hecho de que, en el fondo, seguimos condenados al subdesarrollo por nuestra propia mentalidad.

El sector privado cubano: el tamaño sí importa

A aquellos que discrepen conmigo en esto último, les propongo un simple ejercicio mental. Piensen en diez maneras de hacer próspera a su familia y a Cuba trabajando. Las primeras que vendrán a la mente serán opciones imposibles, por ser Cuba un pequeño país subdesarrollado. El resto, serán ilegales o no estarán autorizadas. Así de simple.

Por eso llevo meses insistiendo, en cada conversación que tengo con mis colegas, en que hay que trabajar por construir un espacio de diálogo entre las autoridades cubanas y el sector privado. Ello requerirá dejar de pensar un poco con cabeza de “negocio” y pensar más con mente de Patria.

Pongamos sobre la mesa, para construir y no para teorizar, temas como la necesidad de un tratamiento fiscal más realista, la capacidad de importación, la creación de pequeñas y medianas empresas. Sustituyamos la prohibición por la autorización.

El “cuentapropismo” nuestro de cada día

El propósito de escribir hasta el más mínimo detalle del alcance de las actividades autorizadas a realizar de manera privada, debería ser cambiado por un listado claro de las que no se pueden realizar por intereses nacionales superiores, políticos, económicos o medioambientales.

No toco tambores para una sublevación gremial. Estoy llamando la atención sobre la responsabilidad y el derecho que tenemos de incorporarnos con conciencia de país al debate de la sociedad que queremos construir. El disparo, si se quiere acertar, tiene que ir al centro del blanco.

*El autor es biólogo, máster en Relaciones Internacionales y con un diplomado en Comercio Exterior. Es co-fundador de AUGE, una empresa de asesoría en negocios. 

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