El reto de construir un proyecto de vida

¿Es lo mismo un deseo que una expectativa? ¿Qué debes considerar? ¿Qué te recomiendo?

Cuando inicia un año, solemos conectarnos con la ilusión, y en algunos casos con la fe y la esperanza, de que tenemos por delante un nuevo comienzo. Desde esa mirada optimista, el futuro aparece delante de nosotros como una oportunidad para hacer cambios y obtener nuevas metas.

Esos pensamientos están muy vinculados a las experiencias de fracaso del año viejo, a los obstáculos que tuvimos y a los temas pendientes. Es por eso que quiero proponerte en la sección de hoy que conversemos acerca de los planes de vida, que definitivamente son un reto que muchos nos planteamos por estos días. Quiero aclarar que no se trata de algo limitado al mes de enero, puesto que a veces lo vinculamos a eventos vitales importantes como el nacimiento de un hijo, una nueva etapa escolar, la emigración, el matrimonio, etc.

Debemos tener claro cuáles son nuestras prioridades y armar un plan de vida viable, posible, en el que nos reconozcamos. No debemos guiarnos por lo que otros plantean para sí, cada uno debe considerarse a sí mismo para hacer sus auténticos proyectos personales.

¿Qué es lo fundamental de un plan de vida?

Esta pregunta puede parecer obvia si consideramos como respuesta nuestros deseos y opiniones. No solo se debe tener claridad en lo que creemos de ciertos temas de importancia personal, porque no es lo mismo pensar sobre algo en abstracto que sobre lo que quiero hacer con mi propia vida.

Un proyecto de vida tiene cierta estabilidad, así que no lo cambiamos fácilmente a pesar de que cambien algunas condiciones a nuestro alrededor. Cuando arribas a la conclusión de cuál es el camino, qué esperas encontrar en él y qué debes hacer en ciertos plazos para que eso ocurra, lo que acontece es que los eventos imprevistos y/o desafortunados te retrasan, pero sabes hacia dónde te diriges.

El proyecto de vida nos identifica, tiene nuestro sello personal; aunque quiero decirte que a veces no sucede así y nos vemos recorriendo el camino que otra persona trazó (muchas veces los padres, basado en sueños frustrados) y cumpliendo esas expectativas, sin reconocernos en ellas. Todo ello provoca falta de motivación, afecta la autoestima y puede llegar a deprimirnos, al punto de cuestionarnos el sentido de la vida.

¿Qué te recomiendo?

Psicología y Bienestar: Plan de vida

 

1. Determina tus expectativas

No me refiero a los deseos, pues estos pueden estar muy relacionados con nuestras fantasías. Te invito a que pienses en aquello que desearías, pero no es posible. Esto te dará la perspectiva real de lo que deseamos, a veces, sin una base en las circunstancias de vida. Puedes en un momento dado desear que “la tierra se abra y te trague”, o que “me salgan alas para salir volando” o que “en este minuto se acabe la pandemia”, pero no está en nuestro poder convertir en un hecho ninguno de esos deseos. Aquí radica la gran diferencia en relación con las expectativas.

La palaba expectativa viene del latín exspectātum, que quiere decir visto o mirado. Hace referencia al optimismo, la esperanza, la certidumbre o seguridad de hacer y lograr algo. Es una espera razonable de que va a acontecer algo, con una alta probabilidad. Por tal motivo, estas son planteadas basándonos en una mirada realista de nuestras condiciones de vida y de nosotros mismos.

Cuando no es clara la línea entre los deseos y las expectativas —que puede ser muy delgada en ocasiones— nos exponemos al fracaso. Estamos perdiendo objetividad y no podremos convertir en acciones aquello que nos propongamos como meta. Párate a pensar cuál crees que puede ser un cambio realista en tu vida, para que lo incluyas en tu plan.

2. Reconoce tus valores

Los valores son conceptos que orientan nuestra forma de comportarnos, pero no solo están formados por ideas o conceptos, sino que poseen una carga emocional negativa o positiva. Ellos constituyen un marco referencial sobre lo aceptable o no, lo deseable o no, lo correcto o no. Cada uno tiene su propia escala de valores y estos hacen que sean priorizados unos aspectos sobre otros.

Quiero ponerte algunos ejemplos. Si tú eres alguien que valora con vehemencia las tradiciones, defenderás esto y lo contemplarás en la manera como te piensas y analizas a los otros y las situaciones. Si para ti la paz es altamente valorada, vas a manejar una situación de conflicto familiar procurando la paz por encima de cualquier otra cosa, incluso llegando a aceptar ciertas condiciones con tal de que se calme el ambiente en casa. Si, por el contrario, le das prioridad a la justicia por encima de la paz, es posible que lleves un conflicto de pareja hasta las últimas consecuencias porque no aceptas lo injusto de una situación, aunque esto haga que se rompa el vínculo amoroso.

Los valores pueden ser personales, familiares, sociales, éticos, estéticos, laborales, políticos, religiosos, entre otros. Siempre van a influir en la forma en que nos pensamos y pensamos nuestra vida. Por tanto, un proyecto de vida no va a prosperar si va en contra de tus valores. Ese es el motivo por el cual debemos reconocer qué guía nuestro comportamiento y qué grado de importancia tiene.

3. Identifica tus necesidades

Tener identificadas nuestras carencias nos ayudará a establecer los objetivos de nuestro plan de vida. Como seres humanos, siempre vamos a procurar satisfacer nuestras necesidades, las cuales están jerarquizadas y son lo que nos motiva a la acción.

Un psicólogo humanista llamado Abraham Maslow, en 1943, planteó una pirámide donde explica cómo las necesidades parten de satisfacer fisiológicamente al organismo. Por ello, una persona que no logra garantizar el plato de comida no podrá pensar en otra cosa porque está en modo supervivencia. Otros ejemplos de esas necesidades básicas son: dormir, abrigarse, respirar, asearse, etc.

A estas les siguen las necesidades de seguridad y protección, que harán que no nos falte lo mínimo para vivir. En orden de importancia, según este autor, la persona tiene después necesidades sociales, vinculadas a la aceptación social y que hacen que valoremos altamente tener amistades, pertenecer a grupos, dar y recibir estima de los otros. Muy relacionadas con estas aparecen las necesidades de aprecio o estima, propia y de los demás. Es muy difícil que seas independiente a la hora de establecer tus metas si no tienes confianza en ti mismo. Para que los demás te aprecien y respeten, debes empezar por ti. Una meta personal será considerada por los que te rodean cuando seas determinado y autónomo.

Por último, tenemos las necesidades de autorrealización, que nos orientan a lograr nuestros ideales y a sentirnos satisfechos con nosotros mismos. Aquí estará la autocomplacencia de alcanzar las metas incluidas en nuestro plan de vida.

Así que hagamos algo: pensemos en lo que necesitamos y que sea alcanzable en plazos cortos, medios y largos, para incluirlo en nuestros proyectos vitales. Escríbelo como una lista y luego ordénalo según la prioridad que le otorgas.

4. Transforma tus valores y necesidades en acciones

En este punto, ya tienes claros tus valores y necesidades, pero necesitamos convertir esto en acciones. Eso que ya sabes que quieres y con lo cual te identificas, vamos a organizarlo en metas concretas, específicas, claras y alcanzables. Recuerda que las metas deben ser objetivas, y considerar tus condiciones reales de vida.

La pregunta sería: ¿qué acciones debo hacer para satisfacer mis necesidades, teniendo en cuenta quién soy y qué quiero en la vida? ¿En qué tiempo espero lograr estas metas (porque debes fijar plazos, aunque flexibles)?

5. Aplica tu plan de vida y monitoréalo

Ir ejecutando de a poco y con compromiso contigo mismo cada uno de los objetivos que te has planteado no es suficiente. Resulta fundamental hacer pausas y reflexionar cómo vas avanzando.

La retroalimentación, que puedes obtener del autoanálisis o incluso de valoraciones de terceros, será de gran ayuda. Debemos controlar no solo el resultado final, sino el proceso, para sacar los aprendizajes de nuestras experiencias personales.

Fíjate que esto es lo que favorecerá nuestro crecimiento personal y tomar conciencia de los cambios que debemos hacer, pues un plan de vida no debe ser algo rígido; a veces debemos cambiar el rumbo o la manera en la que estamos recorriendo el camino.

Espero hasta aquí haberte ayudado a identificar la importancia de plantearnos proyectos de vida. Si ya tienes uno, te animo a repensarlo utilizando estas recomendaciones y haciendo los reajustes que consideres.

Una última cosa: reflexiona también sobre el rol que desempeñarán las personas importantes de tu vida. Sería un gran error no tomarlas en cuenta, ya que no vivimos aislados y nuestras decisiones influirán en nuestra pareja, hijos, familiares, amigos, compañeros, etc. Que tu plan de vida sea consciente, no andemos como zombies siguiendo una inercia, y que este comienzo del año sea el pretexto para hacer un alto en el camino y tomar las riendas.

Nota de la editora

Psicología y Bienestar es una sección pensada especialmente para los lectores de OnCuba. Déjennos sus dudas en los comentarios, y las tomaremos en cuenta para próximas entregas. Pueden seguir el trabajo de la psicóloga Yaima Águila Ribalta en cada edición quincenal de esta sección y en su canal de YouTube

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