¿Ataques sónicos o histeria colectiva?

Turistas en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.

Turistas en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.

Mientras algunos medios y políticos como el senador cubano-americano Marco Rubio insisten en la teoría de los “ataques”, el Departamento de Estado y el FBI reconocen no saber todavía qué sucedió ni quién podría estar detrás de los incidentes.

Al mismo tiempo, el gobierno de Cuba ha negado una y otra vez su responsabilidad o conocimiento sobre los hechos –como alega Rubio–, y ha descalificado incluso las acusaciones en su contra a partir de los resultados de su propia investigación.

Según los expertos cubanos, no hay evidencia alguna de agresiones acústicas –la principal hipótesis manejada por Estados Unidos sobre lo sucedido–, algo con lo que concuerdan reconocidos científicos más allá de la Isla e incluso especialistas estadounidenses.

El propio Departamento de Estado ha comenzado a apartarse de esta teoría –motivada en un inicio por los sonidos agudos que dijeron oír varias de las supuestas víctimas y que hizo pensar en el empleo de una sofisticada arma sónica–, y ha lanzado otras hipótesis al ruedo, como la de un posible ataque viral.

FBI no encuentra evidencia de “ataques acústicos”

En una reciente audiencia del Senado, el director adjunto de seguridad diplomática, Todd Brown, no descartó del todo el elemento acústico pero dejó abierta la puerta para cualquier otra explicación.

No obstante, el director médico del Departamento de Estado, Dr. Charles Rosenfarb, dijo que los síntomas experimentados por sus diplomáticos –entre los que estaban fatiga, dolor de cabeza, mareo y náuseas– fueron “confirmados médicamente”, y que los escáneres cerebrales mostraban anormalidades en la sustancia blanca de las víctimas.

Hasta el momento, la administración Trump ha reportado una veintena de funcionarios afectados, a los que se unen un grupo menor de diplomáticos de Canadá y, más recientemente, 19 visitantes norteamericanos que alegan síntomas similares, de acuerdo con el Departamento de Estado.

Un funcionario estadounidense y su esposa en Uzbekistán también informaron sobre una situación similar, lo que apuntó más las miradas hacia Rusia, a la que algunos han responsabilizado extraoficialmente.

En cualquier caso, lo que sea se ha extendido desde los primeros reportes y no es improbable que escuchemos de nuevos casos en el futuro.

¿Y si fuera histeria colectiva?

Entre las teorías manejadas para explicar las afectaciones de los diplomáticos norteamericanos y sus familiares, no ha faltado la de la histeria colectiva. Varios especialistas han sugerido esa posibilidad a partir de la información divulgada, aunque aclarando que sin acceso a las víctimas no es posible un diagnóstico adecuado.

Sobre estos pasos vuelve un reciente trabajo de la revista Slate, que cita a importantes investigadores como el Dr. Robert Bartholomew, sociólogo médico estadounidense radicado en Nueva Zelanda, quien ya inicios de septiembre expresó sus sospechas al respecto.

Autor de libros como Outbreak! La Enciclopedia de Comportamiento Social Extraordinario e Histeria masiva en las escuelas: una historia en todo el mundo desde 1566, Bartholomew ha recopilado una base de datos de unos 3,500 casos de lo que la literatura médica define actualmente como “enfermedad psicógena masiva” o “estrés colectivo”. Desde esa experiencia, opina sobre lo sucedido en Cuba.

Nuevas evidencias contradicen “ataques acústicos”

En la audiencia del Senado, Marco Rubio le preguntó al Dr. Rosenfarb si creía que se trataba de “un caso de histeria masiva, que un grupo de personas simplemente son hipocondríacas y lo inventan”, algo que fue descartado por el director médico del Departamento de Estado.

Sin embargo, para Slate la pregunta de Rubio a Rosenfarb fue capciosa e inadecuada, al contener la suposición errónea de que la histeria colectiva es lo mismo que fingir o que la hipocondría. Siguiendo los criterios del Dr. Robert Bartholomew, la publicación sostiene que la enfermedad psicógena masiva es probablemente la mejor explicación para las afectaciones reportadas.

El experto explica que si se eliminase la palabra conmoción cerebral del debate (sin dejar de reconocer los cambios visibles en la materia blanca cerebral) lo sucedido en La Habana sería un “caso de libro de texto” de enfermedad psicógena masiva, desde sus síntomas a su propagación.

Para Bartholomew, la mayoría de los síntomas descritos no puede producirlos un armamento sónico, y los que sí, como la ansiedad y la náusea, deberían ser causados por un ruido incapacitante y de gran volumen. En cambio, los demás encajan perfectamente en el perfil de la histeria colectiva, a lo que agrega otro dato importante: se trata es una comunidad pequeña y unida en un país extranjero que tiene una historia de hostilidad hacia Estados Unidos.

“Esa es una configuración clásica para un brote de enfermedad psicógena masiva”, afirma.

La historia cuenta

Para apoyar su tesis, el artículo de Slate propone una mirada a conocidos casos de histeria colectiva, como el de las niñas con espasmos en Le Roy, Nueva York, en 2011; las 600 niñas con parálisis en México en 2007, el de la escuela de enfermería de Papua Nueva Guinea en la que los estudiantes quedaron sordos sin causa externa aparente en 1973, y el del centenar de estudiantes belgas que reportó diferentes síntomas tras consumir Coca-Cola en 1999 y que significó pérdidas millonarias para la compañía.

Además, refiere casos de “sonidos” que supuestamente han enfermado personas. Entre ellos, el de Kokomo, Indiana, donde los lugareños reportan afectaciones desde 1999 por un sonido de baja frecuencia; el de Taos, Nuevo México, donde un zumbido causa problemas en el sueño, dolores de oído, irritabilidad y malestar general; y los de Bristol, Inglaterra y Windsor, Ontario, con una causa y sintomatología similar.

Desde la cercanía a turbinas eólicas –lo que ha dado nombre a un síndrome de afectación auditiva– hasta fenómenos paranormales han sido utilizados como explicación a fenómenos de esta naturaleza a lo largo del mundo. En Alemania, dice Slate, se reconoce una condición común llamada Hörsturz, que es una pérdida repentina de la audición relacionada con el estrés.

Más científicos niegan ataques acústicos

El Manual de Neurología Clínica sobre Desórdenes Neurológicos Funcionales habla sobre la “pérdida auditiva no orgánica” en su capítulo sobre “Trastornos Auditivos Funcionales”, junto con condiciones como alucinaciones musicales, misofonía (odio al sonido), “choque acústico” de un ruido repentino –los síntomas incluyen dolor en o cerca de la oreja, tinnitus, problemas de equilibrio, hipervigilancia y trastornos del sueño– y otros.

“Es muy fácil manipular el bienestar físico de las personas al darles expectativas sobre el sonido”, dice el profesor Keith Petrie, quien ha investigado sobre el poder de la mente en relación con el llamado síndrome de la turbina eólica. Cuando Petrie y sus colegas expusieron a las personas a infrasonidos reales y simulados, descubrieron que no era el sonido en sí, sino que sus expectativas, o lo que se conoce como el efecto nocebo, producían reacciones fisiológicas adversas. Ser testigo de otra persona con síntomas puede crear una respuesta aún más fuerte, señala el artículo de Slate.

“Cuando les dimos una explicación plausible y biológica –explica Petrie– aumentaron sus síntomas la próxima vez que estuvieron expuestos al sonido. Cuando les dijimos que era una explicación nocebo, sus síntomas disminuyeron”.

Aunque pudiera parecer que quienes reportan estos síntomas están fingiendo, lo cierto es que realmente los creen. Las personas a las que en estos casos se les dijo que había una razón médica para sus afectaciones, llegaron a experimentar síntomas fisiológicamente reales, “médicamente verificables”, lo que les provoca una angustia profunda, incluso si mejoran rápidamente como la mayoría lo hace.

“Las personas que padecen una enfermedad psicogénica masiva no son hipocondríacas y no lo están inventando todo –asegura Bartholomew– La suya es una condición real con síntomas reales. Le puede pasar a cualquiera”.

Más fácil de lo que parece

Casos como los anteriores no son tan extraños como podría creerse. El neurólogo Jon Stone, coeditor de Functional Neurological Disorders, dice que “como seres humanos, somos más propensos a estos fenómenos de lo que nos gusta pensar”.

Según Stones, “las personas tienen estos síntomas mucho y simplemente los normalizan. Nunca estamos muy lejos de un desorden funcional”.

El especialista explica que lo que antes se conocía como trastornos de conversión –la conversión de un problema mental en uno físico– ahora se conoce como trastornos funcionales. Términos anteriores como “psicosomático” o incluso “psicógeno” implican un origen puramente mental, pero la ciencia actual considera que en realidad existe un cruce entre las raíces mentales de la condición y su manifestación física.

Hotel Capri: sin quejas de ataques sónicos

Sobre lo sucedido en Cuba, el director médico del Departamento de Estado dijo que hubo “hallazgos clínicos de alguna combinación similar a lo que se puede observar en pacientes después de una lesión cerebral traumática leve o una conmoción cerebral”. Sin embargo, aclara Stone, una conmoción cerebral no es lo único que puede tener ese efecto.

Para el reconocido neurólogo, los cambios cerebrales visibles en los afectados pueden verse también en casos de dolor crónico, ansiedad, depresión, entre otras causas. “Esto no es una marca de lesión cerebral. Es una marca de disfunción cerebral. Es evidencia de que están enfermos”, afirma.

Por su parte, Mark Hallett, investigador principal del Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares, explica que los trastornos funcionales no se manifiestan de manera lineal.

Generalmente, la mayoría de las personas cuando enferman buscan una sola causa, una simple cadena de eventos que comienza con un evento o un germen y termina en el malestar padecido. Pero en la realidad, la causa puede ser multifactorial e implicar un ciclo de retroalimentación entre nuestras expectativas, emociones y fisiología.

Las experiencias y sentimientos naturales pueden amplificarse, especialmente bajo el efecto del miedo y la ansiedad. Hallet y otros expertos afirman que esta situación crea una especie de ciclo entre la mente y el cuerpo del que puede ser difícil salir y que puede hacer que estas condiciones sean difíciles de tratar.

“Es muy poderoso y a menudo subestimado –explica el profesor Keith Petrie. De los comentarios que leí del médico [del Departamento de Estado] asociado a lo sucedido en la embajada [en La Habana], fue interesante cómo descartó esta explicación. No parecía entender lo fácil que esto puede pasar”.

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