Cuba y EE.UU.: Un viaje de veinticuatro meses

Las banderas de Cuba y Estados Unidos en la fachada del restaurante La Moneda Cubana en La Habana. Foto: Yamil Lage/AFP/Getty Images/Archivo.

Las banderas de Cuba y Estados Unidos en la fachada del restaurante La Moneda Cubana en La Habana. Foto: Yamil Lage/AFP/Getty Images/Archivo.

Han pasado dos años de aquel histórico 17 de diciembre que de tanto mencionarse quedó abreviado en 17D. Pocos, dentro y fuera de Cuba, podían imaginar lo que sucedería en aquella jornada de 2014 ni los pasos que se darían desde entonces. Cuando los presidentes Barack Obama y Raúl Castro comunicaron al mundo la voluntad de normalizar las relaciones entre sus dos países, se inició una travesía que, sin estar exenta de tropiezos, ha continuado su avance hasta hoy.

Lógicamente, persisten perspectivas divergentes en más de un tema, pero a través del diálogo se muestran resultados concretos, impensados poco tiempo atrás. Los acuerdos firmados y las posibilidades de ampliar la colaboración evidencian la importancia de concentrar los esfuerzos en lo que acerca a ambas naciones y no en lo que las separa.

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Entre los hitos del acercamiento entre Cuba y Estados Unidos iniciado el 17D resalta la visita a la Isla del presidente Obama. Su llegada, 88 años después de que lo hiciera Calvin Coolidge, último mandatario estadounidense en activo que visitó la Isla, se convirtió en uno de los sucesos más mediáticos de este 2016 y devino clímax del proceso de normalización.

Otras visitas trascendentes han sido las de el Secretario de Estado John Kerry, presente en la apertura oficial de la embajada de Estados Unidos en La Habana, y la de Jill Biden, esposa del vicepresidente Joseph Biden, quien llegó a Cuba en visita oficial para promover los intercambios educativos y culturales entre ambos países. Por la parte cubana, varios ministros y funcionarios han viajado a los Estados Unidos como parte del intercambio bilateral.

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En su empeño de hacer irreversible la aproximación entre su país y Cuba, la administración Obama ha emitido un grupo de medidas destinadas a influir en tanto en el plano económico como en el social. Estas medidas, aunque acogidas con beneplácito en la Isla, han sido consideradas insuficientes por el gobierno cubano que reclama el levantamiento del bloqueo económico y la devolución del territorio de la Base Naval de Guantánamo.

Tampoco han faltado opositores a la política de Obama en los Estados Unidos, en particular en la zona más conservadora de la comunidad cubano-americana y los legisladores republicanos que la representan. El propio presidente electo Donald Trump ha criticado los acuerdos alcanzados hasta hoy y ha amenazado con revertir la política de su predecesor, lo que añade una dosis de incertidumbre al acercamiento actual.

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Más allá del terreno político, lo experimentado tras el 17D aporta motivos para el optimismo. El creciente intercambio entre estadounidenses y cubanos, el incremento de los viajes entre ambos países y de los encuentros entre científicos, artistas, académicos y hombres de negocios, ha abierto nuevas posibilidades de desarrollo y ha estrechado los vínculos históricos existentes por más de un siglo.

En especial, la economía se erige como un campo prometedor donde, si bien no se ha avanzado lo suficiente, existen intenciones y potencialidades indiscutibles. Estrechar más estos lazos, al igual que los sociales y culturales, consolidaría el viaje iniciado el 17 de diciembre de 2014 y obstaculizaría las intenciones de la próxima administración estadounidense de retroceder lo avanzado. En ello residirá el beneficio de ambas naciones y ambos pueblos.

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