El misterioso ladrón de Viñales

Foto: generacioncubanaxc

Iglesia de Viñales. Foto: generacioncubanaxc

Todo indica que el peligro pasó, pero los habitantes de Viñales siguen revisando debajo de la cama antes de irse a dormir, y asegurando con pestillo las ventanas y puertas, por si el misterioso ladrón que hace menos de un año se ensañó con el pueblo, decide volver.

Los eventos sucedieron en el lapso de un mes, o tal vez un poco más. Con el tiempo, la gente suele perder la noción de las fechas. Sin embargo, nadie olvidará la serie de atracos que durante varias semanas rompieron la quietud de la noche en este municipio de Pinar del Río.

“Por las mañanas, uno siempre escuchaba: ‘anoche fue en tal lugar, en casa de fulano’. Así pasó una pila de veces”, recuerda Migdalia Echevarría.

“Las personas se deban cuenta de que alguien había entrado en su vivienda por el reguero y porque faltaban cosas, pero nunca forzó una puerta ni le hizo daño a nadie”, explica Rubén Cruz.

Cuentan que después de los primeros casos, la vigilancia en las calles se multiplicó.

“Se veía un movimiento diferente. Estaban las tropas especiales y el delegado del Ministerio del Interior venía casi todos los días, y también había guardia permanente de los CDR”, añade Rubén.

“Todos los tipos de policía que existen estaban aquí, hasta esos a los que les dicen las ‘avispas negras’, traían guaguas llenas de Pinar del Río, perseguidoras y nadie podía coger al hombre”, coincide Migdalia.

“Dicen que hasta ponía carteles anunciando que iba a robar en un lado, que fueran para allá, y luego se metía en otra parte, donde no lo estaban esperando”, relata Jesús Rodríguez.

“Cerca de donde vive mi hijo entró a una casa y el dueño se enredó con él, pero lo empujó y se le fue entre las manos”.

Nadie sabe a ciencia cierta la apariencia del extraño bandido, pues se afirma que vestía de negro y andaba encapuchado, las veces que lo vieron brincando cercas o caminando sobre los techos.

Si el modus operandi resultaba poco común, mucho más desconcertante era el resultado de los robos.

“Nunca cogía objetos grandes, como un televisor o un equipo de música”, cuenta Mailyn Martínez.

Maday González, vecina de unas de las muchas viviendas en las que estuvo, confiesa que “había celulares y mil cosas más de valor que pudo haberse llevado, hasta dos bicicletas todo terreno buenísimas, y lo único que tomó fueron 60 pesos en moneda nacional”.

En la mañana siguiente, su cuñada fue quien primero notó lo sucedido, cuando se levantó a prepararle la leche a su hija de pocos meses.

“El cuarto del medio, donde no duerme nadie, estaba todo revolcado, con el colchón movido, el escaparate abierto y todo tirado en el piso. Hasta en los closecitos de la cocina estuvo registrando.

“En las demás habitaciones, en las que sí había personas, también se metió, pero no hizo tanto reguero.

“Enseguida llamamos a la policía. Los de Criminalística determinaron que con un alambre quitó el pestillo de la ventana de la sala para entrar por allí, pero no encontraron huellas ni ninguna otra pista”.

Ante el escaso valor de los objetos que generalmente sustraía, la habilidad para entrar en las casas sin forzar nada y para escabullirse en más de una persecución, no faltó quien sugiriera que se trataba de alguien con entrenamiento especial, que estaba tratando de sembrar el terror en el poblado.

Y en efecto, de ser uno de los lugares más tranquilos de Cuba, donde los sillones duermen en los portales de las casas y nadie se los lleva, Viñales se convirtió en un sitio en permanente zozobra.

“El pueblo estaba atemorizado con eso —admite Migdalia. Yo misma antes de dormir cerraba bien las persianas y las puertas, revisaba dentro de los closets, y me acostaba pensando si así y todo vendría, creyendo que uno tiene dinero”.

Migdalia, una de las afectadas por el misterioso ladrón de Viñales. Foto: Ronald Suárez
Migdalia, una de las afectadas por el misterioso ladrón de Viñales. Foto: Ronald Suárez

“Hubo un tiempo en que la gente se ponía en los portales a velar, y no les gustaba que los muchachos salieran de noche —añade Maday. Todo el mundo tenía miedo”.

Para acentuar aún más el misterio, un buen día los robos cesaron, y no continuaron las noticias del ladrón.

Poco a poco, Viñales recuperó el semblante de pueblito apacible, en el que jamás se han llevado un bombillo de un portal o una pieza de ropa de una tendedera.

A más de un año de los sucesos, a las familias que denunciaron la entrada de un intruso en su casa y la pérdida de objetos o de dinero, nadie les ha informado que esa persona haya sido capturada, aunque tampoco hay indicios de que algo similar haya ocurrido en otra parte de la provincia o del país.

Por tanto no se sabe si el ladrón escurridizo que mantuvo en vilo el poblado decidió poner fin a su carrera, o fue a parar a prisión, por otro delito que no ha sido asociado a los robos de Viñales. O tal vez, el hombre simplemente quiso tomarse unas vacaciones, antes de preparar su próxima fechoría.

Viñales. Foto: Ronald Suárez
Viñales. Foto: Ronald Suárez
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