Estados Unidos, ausente en la Cuba del cambio

El presidente cubano Raúl Castro, a la izquierda, estrecha la mano del vicepresidente Miguel Díaz-Canel al cierre de la sesión legislativa en la Asamblea Nacional el 20 de diciembre de 2014. Foto: Ramón Espinosa / AP.

El presidente cubano Raúl Castro, a la izquierda, estrecha la mano del vicepresidente Miguel Díaz-Canel al cierre de la sesión legislativa en la Asamblea Nacional el 20 de diciembre de 2014. Foto: Ramón Espinosa / AP.

Falta menos de un mes para que Cuba tenga un nuevo Presidente. En términos de política internacional, el mundo entero ha sido sensible a este momento de cambio y ha procurado acompañar el proceso. No así Estados Unidos, cuyo Presidente actual retomó el tipo de discurso y las políticas que prevalecieron hasta 2016, antes de que Barack Obama, en coordinación con el gobierno cubano, rompiera el hielo de la Guerra Fría y se sentara a la mesa de negociaciones con Cuba.
En un exhaustivo artículo, la revista estadounidense Foreign Affairs explora las condiciones de la cercana “nueva era” de la Isla y cómo la hostilidad desde Estados Unidos perjudica los intereses de ese país no solo en Cuba, sino a nivel regional y mundial.

Las diferencias

“Conozca al nuevo jefe”, dice el texto firmado por Marguerite Jiménez, asociada sénior de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA por sus siglas en inglés) para Cuba, refiriéndose a Miguel Díaz-Canel, primer vicepresidente cubano y quien muy probablemente sustituya a Raúl Castro en el cargo de Jefe de Estado.
Díaz-Canel asumiría el cargo un día antes de cumplir 58 años, apunta el artículo, señalando la edad como una de las diferencias principales respecto a sus predecesores. Fidel Castro tenía 81 años cuando entregó el poder a su hermano, quien ha gobernado entre sus 76 y sus 86 años. El primer vicepresidente cubano, junto al 70 por ciento de la población, no conoce una Cuba que no sea la de la Revolución Cubana.
Por primera vez en seis décadas quien detente el poder no será alguien de la generación histórica. No habrá participado en las luchas revolucionarias, con lo cual no goza de “la forma básica de legitimidad” de otros oficiales, lo que la autora llama “pedigrí revolucionario”.

Miguel Díaz-Canel hace fila para votar en las elecciones para la Asamblea Nacional en Santa Clara, el 11 de marzo del 2018. Foto: Alejandro Ernesto / Pool Foto vía AP.
Miguel Díaz-Canel hace fila para votar en las elecciones para la Asamblea Nacional en Santa Clara, el 11 de marzo del 2018. Foto: Alejandro Ernesto / Pool Foto vía AP.

A partir de apuntes del currículum de Díaz-Canel como político del sistema, se trata de alguien que desde la posición de primer secretario del Partido Comunista a nivel provincial, ganó fama de “administrador eficiente, pragmático, y con don de gente”, dice Foreign Affairs.
Díaz-Canel ascendería luego de atravesar una ruta meritocrática: se unió al Comité Central en 1991, fue Ministro de Educación Superior en 2009 y luego nombrado Vicepresidente en 2013. Sería el Presidente de un país que aún se recupera del último huracán, intenta adaptarse a la reducción de subsidios desde Venezuela, y enfrenta continuas restricciones del bloqueo estadounidense.
Jiménez considera que su legitimidad podrá nutrirse cumpliendo promesas con más agilidad en las reformas, expansión del acceso a la información, mejoras en la calidad de vida, y mayores oportunidades para los jóvenes en general. A la vez, realizar la unificación monetaria, continuar promoviendo la inversión extranjera, y mejor eficiencia del sector estatal.

EE.UU. vs el mundo

Es un hecho comprobado que ni Estados Unidos ni ningún otro actor externo determinará el ritmo de los cambios en Cuba. Pueden, sin embargo –añade el artículo–, crear un clima en que la reforma sea más fácil.
La autora menciona la creación del Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación entre Cuba y la Unión Europea; la colaboración de acreedores de Cuba al condonar deudas, y acciones por parte de potencias como Rusia y China afirmando su alianza política y económica con la Isla.

Mogherini: la Unión Europea seguirá junto a Cuba


“Los países del mundo están involucrándose más con Cuba precisamente en el momento en que Estados Unidos lo hace menos”, con medidas contrarias el legado de su predecesor, retrocediendo el compromiso con el acercamiento, ralentizando –si bien no prohibiendo– viajes a la Isla, limitando las posibilidades de una nueva relación comercial, y cortando el personal de las sedes diplomáticas en ambos países.
“En un momento de cambio histórico en la Isla –concluye el artículo– Estados Unidos necesita un vínculo más directo con Cuba (si no lo hace, otros lo harán). Esto, al menos, debería incluir una embajada con equipo completo y activa en La Habana. Incluso para una dura administración Trump, volver a dotar de personal a la embajada serviría al interés nacional de Estados Unidos, incluso mediante la recopilación de información sobre la dinámica cambiante de Cuba y el fortalecimiento de la cooperación en materia de cumplimiento de la ley, antinarcóticos, trata de personas y asuntos ambientales. Estados Unidos no tiene nada que ganar con su actual política de hostilidad. De hecho, al tratar de aislar a Cuba, Washington solo logrará aislarse”.

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