Etecsa, Internet

En 2012, dieciséis años después de haber entrado por primera vez a Internet mediante la vía satelital, la más costosa, debido al embargo/bloqueo, en Cuba el acceso a Internet era de 25,6 por cada 100 habitantes, contrastando con Chile (61,4), Argentina (55,8), Uruguay (55,1), Brasil (49,8), Colombia (49,0), Costa Rica (47,5), Venezuela (44,0) y México (38,4).

Según un informe de ETECSA, al año siguiente, en 2013, “ampliar las modalidades para el acceso a Internet en el corto y mediano plazo” era uno de sus objetivos. Respondiendo a la tesis del “síndrome del dictador”, Jorge Luis Perdomo, segundo al mando en el entonces Ministerio de Informática y Comunicaciones, declaró en el marco de la Convención Internacional Informática 2011, en el Palacio de las Convenciones, que no había “ningún obstáculo político para abrir Internet a la población cubana”.

En 2014, ante rumores de que el acceso desde las casas sería una realidad, la empresa comunicó que continuaba “trabajando para seguir ampliando y acercando cada vez más este y otros servicios a la población”. Y añadió que para ello se ejecutaba “un proceso inversionista que permitirá ampliar las opciones de conectividad en el país”. Varios funcionarios declararon que el acceso a Internet desde casas y telefonía móvil podría estar disponible en el transcurso de ese año. “Hay un plan bastante ambicioso para dar servicio a la población”, dijo Daniel Ramos, director de operaciones de seguridad de ETECSA durante una comparecencia pública (abril de 2014). Hoy el plan consiste en conectar a Internet al menos la mitad de las viviendas cubanas en 2020, y el 60 por ciento de los teléfonos.

Pero ese acceso desde las casas no llegó sino hasta unos dos años después. Entre diciembre de 2016 y febrero de 2017 se hizo una prueba piloto con servicio de Internet gratuito a 2 000 clientes gracias a un convenio con la empresa china Huawei. “Lento, limitado y muy costoso” fueron los titulares –y también las quejas. Después del instante karma de gratuidad, fueron 30 horas mensuales de conexión cuyo costo al usuario oscila entre 15 y 70 CUC. Obviamente alto, incluso en su variante mínima.

“Todo aquel que tenga telefonía fija en su casa será un cliente potencial y será contactado vía telefónica para concertar la cita y, de estar interesado, firmar un contrato” –le dijo a Granma Amarelys Rodríguez, jefa del proyecto Nauta Hogar. Como se sabe, el acceso en viviendas en estuvo reservado durante largo tiempo a médicos, periodistas, funcionarios, intelectuales y académicos.

Según Tania Velázquez, vicepresidenta de Estrategia de Negocios y Tecnología de ETECSA, en mayo de este año había 37 000 contratos para entrar en la web mediante Nauta Hogar; al cierre de 2018 se pretende dar acceso a alrededor de 52 000 hogares. Los últimos datos disponibles, que son de 2016, arrojan que Cuba registró más de 4,5 millones de usuarios de Internet, esto es, unos 403 conectados por cada 1 000 habitantes.

Estadísticas de Internet World Stats la ubican como penúltimo país en penetración de Internet (33,6%) en el área del Caribe, solo por encima de Haití (12,8%) y St. Martin (3,4%). Al margen del recorrido, la Isla sigue atrás no solo respecto al mundo desarrollado (el clásico gap o brecha digital) sino también a varios países latinoamericanos –Brasil, Chile, Argentina, Panamá, Costa Rica y Uruguay, por ejemplo–, que han venido modernizando progresivamente su infraestructura y acceso a la red de redes.

En Argentina, desde 1997 el Decreto Ley 554 declaró de interés nacional el acceso de los ciudadanos a Internet con “tarifas razonables y con parámetros de calidad”. Hoy en Cuba, por las razones que sean, no hay ninguna de las dos cosas.

Tampoco existen programas para proveer servicios de Internet y wi-fi gratuitos en plazas, parques, terminales de ómnibus y otros lugares públicos, como en distintas capitales latinoamericanas (Buenos Aires, Montevideo, Bogotá, México DF…), emprendimientos de inclusión digital que suelen estar protagonizados por el Estado en conjunción con proveedores privados.

El binomio precios altos/calidad de conexión sigue siendo un problema. Una cubana lo resumió en su momento de la siguiente manera: “Estar informada, contrastar las informaciones o seguir los deportes de otros países es lo ideal para cualquier persona, pero yo no puedo cambiar una hora de Internet, equivalente a 112 pesos, por dos libras de carne de res en el mercado negro”.

Las dificultades/demoras para bajar información, imágenes y datos en centros de trabajo e instituciones son, sin dudas, proverbiales. Por solo mencionar un par de casos, para un investigador de ciencias sociales o humanísticas bajar de la web un texto en .pdf puede resultar el parto de los montes, en caso de tener suerte y no padecer de hipertensión arterial.

Pero a veces se olvida que el gap aludido no solo tiene que ver con el acceso, sino también con el ancho de banda. De acuerdo con el informe Estado de la banda ancha en América Latina y el Caribe, de la CEPAL (septiembre de 2016), en la subregión el líder es Uruguay, con 10,21 Mbps, seguido por Perú, Chile, Colombia, México, Guatemala y Brasil. El silencio, como en música, tiene aquí valor expresivo: Cuba ni aparece mencionada.

A fines de 2017, en el marco de la Feria Internacional de La Habana, ETECSA y United Telecomunication Services (UTS), de Curazao, firmaron un convenio para aumentar el ancho de banda. Cuestión de seguir cruzando los dedos: los acuerdos con Google (2016), que “permitirán a los usuarios acortar el tiempo de acceso a los contenidos de Google en Internet, proporcionando una mayor velocidad y calidad en el servicio y la optimización de las capacidades de la red internacional de ETECSA”, y luego con SES Network de Luxemburgo (2018) para optimizar el enganche satelital, no han producido, de hecho, el gran salto hacia delante.

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