El juego de las fuerzas que la Constitución convoca

Foto: Kaloian.

Foto: Kaloian.

Lo que sigue son anotaciones, dudas y preguntas a propósito del Proyecto de la que va a ser la Constitución de la República de Cuba. Como no soy experto en Derecho debo haber cometido mil errores en los comentarios, ya sea en el empleo de conceptos jurídicos o al imaginar que una determinada cosa puede ser realizada o no.

Lo único que me aligera de haberme empeñado en un esfuerzo vacuo es la sinceridad y, menos para mí mismo que para mis hijos, los de mis amigos, los de otros que me caen bien y, en general, los de cualquiera que nunca conoceré y que van a seguir viviendo en mi país.

A mi entender, una Constitución trata de eso: lo posible y lo imposible, el presente y el futuro, lo que tiene sentido (aunque sea) soñar y lo que no, las estructuras que van a poder ser creadas y aquellas para las que no hay oportunidad alguna, las continuidades y los cambios, las rutinas y las aperturas, el mundo que hemos vivido y el otro que podríamos tener, los errores y su superación, los límites.

Al mismo tiempo, después del colapso del socialismo en Europa del Este y en un momento de retroceso de los procesos de izquierda en América Latina, la revisión, reconstrucción y refundación del ordenamiento constitucional cubano es un hecho necesario, memorable, fascinante, inquietante, llamativo, delicado, comprometedor, fuerte, incómodo, trascendente.

Podría agregar decenas de adjetivos y aún no alcanzaría a precisar el juego de las fuerzas que la Constitución convoca, acoge, organiza y afecta, desde nuestro presente y hasta que vuelva a ser realiza una transformación de esta magnitud.

En el contexto político señalado, al cual habría que sumar el aumento y diversificación de la agresividad del capital e imperial, revisar la Constitución de un país socialista que, por demás, reúne como características mínimas el pertenecer al circuito del subdesarrollo y el estar bloqueado por su enemigo mayor y vecino, es una acción con ribetes de épica.

Si además recordamos esa evidencia simple de que –como las cosas que están delante de los ojos, casi siempre se olvidan–, vamos ya para la tercera década del siglo XXI (en una isla, del Caribe, dentro de América Latina, y en el denominado “mundo occidental”), entonces el desafío se revela como algo desmesurado, poco menos que propio del delirio total.

La explicación es sencilla: la Constitución está obligada a desplegar las estrategias e instrumentos que van a permitir –dentro de un orden socialista– no sólo sobrevivir, sino mantener conquistas igualitarias; no sólo mantener conquistas, sino expandirlas; no sólo mantener, sino avanzar por el camino hacia un desarrollo económico continuo y siempre mayor.

A la vez, puesto que nos adentramos en ese siglo XXI, la Constitución está obligada –junto con la defensa de la continuidad del ideario marxista– a absorber los cambios de lenguaje y pensamiento que son resultado de las luchas democráticas en el mundo que a todos nos rodea e integrarlos a su corpus.

Además de lo anterior, la Constitución tiene que impregnarse del espíritu de un tiempo donde las comunicaciones y la sociabilidad humanas han cambiado; época de redes sociales, copia de contenidos en memorias, celulares, computadoras, instantaneidad, imágenes viajando sin descanso y en multiplicación exponencial, contactos e intercambios transnacionales constantes, crecientes.

Y, finalmente, para que la desmesura se convierta ya en locura radical, usando todas las fuerzas y tensiones mencionadas, la Constitución está obligada a hacer lo más imposible de todo: presentar, a los ciudadanos del país y a ese mundo en el cual vivimos, un modelo que transmita voluntad de justicia, posibilidad clara de desarrollo y estabilidad, y que resulte atractivo e interesante (de continuar desarrollándolo) para quienes lo lean o escuchen hablar de él.

La gracia del asunto, “el pollo del arroz con pollo”, como decimos los cubanos, está en que a las personas les entren unos deseos irresistibles de vivir en el país que les dibuje su Constitución.

Mientras está siendo analizada y comentada, a lo largo y ancho del país, confieso que varias cosas me inquietaron al leerla por primera vez y tantas anotaciones hice (a modo de revisión íntima, en los bordes de mi tabloide) que pienso haber superado mis posibilidades de intervención en la reunión que me toque a propósito del documento.

Dos cosas es importante aclarar.

Primero, el procedimiento que elegí fue destacar en negrita aquellos momentos en los que agrego algo (palabra, párrafo, idea) que nuestro Anteproyecto no tiene; con la herramienta de resaltar en color azul destaqué cuestiones que, a mi entender, deben ser eliminadas o resultan altamente problemáticas y precisan de debate profundo; otras veces, para cuestiones de interés especial, usé la negrita resaltada en verde; finalmente, para realizar comentarios que explican el porqué de proponer este o aquel agregado, me valí de la negrita en color rojo.

Segundo, en numerosas ocasiones los textos en negrita vienen acompañados de un pequeño número al final. Aquí empleé el subíndice para que, pinchando en el número, se pueda ir a la sección de notas, donde aparece el fragmento de Constitución que me sirvió de inspiración (para el fragmento que antes resalté en negrita), el país de donde procede, el número del artículo concreto que entonces reproduzco para que se pueda hacer comparaciones.

Todo esto fue posible gracias al sitio web Constitute colocado y mantenido en línea por Google Ideas y también a numerosos artículos, libros y Constituciones de otros países que consulté en línea o descargué para chequear con calma en casa. Esto me permitió leer unas 35 Constituciones o fragmentos, de diversas épocas y así disfrutar de un interesante paseo por modos de pensar problemas de ordenamiento constitucional.

Después de este delirio, son tantas las anotaciones que sólo podré seleccionar unas pocas y decirlas el día que asista a la asamblea. Sin embargo, ya sea que el momento llegue o pase, puedo compartir –con amigos, colegas y personas que respeto– el documento que por fin salió después de todas estas anotaciones.

PARA ESTUDIAR EL ANTEPROYECTO CON LAS PROPUESTAS Y COMENTARIOS REALIZADOS POR VÍCTOR FOWLER, puede DESCARGAR desde el siguiente enlace el documento:

Proyecto de Constitución de la República de Cuba (con agregados y comentarios de Victor Fowler Calzada)

 

Nota de la edición:

*El texto anterior y las anotaciones y comentarios hechos por el ensayista cubano Víctor Fowler (documento adjunto) al Proyecto de Constitución de la República de Cuba, han sido publicados en OnCuba con la autorización expresa de su autor, con el ánimo de contribuir a su difusión y con ello al debate sobre la Carta Magna que entre todos los cubanos debemos construir.

 

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