La espera de las familias

Familiares de las víctimas en el Hotel Tulipán. Hasta el miércoles 23, han sido identificados los restos de 58 víctimas. Foto: EFE.

Familiares de las víctimas en el Hotel Tulipán. Hasta el miércoles 23, han sido identificados los restos de 58 víctimas. Foto: EFE.

El lunes 21 de mayo fui al hotel Tulipán de La Habana a visitar a los padres de un amigo, casi hermano, fallecido en el accidente aéreo del 18 de mayo.

¿Por quién viene usted?, me preguntó en la entrada una mujer. Hay 67 holguineros entre las 111 víctimas. Hay representación de al menos 67 familias en este hotel.

En medio de la confusión vi al padre de mi amigo; agradecí a la señora que me recibió, y entré. Conversé con la familia, les brindé mi apoyo más con mi presencia que con alguna frase porque no hay nada que decir.

Hotel Tulipán, donde se encuentran familiares y allegados de las víctimas. Foto: EFE.
Hotel Tulipán, donde se encuentran familiares y allegados de las víctimas. Foto: EFE.

Mi visita coincidió con el momento en que Medicina Legal informaría sobre los cuerpos identificados. Entraron todos al salón, yo prefería quedarme afuera, justo al lado de la puerta.

Unos minutos después comenzaron a salir. Quienes habían identificado un familiar, quienes habían sido citados para identificar objetos, o quienes todavía no recibían ninguna noticia… Todos lloraban. Habían identificado tres cuerpos más, y pidieron a un grupo de familiares que se dirigieran al Instituto de Medicina Legal para comenzar a identificar objetos encontrados. “Son solo objetos”, insistían algunos para espantar en otros el temor de ver a seres queridos deshechos.

A mi lado se sentaron varias personas. Sin que les preguntara, comenzaron a compartir sus historias.

Un conocido de mi familia estaba allí, había perdido a un sobrino con su esposa, hijo y suegra. Otra pareja me contó que en el accidente perdieron a su único hijo. Yo escucho, e intento mostrar solidaridad con ellos.

El duelo de las familias. Foto: EFE.
El duelo de las familias. Foto: EFE.

La madre de mi amigo no para de llorar, no tiene fuerzas para caminar. Su desesperación no es solo ya por la muerte de su hijo, sino porque no lo han identificado todavía. Está llena de preguntas sin respuesta.

Vi la agonía de tantas familias reunidas. Los apoya el personal de servicio del Hotel, además de médicos, psiquiatras que están todo el tiempo con ellos, pero no hay paz en medio de su dolor.

Salí angustiada y triste, en un estado que todavía no ha quedado atrás y que sé que permanecerá por algún tiempo. No es fácil apartar de mi mente la imagen de tantos rostros abatidos.

 

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