Más que en Vietnam

Empleadas de la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas regresan a la institución en Parkland, Florida, el viernes 23 de febrero de 2018, por primera vez desde que 17 personas murieron baleadas en un tiroteo Foto: Mike Stocker / South Florida Sun-Sentinel vía AP.

Empleadas de la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas regresan a la institución en Parkland, Florida, el viernes 23 de febrero de 2018, por primera vez desde que 17 personas murieron baleadas en un tiroteo Foto: Mike Stocker / South Florida Sun-Sentinel vía AP.

La matanza de Parkland, Florida, puso de nuevo en el orden del día el tema de la violencia y las armas de fuego en la sociedad estadounidense.

Este debate tuvo un punto crítico durante la era Reagan, cuando el pensamiento a ella asociado responsabilizaba a los medios de difusión, en particular a la industria hollywoodense –y un poco más tarde, a los juegos electrónicos– de ser los causantes del problema. Una idea que los liberales rechazaban con el argumento de que no hacían sino reflejar la violencia existente en las calles, por lo demás fuertemente enraizada en la historia y la cultura.

Como se sabe, comenzó por el exterminio de los americanos nativos, pasó por una cruenta guerra de liberación contra los ingleses, siguió con otra guerra en la que México perdió una enorme cantidad de territorio, continuó por una violentísima colisión entre el Norte y el Sur, y culminó con las expansiones de fines del XIX y principios del XX.

Y en medio de todo, está el rol de ciertos héroes en la psicología y el imaginario populares: comics de colonos con arcabuces vs. indios con flechas, el lejano Oeste, Billy The Kid, Wyatt Earp, Bonnie and Clyde, Al Capone…, personajes todos que para conseguir sus propios fines acudían a artefactos que empezaban por un Colt 38 y terminaban en una ametralladora Thompson puesta a sonar alegremente en las calles del Chicago de la depresión y la Ley Seca.

Aquí la realidad no necesita intérpretes sino más bien habla por sí misma. De entonces a acá, el discurso social sobre el tema a menudo viene con el siguiente razonamiento: “No son las armas las que matan, sino las personas”. O lo que es igual: “Las armas no pueden dispararse por sí mismas”. Pero si se va a la raíz, uno se percata de que esta formulación suele encontrarse (aunque no limitarse) en personajes ligados a la Asociación Nacional del Rifle, esa que ha aportado fuertes dividendos a congresistas y políticos: en 2017, $ 4.1 millones de dólares vs. $ 3.1 millones en 2016. Uno de los lobbies más poderosos de la hora.

La segunda enmienda a la Constitución de los Estados Unidos (1791) garantiza el derecho de los ciudadanos a portar armas. Inscrita en piedra, constituye un componente esencial del llamado excepcionalismo americano y ha sido ratificada dos veces por la Corte Suprema en el pasado reciente (2008 y 2010). Como esto es así y por consiguiente no se le va a tocar ni con el pétalo de una rosa, las posibles acciones en este terreno gravitan sobre la regulación y control de la venta de rifles de asalto y otros hierros duros.

Duelo y preguntas tras el tiroteo de Florida

Armado con un fusil de asalto semiautomático AR-15, en Parkland Nikolas Cruz mató en 6 minutos a 17 seres humanos, de ellos 14 estudiantes. En la matanza de la escuela primaria Sandy Hook, Connecticut, provisto de dos AR-15, una pistola Sig Sauer y una Glock, el asesino Adam Lanza solo necesitó 5 minutos para ejecutar a veinte niños de entre 6 y 7 años. Y lo hizo después de volarle los sesos a su madre mientras dormía y de liquidar a cinco personas más.

Limitar el acceso a cierto tipo de armamentos no es la solución sino un paliativo. Ahí opera una diversidad de factores, entre ellos alienaciones, inseguridades, crisis, despidos, traumas, divorcios, estrés y sobre todo miedo, mucho miedo, un sentimiento social en el que los estadounidenses suelen ser verdaderos expertos, y que demasiado a menudo los lleva a disparar primero y preguntar después. Paliativo, además, porque en el país hay más de 310 millones de armas de fuego en poder de la gente, la mayor concentración en manos privadas en todo el mundo.

Tiroteo en escuela de Texas

Limitar entonces la cuestión al armamento grueso tendría poco impacto sobre el hecho de que unas 93 personas fallecen al día por armas de fuego, no necesaria ni principalmente con hierros de alto poder, sino convencionales. Y esta cifra no incluye a los caídos de manera accidental por esas armas y a quienes se suicidan utilizándolas. La sumatoria de estas categorías es tan dramática como aterradora: unos 33,880 anuales, expresión de un excepcionalismo incómodo: en Estados Unidos mueren cada dos años, a golpe de puro tiro limpio, más individuos que en la guerra de Vietnam.

De acuerdo con The Educator’s School Safety Network, después de Parkland unas 985 escuelas han recibido amenazas, en su mayoría falsas. Pero 33 cerraron y en 15 hubo lock down (cerco policial). “Estamos rastreando 70 diarias”, dice la organización.

La pregunta entonces es obvia: ¿Cuándo será la próxima matanza?

Salir de la versión móvil