Se cae un avión

Bandera cubana ondea a media asta cerca de la estatua de José Martí al inicio de dos días de luto en Cuba, el 19 de mayo de 2018. Foto: Ramón Espinosa / AP.

Se cae un avión y la vida sigue. Siguen los nacimientos y las muertes, las sonrisas, los helados, los besos, los disgustos, las celebraciones de cumpleaños, las bodas, las graduaciones, las elecciones presidenciales, las compras y las ventas, las sorpresas y las desilusiones, los amores y los desencuentros. Se cae un avión y los niños siguen jugando al pon, los papalotes siguen volando, los deportistas ganan medallas, los bailarines siguen bailando, los magos continúan sacando conejos blancos de sus sombreros, los albañiles siguen haciendo mezclas, los poetas siguen escribiendo poemas, los músicos siguen tocando, los campesinos siguen plantando semillas confiados en la promesa de la germinación.

Se cae un avión y te angustias y te parece horrible, pero la vida sigue para ti, hasta que descubres una conexión con alguien que cayó con el avión. Entonces, por un segundo, dejan de sucederse los nacimientos y las sonrisas, los helados, los besos, los poemas, las melodías, las medallas, los conejos blancos que saltan de los sombreros de magos. Los bailarines dejan de bailar y los campesinos se detienen con la semilla en la cuenca de su mano.

Siempre hay una conexión, alguna persona que no conoces, pero que fue novio, amigo, familia, pariente, compañero de alguien que tienes cerca y entonces todo se detiene para ti. Sientes que es real y la angustia se muda de la cabeza al cuerpo. Y cuando eso pasa, cuando lo sientes en tu pecho, entonces deja de ser una noticia y se convierte en la vida.

Yo creo que todos estamos conectados, de alguna forma, con los que iban en el avión. Yo creo que la gota salada que ahora cae sobre el teclado tiene los nombres y los rostros que imagino están unidos a mí por alguna cuerda invisible. Estamos conectados, con la gente de ese avión y con la gente de esta isla. Ojalá no se nos olvide lo pegados que estamos y podamos ser más útiles y más honestos y más hermanos.

Yo creo que después del dolor vendrán otra vez los nacimientos y los papalotes y los cantos y las sonrisas, y los amores y los besos. Yo creo que después del dolor hay que saber confiar en la promesa de la semilla.

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