Videojuegos en Cuba ¿Fanáticos o adictos?

Mario Rodríguez Portales todos los días a las cinco de la tarde se convierte en soldado. Deja a un lado la mochila; cambia su uniforme escolar por uno verde que lo vuelve poderoso e infalible, y se inmola en su “trinchera” a disparar a diestra y siniestra.

A veces son las ocho de la noche, y permanece en la misma posición, tratando de aniquilar a un enemigo virtual que, sin darse cuenta, lo está sumiendo en un oscuro callejón plagado de efectos negativos. Y como Mario, miles de infantes cubanos ya no prefieren salir a la calle tras una pelota y un bate, sino que prefieren viajar por los parajes más exóticos y violentos con solo un clic.

La dependencia hoy día hacia los videojuegos, ya sea en consolas, computadoras, tabletas u otros dispositivos electrónicos, es una situación que alarma a algunos. Tal es así que un reciente estudio arrojó que casi 6 de cada 10 adolescentes y jóvenes, entre los 14 y los 18 años, juegan con videojuegos asiduamente, de ellos, un 42 por ciento lo utilizan como mínimo tres veces a la semana o diariamente.

Igualmente, reveló que la edad de iniciación como “gamers” es anterior a los 12 años y se mantiene una alta tasa de fidelidad: el 50 por ciento de los jugadores llevan siéndolo más de cuatro años.

Para Elizabeth García Castro, psicóloga-especialista del Ministerio de Educación, este tipo de juegos “hace que disminuyan las relaciones interpersonales y actividades físicas requeridas para un buen desarrollo intelectual y corporal, y que aumente también la violencia, al existir juegos que la incentivan en los niños durante su pleno aprendizaje”.

“Entre las consecuencias más evidentes que pueden dejar este tipo de juegos –refiere García Castro– figura la desatención a todo lo que ocurre fuera de la pantalla, pierde interés por otras actividades vinculadas al ocio que antes realizaba con gusto, entre otras”.

Por otra parte, el pediatra José Ángel Martínez Cabrera confirmó que estar más de cuatro horas frente a equipos electrónicos puede ocasionar en los menores trastornos del sueño, muchas veces producidos porque no puede dejar de pensar en el juego y, sobretodo, porque juegan por la noche hasta caer rendido, por lo que quedará dormido durante el día.

“Además, la  inactividad es un factor importante en el marcado aumento en la obesidad, estar largos períodos frente a una consola aumenta la posibilidad de adquirir mayor masa corporal e incluso trastornos digestivos, pues muchas veces se alteran los horarios de comida”, considera Martínez Cabrera.

Asimismo, expuso que pueden producirse dolores musculares, molestias en la espalda, dolor de cabeza, molestias oculares, tensión en las manos por excesivo uso del mando así como irritabilidad.

Una revisión de videojuegos reveló que estos promocionan los estereotipos: “los personajes afroamericanos no mostraron reacción alguna ante el dolor”, pero esto no era así para los personajes latinos, señala Eileen Espejo, de Children  Now (Niños Ya). En 2001, el 73 por ciento de los personajes controlados por el jugador era de sexo masculino y el 87 por ciento de los héroes era blanco.

“De momento es más frecuente entre los varones, aunque quizá sea solo un efecto estadístico producido por la mayor afición a jugar entre los niños que entre las niñas, dada la temática de los juegos, pero es posible que en pocos años los porcentajes se igualen”, declaró Marlene Fuentes Casanova, profesora de Sociología en la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas.

Los niños, advierte, se distancian de su familia, de sus amigos y las relaciones humanas pierden interés; a lo sumo se relacionan con otros jugadores para hablar del juego que les mantiene “enganchado”, lo que limita también notablemente su rendimiento académico.

En ese sentido, Diana López Gutiérrez,  profesora de sexto grado afirma tener alumnos que muchas veces descuidan sus tareas y la entrega de trabajos por su afición a los videojuegos.

“A veces los observo y están demasiado intranquilos, solo conversan de eso y les es indiferente cualquier otro tipo de actividad, los padres en este aspecto juegan un papel primordial, pues ellos de conjunto con la escuela son los que debemos guiarlos por el camino correcto”.

Varios especialistas coinciden en que los videojuegos también poseen una cara positiva, pues en muchas personas agiliza la visión, mejora la memoria, enseña a aceptar las reglas y, bien usados, incluso refuerzan la unión y comunicación con los amigos y entre padres e hijos.

“La clave radica en controlar el tiempo de exposición a estos dispositivos”, indica Sandra Gómez Fernández, una mujer que día tras día se enfrenta a estas tecnologías  para que su hijo Reidel, de 8 años, no sea “consumido” por  la espiral de la dependencia.

“Las personas mayores podemos desarrollar varias estrategias para evitar problemas mayores, porque no podemos negarlo, los videojuegos están ahí y no es justo privarlos de esta distracción”.

“Un recurso que yo utilizo, refiere, es supervisar que los juegos que él maneja no posean altos contenidos violentos, ni obscenos así como proponerle otros divertimentos en los que realice actividad física e interactúe con otros infantes”.

Apunta Sandra que incluso implicarse de vez en cuando en los juegos puede resultar una experiencia diferente para ellos; lo idóneo, expresa, es que se distraigan pero que lo hagan también desde el aprendizaje.

Aunque todavía no está científicamente calificado como una adicción, el uso y abuso de los videojuegos está latente y son capaces de transformar las conductas.

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