Alas sobre Cuba I

Muchos antes que los hermanos Orville y Wilbur Wright asombraran al mundo el 17 de diciembre de 1903 con el primer vuelo aéreo, un agrónomo cubanos, Arturo Comas, propuso a José Martí en 1893 su mayor inventiva: una “máquina volante” con fines bélicos como su contribución a la gesta independentistas que se fraguaba en eso momentos.

La falta de recursos y la poca apreciación sobre la incipiente tecnología privaron a Comas de convertirse en uno de los padres de la aviación mundial, conocida en la Isla después de 17 años de espera, cuando a bordo del vapor francés Le Navarrete llegaron a Cuba el piloto galo André Bellot y su increíble artefacto, el cual estuvo varios días en exposición en la Plaza de la Catedral de La Habana.

La rústica aeronave, un Voisin-Forman I, con un motor de 50 caballos de fuerza, sería la primera en surcar los cielos cubanos en una breve demostración realizada en el desaparecido hipódromo Almendares el 7 de mayo de 1910, la cual desató entre algunos cubanos la pasión por volar, acrecentada un año más tarde con la visita a la Isla de los pilotos de la Curtiss Exhibition Company, integrada por norteamericanos, franceses y un canadiense, John Mc Curdy, protagonista el  5 de febrero de 1911del primer vuelo sobre la línea costera de la ciudad en una travesía de ida y vuelta desde el campamento militar de Columbia hasta el Castillo del Morro.

Con el ánimo de estimular los vuelos desde y hacia Cuba, el Ayuntamiento de La Habana ofreció en 1913 premios de 5 000 y 10 000 pesos para los primeros aviadores que cubrieran el trayecto desde Cayo Hueso, en Estados Unidos, convocatoria a la que se presentaron sólo dos aspirantes, Domingo Rosillo y Agustín Parlá.

El primero con un avión Morane, de fabricación francesa, similar al utilizado con anterioridad en el cruce del Canal de la Mancha, acontecimiento del que fuera testigo durante su preparación como aviador en París y el segundo con un hidroavión construido de bambú y lonas fabricado en la Academia Curtiss de Miami, institución que le confiriera un año antes el certificado de aviador a Parlá.

Al amanecer del sábado 18 de mayo de 1913 ambas aeronaves fueron ubicadas en la Isla Trumbo. Rosillo en tierra y Parlá en el mar. A lo largo de trayecto se situaron el crucero Patria, buque insignia de la menguada armada cubana y las cañoneras Hatuey y 24 de Febrero, así como dos buques de la marina norteamericana, con el fin de prestar ayuda en caso de un accidente, aunque no faltaron los contratiempos desde el mismo instante de la partida.

Tras la arrancada de Rosillo, Parlá intentó poner su frágil hidroavión en marcha, pero un mar embravecido rechazó los repetidos intentos del cubano hasta partirle las guías del timón, por lo que tuvo que posponer el despegue, lo que facilitó que su rival fuera recibido por una ciudad enardecida por las salvas disparadas desde la fortaleza de La Cabaña y el repique de las campanas de las iglesias.

Carente de medios de navegación y orientado por las embarcaciones apostadas a lo largo de la travesía, Domingo Rosillo tocó tierra dos horas y 35 minutos después de levantar vuelo, en el que recorrió 184 kilómetros, distancia superior al récord mundial de la época, pero no reconocido por las autoridades aeronáuticas de los Estados Unidos.

Al día siguiente, cuando todos daban por concluido el vuelo, Parlá, sin previo aviso y con una brújula como guía, se elevó sobre Cayo Hueso un poco antes de las dos y media de la tarde para ejecutar una de la más descabellada travesía que conozca la historia de la aviación mundial sobre un mar ahora tranquilo, pero sin la protección de las embarcaciones de Cuba y Estados Unidos.

Acompañado por una bandera cubana y convencido de lograr su propósito, el débil artefacto construido por el joven piloto y sus amigos cubrió 203 kilómetros en dos horas y cinco minutos hasta verse obligado a amarizar en la bahía de Mariel al quedarse su avión sin combustible.

Cargado en hombros Parlá fue conducido a la alcaldía de Mariel, donde izó a media asta la bandera que llevara consigo durante el vuelo, por ser 19 de mayo y conmemorarse el aniversario 18 de la muerte en combate del Héroe Nacional José Martí y horas más tarde emprendía el trayecto hacia la capital cubana a la que llegó a la caída de la tarde con un espectacular descenso en la caleta de San Lázaro, donde hoy se levanta el Parque Maceo. Tampoco esta marca sería reconocida por los norteamericanos como récord mundial de vuelo sin escala.

A partir de ese momento, los vuelos de exhibición se convirtieron en costumbre entre los habaneros, quienes bajo la tutela de experimentados pilotos cubanos y españoles podían desafiar la gravedad por sólo 60 centavos la hora, aunque sólo con fines de placer, ya que en Cuba no existía una academia de aviación reconocida.

(Continúa mañana: Alas sobre Cuba II)

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