¡¿El último?!

¿Sabe usted lo que es pedir “el último” en Cuba? Es una muestra de disciplina social, de organización, de educación, de tener el tacto suficiente para no violar los derechos de otros que llegaron primero. Es una de las normas no escritas de mayor utilización, la que se aplica en las colas; ella garantiza el derecho de prioridad en el turno, de acuerdo con el momento en que las personas llegan al lugar donde van a realizar alguna gestión.

Pero en las colas hay momentos de tensión. Uno de ellos es cuando llega alguien pidiendo “el último”. Todos permanecen atentos, pero en silencio, para comprobar que no haya errores, porque la persona que tiene “el último” debe esperar allí hasta que llegue otra y, a su vez, le pida “el último”. Es una forma de mantener la organización, porque si se va, cuando llegue otra persona ¿quién le dará “el último”? Aunque hay una fórmula que utilizan algunos para evitarse esos líos y, cuando le dan “el último”, le preguntan al que se lo dio si no se va a ir de la cola, porque tiene que ausentarse un momento…  Si le asegura que no, le pide que si llega alguien pidiendo “el último”, le dé su descripción y le diga que regresa enseguida. Se marcha del lugar y deja de “último”  al que ya se sentía feliz porque había dejado de serlo.

En el laboratorio del policlínico las colas están mejor organizadas. Cuando usted llega y pide “el último”, alguien de la cola —porque ningún empleado se mete en eso—, muy conocedor, le pregunta: “El último para qué”.  Y usted, que está en una situación embarazosa, con sus dos frasquitos muy bien envuelticos, no sabe cómo explicar para qué quiere “el último”.

Pero más penoso todavía es cuando esa misma pregunta se la hacen en la cola del proctólogo: “El último, ¿para qué?”. Y el sabiondo, vacilándolo un poco, casi gritando, le indica: “Para el ultrasonido es aquella y para el tacto es esta”. Y aquel tipo cincuentón, grandísimo, como la muralla del cuento, sin saber qué hacer, solo atina a pensar:  “¡Ñó, asere! ¿Quién me habrá metido en esto?”. Y, colorado como un tomate maduro, se pone “de último”… en la cola del tacto.

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