Recogedores

Camión para la recogida de basura

Según los trabajadores de comunales, en toda la capital solo hay 10 camiones como estos y la acumulación de basura se debe a que se turnan los barrios / Fotos: Raquel Pérez

Son las doce en punto de la noche y el camión anaranjado aparece en la esquina de 35 y 58b en la Ceiba, Playa. Un señor de sesenta años, blanco, canoso, y un mulato algo más joven y pulcro, bajan de la parte trasera del camión y comienzan a manejar con destreza los contenedores verdes. Los delata el par de guantes y un pequeño cobertor para la nariz y la boca. ¿Sus nombres? Reynaldo y Héctor, ¿su experiencia? una década en el camión.

“Espérate, espérate, una a una. Primero, nosotros sí trabajamos todos los días y segundo, los escombros no los recogemos nosotros, eso es un camión abierto, diferente a este. Este es ‘especializado’, de recogida de contenedores”, explica Reynaldo.

Pero casi todo el mundo se queja de que los contenedores no alcanzan para recoger la basura, y en los periódicos publican que la situación empeora.

Como si hubieran activado algún detonador, me llega una ráfaga de opiniones: “hay muy pocos contenedores, y la gente le echa escombros. A veces echan palos, hierro… Hasta cocina de gas me he encontrado yo. Bloques, sacos de piedras, tazas de baño, más piedras… Todo eso provoca la rotura de los tanques”.

¿Y si está roto no pueden levantarlo con el camión?

Recogida de la basura
La población bota toda su basura junta, incluso los escombros que a la larga destruyen los contenedores, adaptados para soportar menos peso / Foto: Raquel Pérez

“Nosotros siempre tratamos de recogerlo, pero cuando está muy pesado por los escombros, cuando el camión lo levanta, él solo se rompe por su propio peso”, dice Héctor mientras avanzamos por la cuadra. “Si está muy lleno con piedras y bloques, ni siquiera intentamos cargarlo, para eso tenemos otro procedimiento. Vienen los de Saneamiento, viran el contenedor en el piso y se lo llevan, lo vacían. Pero entonces dice la población: ¿y dónde lo voy a echar? No es tan sencillo el problema”.

Su jornada de trabajo comienza desde las seis de la tarde por el reparto Almendares. Normalmente los choferes se reúnen en Romerillo y parten hacia sus municipios, buscan a los recogedores de cada zona y salen a trabajar. Hay poco más de 10 camiones Especializados para toda La Habana. No dan abasto.

¿Tu municipio puede considerarse limpio?

“Eso depende de la población. Tiene sus etapas, en realidad. Te puedes encontrar barrios muy buenos, limpios, con disciplina a la hora de botar, pero otros no. Lo que sí te puede contar muchísimas historias es la basura. Desde el estatus de vida, hasta las costumbres, todo. Ahora bien, Comunales no falla, y si hay algún problema por la noche, si el camión se rompe y no sale, se entra mañana bien temprano, pero no se falla”.

Aun así, la opinión generalizada es que La Habana es una de las ciudades más sucias del país. ¿Usted le ve alguna solución?

“Es complicado. Esto no lo arregla nadie, para hablarte claro. Si la población no nos ayuda, imposible. Algunas veces nosotros recogemos la basura y dejamos los contenedores limpios y atrás viene un tipo y deja cuatro sacos afuera del contenedor. Entonces queda como que nosotros no hemos pasado, o como que pasamos y no nos llevamos los sacos. Además, a nosotros nos revisan, tenemos nuestros técnicos y supervisores. Andamos con una escobita y un recogedor para limpiar bien los alrededores de los tanques de basura, en el piso”.

Al menos les pagan bien, por cantidad de basura recogida, según me han dicho, por el peso, ¿no?

“Eso no es tan así”, corta Reynaldo que se desespera un poco por los pitazos del chofer del camión. “El salario es mil y pico de pesos, más lo que nos busquemos aquí para Materia Prima. Yo tengo licencia para recolectar. Pero este no era mi trabajo. Yo soy Técnico Medio en Termoenergética y profesor”.

“Y yo soy enfermero y cocinero”, agrega Héctor para no quedarse atrás.

El camión tiene enganchados a los laterales sacos de yute de gran tamaño, al menos cuatro de ellos. Ahí separan el plástico, los metales, el vidrio y las latas. Héctor golpea el fondo de un contenedor y lo devuelve al suelo. Monta al camión en marcha y se despide: “Hay que estar aquí de todas formas, mi niña, porque la vida está muy cara”.

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