Diecisiete deseos para el año nuevo

Foto: Desmond Boylan.

Foto: Desmond Boylan.

1- Que los horóscopos y las cartas astrales no nos quiten la maravilla de descubrir el instante.

2- Que lleguen las vitrolas a los bares privados. Para que, mientras nos damos un trago, podamos escuchar como antes a Orlando Contreras, Ñico Membiela, José Tejedor, Rolando Laserie y Blanca Rosa Gil.

3- Que censuren la censura.

4- Que todos los locos tengamos la oportunidad de demostrar lo contrario.

5- Que, como nos dice Estorino, en su obra de teatro Casa Vieja, creamos, hoy más que nunca, en lo que está vivo y cambia.

6- Que nuestra lista de proyectos inconclusos no sea mayor que la del año pasado.

7- Que mi hijo sea valiente y justiciero, que aprenda sobre el honor y la lealtad. Que nadie lo convenza de que somos iguales y que sepa que las minorías también tienen la razón.

8- Que inauguren más guaraperas por municipio.

9- Que mi madre, luego de más de cuarenta años de trabajo, disfrute de su jubilación entre las travesuras de sus nietos, las plantas del balcón, los libros de Paco Ignacio Taibo II y las telenovelas turcas.

10- Que se apruebe el matrimonio gay para que mis amigos no tengan que ir a casarse a España.

11- Que estrenen Santa y Andrés para poder ver en una pantalla gigante a Lola y Eduardo, grandes amigos y grandes artistas de la escena cubana.

12- Que yo pueda comprarle unos “cascos” a mi hijo para que escuche, sin enloquecerme, una y otra vez sus temas favoritos: La camisa negra, de Juanes, Ojos de color sol y Respira el momento, de Calle 13.

13- Que la salud y la prosperidad se contagien por contacto.

14- Que mi padre siga teniendo hijos buenos fuera de Cuba que lo ayuden y a mí aquí para acompañarlo, cada día, en el café mezclado de las mañanas.

15- Que aprendamos a leer en Braille para seguir claros en los tiempos de ceguera.

16- World peace, of course!

17- Que mi hijo nunca olvide la primera vez que lloró de emoción. A los 5 años, cuando mirábamos juntos un documental de Discovery Channel sobre un hombre que debía vencer el miedo y entrenar su cuerpo para caminar 8 metros de cuerda floja sobre un rascacielos. El hombre dio los últimos pasos tambaleándose sobre el abismo y llegó, al fin, hasta el otro extremo. En ese momento, junto al equilibrista, mi hijo lloró.

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