Era doctor, era travesti, era mujer…

En su época, y después de su época, todos hablaron de ella. Decían que mientras fue simplemente una mujer se llamó Enriqueta Faber, llevó suelto su cabello rubio y usó ropas de damas: corsé, faldas ajustadas a las caderas que se ensanchaban como campanas hasta el suelo, plumas, encajes, sobreros y adornos…

Pero en 1823, cuando se le castigó por vestirse de hombre para ejercer la medicina y por contraer matrimonio con otra fémina, no lucía así.

Datos aportados por el Dr. Gregorio Delgado García, el historiador Emilio Roig de Leuchsenring, y la periodista Marta Rojas, informan que en ese momento la muchacha era conocida como Enrique, un joven de cuatro pies y diez pulgadas, piel blanca, ojos azules, nariz abultada, boca y frentes chicas, y muy apuesto, que desde 1819 era doctor en Baracoa, primera villa, capital y obispado fundado por Diego Velázquez en este archipiélago.   

Esta es su historia

Enriqueta Faber de Andrés Clemente no era cubana, sino suiza. Había nacido en Lausana, comunidad que hoy es sede del Comité Olímpico Internacional, en el año en 1791. Aunque procedía de una familia rica, a los 16 años quedó huérfana y en quiebra, razón por la cual se convirtió en protegida de su tío Enrique, Barón de Avivery.

A los 18 años ya era viuda. Había conocido a quien se convertiría en su esposo durante una velada en casa de su tío, pero poco duró el matrimonio pues el marido murió mientras combatía como oficial en el ejército de Napoleón Bonaparte.

Viéndose sola, Enriqueta, para no depender nunca más de otro hombre, se viste de varón y con el nombre de Enrique matricula en la carrera de Medicina en París, Francia.

Al graduarse, así travestida, ejerce como cirujana entre las tropas francesas e incluso es hecha prisionera sin que se descubra su sexo. Una vez liberada, abandona Europa y tras el rastro de la esposa de su tío, que había muerto en la guerra, llega a Santiago de Cuba el 18 de enero de 1819 a bordo del velero La Hevetía.

Se dice que para no levantar sospechas por su aspecto de varón delicado, se establece en Baracoa, lejos de los grandes asentamientos poblacionales de la época y donde no tendría que someterse a las pruebas y trámites del Tribunal de Protomedicato, la misma institución que irónicamente en 1820 le permitió residir y trabajar en cualquier parte de la Isla.

Sin embargo, llegó el momento en que su buena suerte de mujer transgresora comenzó a cambiar.  En 1819, para esquivar las presiones sociales que lo inducían al matrimonio, ella decide contraer nupcias con Juana de León, joven huérfana y enferma de tuberculosis a quien no le pronosticaba mucho tiempo de vida.

En mayo de 1822, una lavandera finalmente descubre y comunica a Juana que Enrique era en realidad Enriqueta. No llegó a un año el secreto. Para enero de 1823 la esposa del doctor pide la anulación del matrimonio e inmediatamente Faber es detenida y trasladada a Santiago de Cuba donde se le condena a cuatro años de prisión y al destierro.

Según Emilio Roig, un licenciado nombrado Manuel Vidaurre fue quien asumió su defensa, y durante ella dijo: “Enriqueta Faber no es una criminal. La sociedad es más culpable que ella, desde el momento en que ha negado a las mujeres los derechos civiles y políticos, convirtiéndolas en muebles para los placeres de los hombres. Mi patrocinada obró cuerdamente al vestirse con el traje masculino, no solo porque las leyes no lo prohíben, sino porque pareciendo hombre podía estudiar, trabajar y tener libertad de acción, en todos los sentidos, para la ejecución de las buenas obras”.

Existen muchas versiones acerca de cómo y dónde terminó esta mujer. Algunos investigadores afirman, aunque sin pruebas, que tras cumplir su condena marchó a Estados Unidos y allá fue conocida como “el doctor suizo”, pero la versión más aceptada es que en 1844 estuvo en la ciudad mexicana de Veracruz vestida con el hábito de las Hermanas de la Caridad y murió en Nueva Orleáns.

No obstante, lo que sí queda para la historia cubana y la leyenda local, es el hecho insólito y comprobado: Enriqueta Faber, travesti y todo, fue la primera mujer que ejerció la medicina en Cuba desde Baracoa y quizás hasta sea pionera del movimiento feminista mundial.

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