Metrosexuales y retrosexuales. El hombre se recicla

El hombre velludo regresa, y no pide perdón por los olores naturales de su cuerpo. Más allá de las tendencias, consejos para el hombre de hoy…

CUANDO PARECÍA QUE LA METROSEXUALIDAD era el destino final de la apariencia del varón urbano, ha asomado en el panorama un “nuevo” tipo de hombre: el retrosexual. Y hemos puesto “nuevo” entre comillas porque, observado de cerca, de nuevo tiene muy poco.

DESDE HACE UNAS TEMPORADAS, un arquetipo de modelo masculino ha ido apareciendo en las pasarelas internacionales: en contraste con la extrema sofisticación de los maniquíes habituales, desfilan hombres barbudos, con los cabellos revueltos, de apariencia desaliñada, y con los cuerpos cubiertos por su vello natural. Está siendo dinamitada la tendencia de las depilaciones masculinas, cremas, y afeitados rigurosos. Parece que regresáramos al viejo concepto de que el hombre es como el oso, “mientras más vello, más hermoso”.

SI NOS PONEMOS UN POQUITO HISTÓRICOS, no veremos mucha novedad ni en una, ni en otra disposición. En el decursar del tiempo, a cada rato, los hombres se han mirado en el espejo. El petimetre del barroco, vivía entre polvos y pelucas,  su maquillaje era excesivo, llevaba lunares postizos, calzaba tacones, y su vestuario era profuso en encajes y cintas. A finales del siglo XIX, por las calles inglesas se paseaban los dandies, caballeros burgueses para los que la belleza y la elegancia masculina era un fin imprescindible. En la era del Jazz, los alegres pepillitos ostentaban sus cabellos engomados, sus trajes ajustados, fumaban cigarrillos con boquillas. Después de todo eso, mientras que muchos vieron con espanto a los primeros metrosexuales lucir sus carteras y rostros maquillados, otros murmuraron: “es más de lo mismo”.

EL METROSEXUAL NO PASA de ser una estilización del yuppie, esa criatura hija de la vida empresarial que desde hace décadas corre, con apariencia impecable y portafolio en mano, por los centros citadinos. La metrosexualidad tomó sin escrúpulos los ritos que desde hacía décadas eran exclusivos de la mujer: cuerpos completamente depilados, pieles tratadas con cremas de todo tipo, tintes para el cabello y esmaltes para las uñas; las cejas delineadas a pinza y hasta un poco de brillo, de color, en los labios. Por supuesto, van muy bien vestidos y calzados, y dejan una estela perfumada al paso. El metrosexual se gusta y no le da rubor exponer su lado femenino. Es un comprador excesivo, y gasta sus ingresos en boutiques, gimnasios, peluquerías y clubs. En resumen, es un consumista muy “fashion”.

ESTA VARIANTE AHORA SE HA AMPLIFICADO en una denominada tecnosexualidad, que incluye el uso de la más avanzada tecnología de la telefonía y ordenadores, y en la metroemocionalidad, que habla de un hombre abierto a todos sus sentimientos, cariñoso e hipersensible, que no le importa llorar en público de dolor o alegría.

EN UN ESCENARIO NARCISISTA COMO ESTE, no es extraño que hayan arribado los retro, para recordarnos que en la vida todo es un ir y venir, una acción- reacción, que vivimos en círculos. El tipo retro, además de velludo, asume sin complejos todo lo que una vez quiso definir al hombre “macho”: No necesita ser lindo, nunca siente miedo y da la cara ante cualquier dificultad; domina a la perfección cualquier herramienta, y resuelve él solo todos los desperfectos de una casa; fuma y bebe sin importarle envejecer; siempre paga la cuenta completa, sin dejar que la mujer lo ayude; es cazador, y antes de comerse un pescado, prefiere un buen filete rojo. El retrosexual asume la responsabilidad de todos sus actos, sin culpar a los demás de sus errores, no se lava las manos cada 10 minutos, y abre una botella en un santiamén; no le importa estar solo, y no comparte sus sentimientos.

DE CUALQUIER FORMA, SEA METRO O RETRO, el hombre debe saber que lo primero que tiene que atender — y esto es algo en que los paladines de estas tendencias se muestran inflexibles–, es el aseo. Estar velludo, con barba y bigote no entraña falta de limpieza. Una piel hidratada también es señal de buena salud, de fuerza. Para que no luzca marchita, se debe tomar por lo menos 2 litros de agua al día, y perseguir los jugos naturales como los de naranja o el melón. Una de las mejores vitaminas para la piel es la C, porque es un perfecto antioxidante, protege de la acción de los radicales libres, estimula el metabolismo de la dermis, la producción de colágeno y la permeabilidad de los capilares. El hombre debe tener muy en cuenta la higiene bucal: los dientes sanos y limpios, el aliento fresco, es uno de los mejores créditos en la vida social.

SEAN LOS HOMBRES LO QUE QUIERAN SER, sean metro, sean retro; lo más importante es mantener sano el cuerpo y la mente, y no convertirse en esclavo de los estilos, porque si algo dejan claro estas guerras de tendencias es que vivimos en una época en que, en cuestiones de apariencia, todo está permitido.

Salir de la versión móvil