De los arrendatarios y otros fulgores

arrendamientos de locales en cuba

Muchos han sido los locales arrendados para el negocio por cuenta propia/Tomado de Radio Rebelde

Frente a la escultura  en bronce del compositor Miguel Matamoros, en el callejón del Carmen, se halla Vogue. El nombre remite a una famosa revista de modas, pero se trata de un céntrico salón de belleza en Santiago de Cuba.

No hay lumínico ni cartel que identifique el sitio. Las paredes están casi desnudas y una rústica lista anuncia los precios del corte, tinte y lavado de cabello. Lo más caro es el planchado que puede ascender a  50 pesos, si el pelo es largo. Todo en moneda nacional. El servicio parece el mismo, pero mucho ha cambiado bajo el mismo techo.

La empresa estatal, otrora empleadora, se convirtió en arredantaria del local.  El resto corre por las trabajadoras por cuenta propia, que son ahora mismo once peluqueras y dos manicuristas.

Las cuentapropistas han de pagar no solo el impuesto por el espacio y por ejercer el oficio (la patente), sino el pago de la electricidad y el agua, la compra de productos imprescindibles, así como la creación de un fondo de inversión y la deducción para la seguridad social. Pareciera abrumador…

Sin embargo, Mirurgia, una criolla bien compuesta con más de una década en el arte del corte,  tiene su punto de vista. Y no deja de atender a su cliente, mientras opina:

“Es cierto, tenemos que volvernos económicas, saber ahorrar, invertir, sacar el dinero para mantener a la familia: no es fácil; pero hay que aprender, ahora todas somos dueñas. No tienes a nadie encima de ti, y puedes adaptar tu horario, atender a tus clientes. El salario antes era de 250 pesos y ahora ganas… lo que seas capaz de hacer. Además se acabaron otras cosas, porque nadie se roba a sí mismo”.

Odalys, trabajadora del mismo lugar, se detiene en los precios de los productos que debe obtener unidad por unidad en las llamadas “shopping”, donde se compra en CUC o en su equivalente en la moneda nacional (25 pesos por cada uno). Levanta los ojos, abre las manos cuando habla de tres, cuatro o cinco CUC, para obtener un pomo de champú o un pote de crema: De esa manera ―explica—, andamos tensas y  no es posible bajar los precios de los servicios a la población.

La inexistencia de un comercio mayorista para los cuentapropistas en más de un sector es una necesidad imperiosa para enfrentar la diversificación económica que se vive en Cuba. Es un capítulo pendiente.

Los que intentan arreglar el tiempo… y la mesa

Del imperio de la belleza nos vamos al de la precisión. El Taller de Relojería Electrónica está ubicado en una arteria principal de la ciudad, Enramadas. Se encuentra a unos metros de un parque singular: años antes, mostraba las imágenes de los trabajadores destacados en amplias vitrinas, ahora es un lugar cerrado con carpas, mesas y cerveza.

Ya nos ubicamos, ya entramos: varias mesas con su característica luz fija en la parte superior, lentes y pinzas minúsculas. Pilas, coronas, limpiezas. El servicio es inequívoco.

Vicente ha visto encanecer su cabello en estos menesteres. Uno de sus clientes habituales destaca su experiencia y buen trato, e incluso refiere que cuando un servicio resulta más caro que su bolsillo, siempre aparece algún arreglo, alguna facilidad de pago, lo que antes ni siquiera se pensaba.

Las cifras de nuestro testimoniante son 83 pesos por el local, 50 por la patente y  en su caso, 87 para la seguridad social. Estarán por cuenta propia, pero no se quedan en el aire una vez cumplido su trabajo activo. Se les garantiza su derecho a la jubilación, una menor o mayor cantidad, según su aporte.

“Hace tres años estamos arrendados y yo sigo en mi propia mesa. La principal diferencia es que antes estábamos de manos atadas, porque la empresa tenía mucha dificultad para garantizar los componentes, y si tú lo conseguías por algún lado… te sancionaban. Ahora la gestión es propia. Recuerdo que cuando hubo problemas con el techo y la brigada que existía no hizo nada, lo arreglamos por nuestra cuenta”.

Dejamos atrás los que intentan arreglar el tiempo y nos internamos donde intentan arreglar la mesa: Mercado Agropecuario La Plaza.  Es un sitio histórico, gigante. Dos cuadras más abajo del Parque Céspedes, unas cuadras más arriba del  puerto. Los colores y los olores indican su cercanía.

Aquí no se habla de cuentapropistas, sino de concurrentes-vendedores; pero igualmente se arriendan los puestos de venta con precios que fluctúan entre 10 pesos diarios por la venta de especies,  30 por la de viandas, frutas y vegetales; y 50  por la de cárnicos. Algunos suman años de estar aquí, incluso los mismos que tiene el mercado,  creado en 1994 bajo la condición de oferta y demanda, sin participación estatal.

El administrador general nos muestra el documento que  precisa nombre del concurrente, carné de identidad, productos y precio de venta. Todo parece bajo control en el papel. Mucha de la oferta vista se adquiere en camiones que llegan desde otras provincias cercanas como Guantánamo y Holguín. La limpieza y el orden brillan, también la higiene. Media mañana: no he visto a los inspectores; pero todos aseguran que pronto estarán.

Acompaño a Xiomara, profesora jubilada que se mueve jaba en mano. Se decide por unos limones a cuatro pesos el jarrito, una libra de tomates a siete y una cantidad similar de malanga, a cinco. Pasa de largo por el frijol colorado, presentado en unos pequeños nylons, a 15 pesos la libra.  Cuando le señalo los cárnicos, frunce el ceño y alude a su modesta jubilación de poco más de 200 pesos.

Lea la tablilla conmigo: Pierna ahumada: 35 pesos  / Jamón viking: 32 pesos /  Chorizo: 30 pesos / Veiko: 30 pesos / Picadillo de chorizo: 25 pesos.

Todo viene del cerdo, lo que el popular dúo Moneda Nacional calificara como “el mamífero nacional”. Los productos llegan desde una cooperativa que los elabora, según Maikel, el vendedor, un fornido joven de 34 años que hace unos meses se estrenó como padre. La bata blanca, una gruesa cadena dorada al cuello. Hace un tiempo, formó parte de la Misión Milagro (Venezuela) en la custodia y orden del equipamiento médico. Ganaba desde su puesto en un almacén,  320 pesos mensuales; ahora dice sumar más o menos el doble en solo una semana.

Poco a poco, se abre espacio la iniciativa individual, el reacomodo económico y hasta mental. Es una sociedad enfrentada a una realidad compleja, con mucho por aprender; pero también de hombres y mujeres con mucho que dar.

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