El grito anhelado

¡Villa Clara Campeón! Una y mil veces Villa Clara Campeón, porque eran muchos los años, 18 en total, sin alzar la voz con la certeza de que los Naranjas ganaron el título del béisbol cubano. Durante casi dos décadas el grito se escuchó, pero era solo un anhelo, no la realidad, y toda la vida es imposible vivir de sueños.

Una banda de buenos peloteros mezclados con otros de la media, más un pitcheo sobrenatural para el nivel de la pelota en la Isla, lograron imponerse y regalarle al territorio del medio de Cuba su quinta corona, la primera sin los incalculables servicios del gran Víctor Mesa, posiblemente el mejor jugador que haya vestido el traje naranja.

Si me preguntan, reconozco que tardé mucho en darme cuenta de que realmente los  villaclareños podían ganar. Conversé un par de veces con Ramón Moré y me dio una idea de orden, pero nunca de novena inspirada y con sed de triunfo, por contradictorio que parezca, porque llevaban 18 abriles guardando los fuegos artificiales.

Foto: Ricardo López Hevia
Foto: Ricardo López Hevia

Pero al final si pudieron, se doparon, como dirían los socios del barrio. Los nativos del territorio más los importados o refuerzos formaron un conjunto sin fisuras, cuya defensa funciona como un reloj suizo, ofensiva media alta bastante oportuna y un pitcheo que, reitero, dado el nivel del béisbol cubano luce como la versión antillana de una rotación al estilo de Justin Verlander, Max Scherzer, Doug Fister y Aníbal Sánchez, considerado como uno de los mejores cuartetos de abridores en las Grandes Ligas.

Eso sí, punto y aparte con Freddy Asiel Álvarez. El diestro de Sierra Morena no tuvo compasión, fue el verdadero show de la postemporada con cinco de las ocho victorias de su plantel, además de una seguidilla de entradas sin permitir carreras que parecía increíble, casi tan increíble como la forma en que se quebró la racha, por un error marca de la casa: inofensivo fly dentro del cuadro que parecía más una bomba nuclear sobre las cabezas los infielders.

El triunfo fue tan estruendoso como tan bien pensada la celebración, por fin solo con el monarca en el terreno, recibiendo su trofeo junto a los fanáticos. Pero los cubanos, como ya se sabe, cuando no llegamos nos pasamos, y justamente esto último fue lo que ocurrió con el trofeo de campeón, una estructura gigante que apenas pudo sostener la mole de Ramón Moré, asistido por algunos de sus jugadores.

Así termina la historia. Villa Clara de nuevo a la cima y Víctor Mesa de nuevo a la lona. Ya casi cuenta por derrotas sus salidas en finales (un triunfo y 12 fracasos), un detalle para sus venideras peripecias en el equipo nacional.

Foto: Ricardo López Hevia
Foto: Ricardo López Hevia
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