Historia de un parque guantanamero

Si hay un lugar que narre mejor la vida de las ciudades ese es el parque. En Cuba, por lo menos, los colonizadores no demoraban mucho en aplanar un buen sitio y levantar alrededor la iglesia y otros edificios importantes. Celebraban su nueva vida y le cantaban al incierto futuro. La gente se apropiaba del lugar en días.

El parque de Guantánamo nació gracias a la bonohomía de un patricio local, el gobernador Lorenzo Hai, quien donó lo que fuera un solar yermo de su propiedad para que se convirtiera en Plaza de Armas. La iglesia que custodia al lugar se construyó en 1863, y fue restaurada en 1960. Originalmente la parroquia Santa Catalina de Riccis tenía un nivel menos de los cuatro que exhibe hoy. La cúpula que corona la edificación se le incorporó durante la Primera República. No obstante esas añadiduras, les tres naves que la componen no han sido modificadas desde su surgimiento.

La estatua del Mayor General Pedro Agustín Pérez preside el lugar. La familia a la que perteneció el patricio independentista es quizá de las más significativas de la historia cubana. La finca Santa Catalina, donde nació la ciudad de Guantánamo, era propiedad de los Pérez.

El hoy parque José Martí, era en las noches calurosas de inicios del siglo XX el sitio preferido por la juventud “citadina”. Los fines de semana las jovencitas desandaban lentamente, con sus mejores vestidos, el centro ovalado, exhibiéndose ante los muchachos. Cuando el amor era paciente, el parque fungía como un todo en uno: te conozco aquí, luego romanceamos en uno de los bancos, y con suerte en unos meses nos casamos en la parroquia del frente. La utilidad social era invaluable.

A un lado de la iglesia, en una de las cuatro esquinas, una estatua de José Martí vigila, sentada, el juego de los niños. Donada por los masones citadinos, en el centenario del Héroe Nacional, está rodeada por frases que hacen más vívido el mármol desgastado con los años.

Al otro lado de la catedral una ceiba joven recuerda la fecha de cuando Cuba se convirtió en República, en 1902, luego de un período de ocupación norteamericana. La ciudad fue por décadas el centro de ocio de los marines destacados en la Base Naval de Guantánamo, un enclave militar que el gobierno cubano identifica como parte esencial del diferendo entre ambos países.

El parque en la actualidad pertenece por la mañana a los más pequeños y lo más longevos. Patines, bicicletas y pies se apresuran de un sitio a otro. Los ancianos se acantonan a la sombra en una esquina próxima a la oficina de Correos: buscan el periódico tempranito y mientras lo venden a lo largo del día se unen a animadas peroratas.

Por la noche el parque es otro. Cerca de la estatua a José Martí se sientan trovadores, frikis, gente “alternativa”. En una esquina contigua las parejas resguardan sus besos tras la nocturnidad. La franja sur, junto al cercano café Indiana es, según vox populi, reservada solo para gays.

Todavía hoy las retretas de la banda de concierto convocan a los ciudadanos todos los domingos a las siete de la tarde.

El José Martí todavía funciona como centro de la vida social en Guantánamo. El único parque principal de Cuba que en vez de una glorieta en el centro, tiene una rara construcción en forma de concha.

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