La ceiba del Templete: la despedida de un árbol Dios

Antes de que existiera El Templete, incluso antes de que fuera situada la piedra de la Columna Cagigal, ya La Habana tenía una ceiba conmemorativa que marcaba el lugar donde se celebró la primera misa y sesión del cabildo. Desde la mañana de ayer ese es un símbolo ausente.

Cincuenta y seis años llevaba la misma ceiba frente a la Plaza de Armas. En condiciones normales ese árbol es centenario, pero el que ayer retiró una brigada de la empresa constructora Puerto Carenas, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, mostraba signos de irreversible deterioro por comején.

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La ceiba del Templete ha sido sustituida varias veces, el primer trasplante ocurrió a mediados del siglo XVIII. Cada 16 de noviembre se le ronda tres veces en sentido contrario a las manecillas del reloj. Se le abraza o toca al tiempo que se piden deseos. Es un árbol sagrado, un árbol Dios: Iroko según la religión Yoruba. Se cree que de la ceiba dependerá la suerte, salud y desenvolvimiento en la vida, pues en sus hojas, además, viven deidades y espíritus.

La costumbre de venerar a este árbol la trajeron a Cuba los africanos. Pero los pueblos originarios ya la tenían. Los mayas sembraban una ceiba al centro de sus comunidades y bajo su follaje celebraban ritos sagrados. Sin importar la religión que se practique, para los cubanos simboliza vida, perpetuidad, grandeza, bondad, belleza, fuerza y unión.

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Las reglas aseguran, según recoge la destacada etnóloga, investigadora y narradora cubana Lydia Cabrera en El Monte, que “nadie sin hacer ʿebbóʾ [acción ante la deidad para acelerar una reacción de la misma] previamente, sin consultar a los orishas y tomar precauciones se atreverá a derribar uno de árboles imponentes que se secan centenarios, adorados y temidos de todos, en nuestros campos”.

No sabemos si estas precauciones fueron tomadas ayer. Hay quien cuenta que los que por allí pasaban se persignaron y ofrecieron rezos a Iroko. OnCuba estará al tanto de la reposición del árbol sagrado en El Templete, uno de los mayores símbolos de la ciudad y de Cuba.

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Discurso de Eusebio Leal 16 de noviembre en El Templete, en ocasión del aniversario 496 de la fundación de la Villa de San Cristóbal de La Habana:

“Faltan tres años y un poco más para el 500 aniversario. ¿Qué pasa que no se habla de esto? ¿Cómo es posible que ya no estemos metido de lleno en hacer una conciencia ciudadana de la importancia que tiene para la capital de Cuba, primer estado socialista en el continente, la ciudad gloriosa de las milicias de los macheteros, de los alfabetizadores, la ciudad gloriosa de tantas y tantas jornadas grandes para Cuba? ¿Cómo es posible que no se hable de eso? ¡Es necesario! Hay que comenzar una batalla, sé que no se podrá hacer todo lo que queremos; La Habana no es un pequeño pueblo ni una pequeña ciudad, es una ciudad grande, una cápita, una cabeza, una capital. Requiere tres cosas –no nos engañemos–, dinero, dinero, y más dinero. Porque estamos hablando de las redes, estamos hablando de la iluminación, de los jardines, de las casas, de las viviendas, y, desgraciadamente, a esa suma hay que agregar que tenemos poco, poco y poco. Entonces, hay que hacer un esfuerzo real con lo que tenemos. Sabemos que no sobra, sabemos que falta, pero es indispensable que todo el mundo ponga de su parte. Los organismos centrales del Estado, en sus edificios que son la posesión del Estado, y un símbolo del Estado. Los jardines públicos, los monumentos grandes de La Habana, los símbolos de su poder histórico, que es un poder moral. “

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