Pinar y Urquiola. Otra vez la fórmula intransitable

Dicen que cuando se está acorralado y solo existen dos salidas diametralmente opuestas, en dependencia de la elegida es que se puede suponer sobre la esencia de cada ser. Llevándolo a lo deportivo, y visto lo ocurrido ayer en la grama del Victoria de Girón, nadie podrá dudar ya más entonces de que el equipo Pinar del Río, sea cual sea su situación, es un campeón eterno que no cree en cábalas ni favoritismos y que si es presionado, siempre escogerá la salida de los grandes.

Ya lo había demostrado en la ronda semifinal. Tropezó en tres ocasiones consecutivas frente a su eterno rival Industriales y cuando casi todos lo creían superado, sacó su casta, esa que se exacerba aún más cuando es guiado por Alfonso Urquiola, y doblegó a los azules sin piedad para ocupar un puesto en la gran final.

Llegado a ese punto, ya nadie se atrevía a darlo por muerto. Tenía, además de una dirección ganadora, calificada por todos como un talismán de la suerte, los mejores lanzadores y una ofensiva nada despreciable que de funcionar adecuadamente, le haría el trabajo muy difícil a su rival.

Pero Matanzas también empujaba fuerte. Era el tercer año de su versión ganadora y sólida, heredera de la estirpe de aquellos Henequeneros indomables, y con una sed de triunfo que nadie le quitaba la condición de grandes favoritos. No obstante, la puesta en escena fue favorable a la tradición y la sangre, postergando la coronación del ímpetu y la irreverencia.

En seis juegos, Pinar del Río obtuvo su cuarto campeonato bajo ese nombre, con lo que elevó a diez la cantidad de títulos para equipos representativos de la provincia más occidental de la Isla y a tres las coronas obtenidas bajo la égida de esa leyenda ganadora que es Alfonso Urquiola; un hombre que no se deja embriagar por los halagos y deificación de los amantes del béisbol, y aun habiendo tenido un peso importante en el éxito del conjunto, minimiza tajantemente su rol de estratega y dicta que la clave del éxito para cualquier director no está en enseñar a batear, coger y tirar bien, sino en ser un buen pedagogo.

Según sus declaraciones tras el triunfo, su equipo se caracteriza por una gran unidad en la que las individualidades solo resaltan y funcionan por lo complementadas que están con el resto de los jugadores. Por abstracto o generalista que pueda parecer, sus palabras merecen crédito y un minucioso estudio por parte del resto de los directores, pues con los mismos jugadores que el año pasado no pudieron pasar del octavo puesto y cinco refuerzos que rindieron como los de ningún otro equipo, otra muestra más de su sapiencia, Urquiola logró llevar a los otrora Vegueros a la cima, tal y como hizo hace tres años en la Serie de Oro y en el campeonato de 1998.

En el juego de ayer la batería pinareña rindió con profundidad y oportunidad. Logró ligar dos anotaciones en las cuatro primeras entradas frente a las tres de sus adversarios para luego, en el sexto episodio, venir de abajo y hacer un racimo de cinco carreras matizadas por el grand slam del campo corto y noveno en la tanda Luis Alberto Valdés, suficientes para superar a los Cocodrilos que no pudieron pasar de seis. Posteriormente, los pativerdes lograron pisar el home en dos ocasiones más, al anotar en el séptimo y el noveno, en este último por medio de un largo cuadrangular del receptor Lorenzo Quintana.

En el montículo, el alto mando pinareño optó por los servicios del jugador más valioso de la temporada, Yosvani Torres, a quien se le había resistido la vigésima victoria de la campaña en sus dos presentaciones de la final. Ayer, Torres pudo cumplir aquello de que a la tercera va la vencida a pesar de trabajar tan solo durante cinco entradas y dos tercios, muy por debajo de su promedio, y haber permitido cinco carreras, aunque justo es decir que las tres primeras se debieron a que no fue bien defendido pues solo toleró cuatro indiscutibles.

Su relevo estuvo a cargo del novato del año, Vladimir Gutiérrez quien a golpe de rectas de más de noventa millas y certeros rompimientos durante dos entradas y un tercio solo permitió que los discípulos de Víctor Mesa anotasen una más en la parte baja del séptimo inning, ayudados nuevamente por otro desacierto defensivo.

Pero en su último turno al bate, con el marcador 9 a 6, los yumurinos demostraron que no cederían tan fácil sus tres últimos outs. Raúl González y Yurisbel Gracial conectaron sendos imparables frente a los envíos del novato y Urquiola, sin dudarlo, acudió a Vladimir Baños para apagar el último intento de rebelión.

Sin los nervios que en ocasiones lo hacen irse de zona y lanzar muy fácil al plato, Baños retiró a los tres bateadores que enfrentó. Ponchó al emergente Lázaro Herrera, obligó al primer bate Moreira a roletear por el cuadro, y con sangre fría, esa que se necesita en momentos claves, logró ponchar también al peligrosísimo Ariel Sánchez.

Así, en terreno cenagoso donde no pocos aventuraban una doble mordida de los cocodrilos, Pinar volvió a coronarse y reinará por otro año mientras que Matanzas deberá esperar otra temporada para ver si obtiene su añorado cetro. Con vistas en esa meta, ya desde ayer tienen un primer consejo de parte de Julio Alfredo Martínez, uno de los lanzadores pinareños que más contribuyó al éxito de su conjunto y que les advirtió que para que les salgan bien las cosas, deben jugar menos presionados.

Foto: Ricardo López Hevia

Boxscore del partido

Victoria de Girón C H E
PRI 1 0 0 1 0 5 1 0 1 9 12 3
MTZ 3 0 0 0 0 2 1 0 0 6 7 1
Ganó: Y. Torres Perdió: Y. Cruz Salvó: V. Baños HR: L. A. Valdés, E. Sánchez, L. Quintana

 

 

 

 

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