1- Atravesar el mar desde la bahía de Cienfuegos hasta la Ciudad Nuclear (CEN) en la proa de la patana y sonreír bajo el intenso sol del verano, en completa exposición a los rayos ultravioletas.
2- Ver a los pelícanos pescando, las aguamalas del fondo y los desechos flotando brillantes en el agua.
3- Ser parte del contraste surreal de la gente amontonada, que vuelve del trabajo agobiada y los hermosos yates que cruzan el mar orondos, como burlándose de nosotros los de la patana.
4- Desembarcar triunfante en el último puerto y sentir el espectro de la energía nuclear bajo los pies.
5- Coger el atajo que lleva a la playa y atravesar un bosque de rocas calizas y árboles secos.
6- Bañarse en la playa y comer pizzas de 5 pesos dentro del agua escuchando a Yomil y El Dany junto a los jóvenes nacidos en la CEN.
7- Conocer al único pescador submarinista de la Ciudad Nuclear, que no dijo su nombre, pero me regaló un pargo acabado de pescar.
8- Comer mamoncillos a la sombra de un gran edificio sin terminar, sin puertas ni ventanas.
9- Ver cómo se nubla el cielo a las cuatro de la tarde y que no llueva.
10- Hacerme pasar por una muchacha de Rodas que viene a la CEN a conocer la gran Ciudad.
11- Ver de cerca el Reactor Nuclear y tener la sensación de haber perdido algo que nunca se tuvo.
12- Caminar de madrugada por las calles con la custodia del silencio de los edificios de Micro.
13- Ir hasta la Ciudad Nuclear para ver una impresionante obra de teatro, del grupo La Fortaleza, dirigido por Atilio Caballero.
14- Descubrir que esos artistas, desde el fin de las utopías, aún creen en la utopía del teatro.
15- Compartir ese viaje especial con Mariana Alom, a quien amaré siempre por seguirme en esa aventura.