Todavía es azul

Puerto Padre, una ciudad frente al mar

La aurora me atrapó aquel día de verano en Puerto Padre, y con ella el cantío de un gallo, los primeros pregoneros, los abuelos en busca del pan para el desayuno, un barrendero insistiendo en dejar impecable el entorno, un prado sencillo que enrumba obligatoriamente tus pasos hacia el mar. Así comenzaba otra jornada en ese mágico pueblo, que no por su humildad y cierto deterioro deja de serlo. Aquel panorama fue lo primero que presencié al apoyar mis pies en la también conocida como Villa Azul o la Ciudad de los Molinos.

No sé si fueron las ansias de turismo nacional, o las leyendas que me sedujeron como cuando de niña lo hacían las del Narrador de Cuentos;  lo cierto es que poco me importó la gran distancia y lo que ella implica. Sólo quería comprobar por mí misma tanto de lo que ya había escuchado, sentir si realmente te detienes en el tiempo, si eres capaz de extrañar un lugar todavía estando en él.

Y bien que hice en dar el viaje, llegar casi amaneciendo, situarme debajo del Quijote junto al molino, ver con mis propios ojos un manantial a orillas del mar, regodearme con la fina arena y aguas cristalinas que componen sus playas. Todo eso encontré en Puerto Padre, también el calor de su gente, gente conocedora de sus orígenes, amante y fiel a su terruño.

En el año 1903, fue construida la Iglesia Protestante "Los Amigos", siendo sus misioneros los esposos Emma Phillips y Francisco Martínez, Miss Hadley y Henry y Alma Cox. En el año 1903, fue construida la Iglesia Protestante

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