El compromiso del elefante

Diseño: El Puly

Diseño: El Puly

Me decían que los rusos por tacaños, economizaban, incluso, las palabras. Aun así fui a hablar con Pavel, el único vecino con quien me alcanza la confianza para pedirle descargar un vídeo de la Internet. También el único poseedor de una cuenta, que yo conociera.

Pavel Alexándrovich Vronsky vino a Cuba con tres años de edad, traído por sus padres, caminando torpemente, insufrible en todos los idiomas y chillando en el suyo para que corrieran a calmarle sus rabietas.

Vivió en abundancia de juguetes, hechos en el Socialismo y en el Capitalismo, pasando del muñeco de cuerda al de control remoto, a la vez que los niños contiguos retozaban con el juego medio tonto de la chivichana, de subir a la cima de una loma y rodarla sobre el trasto, de arriba a abajo, repitiendo la misma operación hasta el aburrimiento.

Al pequeño ruso no le hacía falta el ingenio de diseñar una chivichana. En caso de quererla, daba unos gritos agudísimos y se le enrojecía la cara y le resaltaban las venas del cuello. Sus padres, ansiando la paz y el silencio, le traerían un ruidoso armatoste de esos, en un tris.

Pavel, desentendido de que la Mcdonald’s se iba expandiendo por Moscú como una peste, sintió desde La Habana, el presuroso tránsito de la tecnología. Gracias a él, conocí la evolución del nintendo, sus dos y tres dimensiones.

Debía confiar en que no me negara el favor de descargarme un vídeo de youtube; en este se explicaba una solución a cierto desperfecto de una bocina. Andaba yo, por aquellos días, cual buen cubano, queriendo resucitar equipos acabados, ya por haber llegado al límite del uso, ya por ausentárseles las ganas de seguir funcionando.

Pavel Alexándrovich accedió, y a continuación me advirtió que descargar un archivo cualquiera de la Internet, en Cuba, era igual a esperar que un elefante se introdujera en un cable de teléfono y llegara a través del mismo a algún destino remoto. Una comparación hecha con enigmática compostura.

Más tarde, esperábamos los dos que se iniciara la descarga del elefante. Mozilla Firefox tardaba en sus estimaciones. Yo me entretenía en imaginar al elefante planeando introducirse en el cable: “Primero, la trompa…qué va, me asfixiaría; mejor, la cola, luego, el resto. Sé que llevaría tiempo… pero voy sin prisa.”

Ilustración: El puly

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