Plantas contra zombies. Volviendo sobre los videojuegos en Cuba

Acabo de leer en el sitio OnCuba, un artículo donde nuevamente se produce una satanización de los videojuegos. Ante tantas cifras espeluznantes, sobre los efectos que genera en los seres humanos, corrí a mirarme en el espejo a ver si ya me había transformado en Mr Hide. Mañana voy a salir a las tiendas de mi barrio, el Vedado, a comprar algunos de los diseñados en el país y que tanto se promueven en nuestros medios. Voy a deshacerme de Call of duty (donde mataba rusos o alemanes) y adquirir Gesta final (donde destruyo al ejército de Fulgencio Batista y hago la Revolución). Dejaré atrás Supermario y empezaré a jugar Superclaria.

Pero las tiendas no existen y apuesto mi casa, si alguien me recuerda cuántos de estos juegos diseñados en Cuba, han sido promovidos eficazmente en la TV u otros espacios. Entonces, ¿de qué estamos hablando? El artículo no ofrece alternativas, o eres un adicto o un fanático, que a fin de cuentas son la misma cosa. Los especialistas citados nos hablan de chicos con poco desarrollo intelectual, gordura, deformaciones corporales, nerviosismo, ansiedad, comportamientos violentos, escasa socialización y toda una gama de padecimientos solo curables con una lobotomía. Aparecen cifras y estadísticas alarmantes aunque algunas de ellas tengan 15 años de realizadas.

Bien, aceptemos parte de estas investigaciones solo para recordar que cualquier actividad humana que se haga de forma obsesiva o extrema, termina afectando al individuo. A esas estadísticas y opiniones se les pudiera contraponer otras muchas que hablan de cómo estos juegos son liberadores de stress, desarrollan las capacidades visuales y espaciales, la coordinación, los reflejos y múltiples habilidades necesarias en el mundo contemporáneo donde la informática está presente en prácticamente todos los órdenes de nuestra vida.

Pudiera añadirse que apenas existen cifras que demuestren cuántas muertes se han producido en el mundo, causadas por los videojuegos. ¡Qué diferencia tan abrumadora si las comparamos con los fallecimientos y males, generados por el consumo de tabaco, alcohol o accidentes automovilísticos! Y que yo sepa no se han dejado de vender cigarros, bebidas y autos en el mundo.

Hace apenas dos semanas tuve la oportunidad de participar en el taller: Introducción al diseño de videojuegos, que coordinó la Consejería Cultural de la embajada de España en Cuba y que tuvo por sede la Casa del Festival. Participaron cerca de 60 desarrolladores, diseñadores, especialistas, animadores e investigadores de todo el país. El curso fue ofrecido por el profesor titular de la Universidad de Valladolid el español Salvador Gómez, uno de esos apasionados a los juegos que viajó a La Habana para compartir sus experiencias y conocer todo lo que se hace en Cuba, en esta área.

Es una pena que todos estos científicos que el articulista menciona, no hayan estado presentes, para escuchar y conocer la infinita cantidad de juegos didácticos, educativos, divertidos y apasionantes que existen en el planeta. Pero claro, si la idea es seguir en una cruzada contra el entretenimiento es mejor olvidar esas opciones y concentrarse en los juegos violentos, como si fueran los únicos. Es la misma visión apocalíptica de “nuestros protectores” que todo el tiempo siembran temores sobre internet, las redes sociales, el paquete, los videos clips, el cine de Hollywood, los shows de televisión y muchas otras cosas más, que no son de su agrado o no vienen certificadas por su sabia apreciación.

Por otro lado, carece de sentido viajar al pasado para recordar los juegos de antaño en oposición a los del presente. Llorar por el ayer, nos nubla la vista del mañana. Sentir nostalgia por el Pon, el Taco o los escondidos, es quedarse atrapado en otra época. Nuestros hijos tienen otros paradigmas, otras expectativas, diferentes sueños, gustos y deseos. Jugando a las bolas te puedes socializar tanto como abriendo la opción de multijugador en World of Warcraft. Es cuestión de gustos y accesos a las tecnologías.

Existen tantos muchachos jugando ahora mismo con su tableta o PC, como los que están “mataperreando” en plena calle. No recuerdo que Hitler jugara a ningún videojuego, ni tampoco ninguno de los tantos fanáticos, extremistas, asesinos o sicópatas que amenazan este mundo. Todos fueron también niños, tuvieron amigos y se divirtieron de lo lindo con sus  “juegos tradicionales”.

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La comunidad de jugadores en la isla crece, a pesar de todos los traspiés, prejuicios y subestimaciones que la rodean. En la Universidad de Ciencias Informáticas, la Facultad de Medicina, o los Estudios de Animación del ICAIC, existen  profesionales que generan productos nacionales para diferentes plataformas. El estado cubano dedica recursos para impulsar este campo, aunque inexplicablemente, los esfuerzos e inversiones no redundan en beneficios, pues la necesaria expansión y promoción de estos productos que de seguro tendrán amplia acogida, brilla por su ausencia. Por cierto, en el mismo taller participaron algunos programadores independientes enfocados básicamente en idear juegos (Yeli, Dale que te pega, o Breaking bobbles) para soportes móviles y tabletas sobre sistema Androide. Incluso algunos de ellos, tienen diseñadas su propia campaña de mercadotecnia, a fin de colocar sus personajes en todos los soportes posibles y comercializarlos. Pero estas iniciativas también se ven frenadas por la burocracia estatal y la falta de confianza en los creadores.

La industria del videojuego en el mundo produce ya tantos o mayores ingresos que la cinematográfica. Hay compañías y estudios consagrados solo a la generación de estos productos que ya cuentan con espectaculares lanzamientos, trailers, foros de discusión, comunidades de gamers, eventos y competencias mundiales con amplia participación de espectadores. En Cuba, hemos tenido algunas experiencias organizándose campeonatos de DotA, un juego de rol nacido del popular Warcraft que incluye batallas, estrategias y conquistas territoriales.

En los Joven Club de Computación pueden copiarse o jugarse algunos de nuestros juegos, pero estos sitios son solo una alternativa, no existen en muchos territorios, están sujetos a las rutinas laborales del país, no  abren todos los días, la diversidad de productos es mínima y a veces ni siquiera tienen los juegos.

Peores cosas hay en esta vida, otros son los males que nos agobian en nuestra sociedad. Uno de ellos es el envejecimiento y como aquí no jugamos Bingo, seremos unos viejitos bien aburridos. Los cruzados que últimamente levantan lanzas contra todo lo que signifique consumo y entretenimiento no diseñado por ellos, deberían concentrar sus energías en mejorar nuestro sistema educativo y el acceso desde las edades tempranas a materias y asignaturas relacionadas con el arte y la cultura. ¿Les preocupan nuestros niños y adolescentes? Llenen de espiritualidad las aulas. Cuando se ha enseñado a pensar con cabeza propia, a valorar y discernir, no habrá monstruos, naves espaciales, humanoides o almas oscuras que puedan derrotarnos.

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