Una voz con sabor a maní

A Lizeth Pérez Acosta siempre le gustó cantar, cuando era educadora de Círculo Infantil ese era el momento que más disfrutaba: cantar con los niños. Y aunque la vida da muchas vueltas esta alegre cubana continúa deleitando con su voz. Ahora no lo hace para un grupo de pequeños, sino para todos los que caminan por La Habana Vieja.

Es una mujer que ha perdido su nombre para convertirse ya en uno de esos personajes encantadores que tiene esta ciudad. Su voz silencia el alboroto de las calles… Maní, maní…./ Si te quieres por el pico divertir/ Cómprame un cucuruchito de maní….

Hace más de un año Lizeth sacó su licencia como elaboradora-vendedora de alimentos. Actualmente tiene permiso para vender once productos, pero el que prefiere es el maní porque de todos es el más fácil y cómodo, afirma.

Desde el primer día que salió por la calle Obispo con sus cucuruchos, su canto se sintió. “Fue en marzo del año pasado, había hecho una cantidad de maní horrible y dije: ¡ay Dios mío santo, qué me voy a hacer! La idea de empezar a cantar me la dio una amiga que también era educadora de Círculo Infantil. Ella me sugirió que hiciera lo que a mí siempre me ha gustado: cantar. Entonces –relata- me paré detrás de una columna, mirando para los lados, con tremendo miedo, no fuera a ser que la piedra cayera de algún lugar (ríe) y empecé a cantar bajito “El manicero”. Sentí una gran sensación porque todo el mundo en ese momento empezó a comprarme maní”.

Así, casi sin proponérselo, esta habanera de 40 años inició el rescate de una de las tradiciones más antiguas de este país: el pregón, el cual –al decir del etnólogo Miguel Barnet- constituye un capítulo importante del folklore cubano y es una expresión de la profunda riqueza poética y musical del pueblo de la isla mayor de las Antillas.

Pero Lizeth, no solo revivió este arte, sino que montó un personaje que nos recuerda a los pregoneros de siglos anteriores. Nos cuenta que la idea fue del Historiador de La Ciudad, Eusebio Leal. “Un vez andaba por la Plaza de San Francisco de Asís y un asesor de Leal con un celular me pidió que cantara y por el otro lado del celular quien me estaba escuchando era el mismísimo Historiador. A los cinco a seis días me lo encontré, me saludó y me dijo que estaba muy linda, pero iba vestida muy popular y él quería que yo brillara. Me propuso que me vistiera de blanco, me tapara el pelo y usara una cesta. Yo no sabía cómo hacerlo, pero dije: ¡bueno, con lo poquito que tengo guardado voy a empezar! Me hice un traje blanco por la rodilla, porque estaba segura que ese era el que iba a darme para hacerme los otros trajes”.

Y así fue. Hoy Lizeth cuenta con 17 trajes, todos vinculados a la religión afrocubana. Siempre usa uno diferente, todo depende de “como me levante el loco”, bromea. “Cada uno me ha costado sudor, lágrima y sufrimiento porque yo soy gordita y estos trajes se llevan mucha tela –explica-, pero de esta forma he podido hacer el personaje de la manicera-pregonera. Dicen que soy la primera, no lo sé”.

Nosotros tampoco lo sabemos, pero si no es la primera, al menos es una de las más reconocidas en las calles habaneras. Y eso se debe a que con su trabajo se siente realizada, porque sabe que es una persona que gusta y que vale “Me siento contenta cuando mi madre me pide alguna cosa y puedo darle el gusto, porque ella es el hijo que no tengo. Con este trabajo he encontrado la tranquilidad espiritual que es lo principal en la vida”, asegura.
Sin embargo, Lizeth sigue soñando, porque el ser humano siempre quiere un poquito más. Su ambición es salir de las calles de La Habana. “Sé que tengo talento y muchas personas que saben cantar me han dicho que entono bien. Yo adoro mi trabajo, porque me río, tengo hoy millones de amistades, hago miles de anécdotas; pero –confiesa- mi mayor aspiración es poder algún día cantar en un teatro”.

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