¿Se acabará el VIH/SIDA en 2030?

En un escenario en el cual una de cada cuatro personas que viven con VIH aún no recibe tratamiento, la meta parece ambiciosa.

Foto: tomada de Osservatorio Balcani (online).

Un informe publicado el 13 de julio por ONUSIDA actualiza sobre la situación global de la pandemia de VIH/SIDA en 2023. En la presentación de The path that ends aids (El camino que acabará con el SIDA), la directora ejecutiva del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA, Winnie Byanyima, destacaba que “existe un camino”, que además ayudará a “garantizar la preparación para abordar los retos de otras
pandemias y a avanzar en los Objetivos de Desarrollo Sostenible”.  

“Las respuestas al VIH —continúa la funcionaria— tienen éxito cuando están ancladas en un liderazgo político fuerte que es guiado por la evidencia; para abordar las desigualdades que frenan el progreso; para capacitar a las comunidades y a las organizaciones de la sociedad civil en su papel vital en la respuesta; y para garantizar una financiación suficiente y sostenible”.

Avances innegables

Al analizar la situación del mundo hace dos décadas resulta evidente que el saldo de las campañas contra la enfermedad ha sido positivo. A inicios de siglo 2,5 millones de personas eran portadoras del VIH y las muertes por el virus se contabilizaban en 2 millones al año. En algunas zonas del sur de África el SIDA revertía décadas de aumento de la esperanza de vida y los medicamentos que se habían desarrollado para combatir la enfermedad solo estaban disponibles a precios muy altos, lo que limitaba su uso.

Los datos de ONUSIDA muestran que en la  actualidad el número de personas que reciben tratamiento antirretroviral se ha cuadruplicado: de 7,7 millones en 2010 a 29,8 de los 39 millones de personas que viven con el VIH en el mundo. El acceso a estos medicamentos creció en 1.6 millones de personas cada año desde 2020 a 2022. De mantenerse este ritmo de crecimiento, en 2025 35 millones de personas tendrían acceso a la terapia antirretroviral, que se ha ampliado de forma masiva en el África subsahariana, Asia y el Pacífico, donde vive cerca del 82 % de todas las personas que viven con el VIH en el mundo.

Esto último es fundamental: el libre acceso a al tratamiento del VIH ha evitado casi 20,8 millones de muertes relacionadas con el SIDA en las últimas tres décadas. De hecho, el número de muertes relacionadas con síndrome se ha reducido en un 69 % desde 2004 y países como Botsuana, Eswatini, Ruanda, la República Unida de Tanzania y Zimbabue, todos ellos en el África subsahariana, han alcanzado los objetivos 95-95-95.

Esto significa que en esas naciones el 95 % de las personas que viven con VIH saben que son seropositivos; el 95 % de los seropositivos al VIH tienen acceso a las terapias con antirretrovirales; y el 95 % de los que están bajo tratamiento tiene supresión de la carga viral, lo que implica que tienen todas las posibilidades de alcanzar una vida larga y saludable, y un riesgo mínimo de trasmitir la enfermedad.

El VIH/SIDA, cuarenta años después

Marcada disminución en el número de nuevos casos

Otro dato alentador es que el número de nuevas infecciones cayó en 2022 a 1,3 millones, las menores en décadas. Cuando se analiza este fenómeno entre los diferentes grupos de edades se observa que los descensos más pronunciados se produjeron entre las niñas y los niños (de 0 a 14 años) y los jóvenes (de 15 a 24 años).

En cuanto a la distribución por sexo durante 2022, aproximadamente 210 mil niñas, adolescentes y mujeres jóvenes de 15 a 24 años se infectaron por el VIH, esto representa la mitad de infecciones nuevas en 2010. En tanto, 140 mil personas del sexo masculino de 15 a 24 años se infectaron en los últimos doce meses, lo que supone una reducción del 44 % desde 2010.

Un menor número de nuevas infecciones en mujeres y una mayor cobertura del tratamiento entre las personas que viven con el VIH han dado lugar a un descenso del 58 % en el número anual de nuevas infecciones en niños en todo el mundo entre 2010 y 2022. Se estima que 130 mil se contagiaron el año precedente y, aunque la cifra puede parecer elevada, es la más baja desde la década de 1980.

Niñas, mujeres y poblaciones clave en riesgo

Según el informe de ONUSIDA, las adolescentes y mujeres jóvenes siguen enfrentando riesgos extraordinariamente altos de infección en muchas partes del África subsahariana, al igual que las personas pertenecientes a “poblaciones clave” en todas partes (hombres que tienen sexo con otros hombres, personas que practican el sexo transaccional, personas que consumen drogas inyectables, personas trans, etc.).

Cada semana, 4 mil adolescentes y mujeres jóvenes contraen el VIH. En el África subsahariana, las mujeres y las niñas representan el 63 % de todas las nuevas infecciones por VIH. Sólo alrededor del 42 % de los distritos con una incidencia muy alta del VIH en el África subsahariana cuentan con programas de prevención específicos para adolescentes y mujeres jóvenes.

Desigualdades regionales

Por otro lado, casi una cuarta parte de las nuevas infecciones por VIH (23 %) se produjo en Asia y el Pacífico, donde su número está aumentando de forma alarmante en algunos países. En Europa oriental y Asia central se han seguido registrando aumentos pronunciados del número de nuevas infecciones por el VIH desde 2010 (49 % de aumento) y en Medio Oriente y África del Norte (61 % de aumento). Estas tendencias se deben principalmente a la falta de servicios de prevención para personas de poblaciones marginadas y clave y a las barreras que imponen las leyes punitivas, la violencia, el estigma social y la discriminación.

En muchos países, los servicios de VIH y otros servicios de salud para personas de poblaciones clave son escasos, inaccesibles o inexistentes. En consecuencia, la pandemia del VIH sigue afectando más a estas comunidades. En 2022, la prevalencia del VIH era 11 veces mayor entre los hombres que tienen sexo con hombres, 4 veces mayor entre las trabajadoras sexuales, 7 veces mayor entre las personas que usan drogas inyectables y 14 veces mayor entre las personas transgénero.

Mortalidad, cobertura de tratamiento y “la ruta del dinero”

A pesar de los progresos realizados, el SIDA acabó con una vida a cada minuto en 2022. En esto tiene un papel decisivo que aproximadamente 9,2 millones de personas que viven con VIH no recibían tratamiento contra la infección y 2,1 millones recibían tratamiento, pero no tenían supresión viral.

La cobertura del tratamiento va retrasada en el caso de las niñas y niños de 0 a 14 años. Aproximadamente 660 mil niñas y niños que viven con el VIH, lo que representa alrededor del 43 % de los 1,5 millones de portadores, no recibían tratamiento en 2022. Es cierto que el número de muertes relacionadas con la enfermedad en la niñez se redujo en 64 % entre 2010 y 2022, pero la pandemia del VIH terminó con las vidas de aproximadamente 84 mil niñas y niños en 2022. ¡Una cifra que espanta!

Muchos de los retos pendientes en la lucha contra el mortal virus parten del creciente déficit de financiación. En 2022 se disponía de un total de US$ 20.8 mil millones de dólares para programas contra el VIH en países de ingresos bajos y medios, un 2,6% menos que en 2021 y muy por debajo de los US$ 29,3 mil millones de dólares necesarios para 2025.

Tras haber aumentado sustancialmente a principios de la década de 2010, la financiación para el VIH ha vuelto a caer al mismo nivel que en 2013. Según los análisis del programa de Naciones Unidas para la lucha contra el SIDA, en los lugares donde ha aumentado la financiación, la incidencia del virus ha disminuido.

Hoy las regiones con mayores déficits son las que menos están avanzando en la lucha contra sus epidemias de VIH.

La desigualdad: el mayor obstáculo en el avance en la lucha contra el SIDA

En una publicación de diciembre de 2022, la propia Winnie Byanyima, directora ejecutiva de la ONU, planteaba que “las crisis coincidentes de la pandemia de COVID-19, la guerra en Ucrania y las repercusiones económicas de ambas han afectado a los servicios e incrementado los riesgos. Sin embargo, el problema más grave es que el mundo no ha abordado adecuadamente las desigualdades que impulsan la pandemia de SIDA”. Y planteaba cinco desigualdades:

  1. Desigual acceso al tratamiento para niños y adultos. Solo el 52 % de los niños que viven con VIH están siguiendo un tratamiento, un porcentaje muy inferior al de los adultos que reciben antirretrovirales (76 %). De ahí que los niños, representando solo el 4 % de toda la población que vive con VIH, representaban el 15 % de todas las muertes relacionadas con el SIDA.
  2. Desigual acceso a la educación. A escala mundial, una adolescente o mujer joven contrae actualmente el VIH cada dos minutos. Permitiendo que las niñas finalicen la educación secundaria,  se consiguen mejores resultados en la reducción de nuevas infecciones por VIH entre las adolescentes y las mujeres jóvenes. El riesgo se reduce todavía más cuando se acompaña de un paquete de apoyo al empoderamiento.
  3. Desigual cumplimiento de los derechos humanos.En muchos países se siguen criminalizando las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, lo que provoca que estas personas tengan miedo de acudir a centros donde pueden recibir servicios de prevención, pruebas y tratamiento que podrían salvarles la vida y romper el ciclo de la infección. Las leyes punitivas y discriminatorias lastran la respuesta médica al SIDA.
  4. Desigual acceso a los medicamentos. Los elevados costos impiden el acceso a nuevos medicamentos antirretrovirales de acción prolongada, que facilitan el tratamiento y la prevención del VIH para personas que viven en países de ingreso bajo y mediano
  5. Desigualdad acceso a los recursos. La solidaridad se ha estancado justo cuando el apoyo internacional ha sido más necesario. La asistencia internacional al desarrollo para el VIH por parte de donantes bilaterales distintos de Estados Unidos se ha desplomado un 57 % en los últimos diez años.

La lucha contra el VIH/SIDA hoy

Como se ve, la lucha contra el VIH/SIDA, si bien ha cosechado importantes victorias, también tiene retos enormes a los que hacer frente. La idea de un mundo sin SIDA, es decir, donde los millones de personas que son portadores del virus no desarrollen el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), sería un logro colosal de la salud pública mundial y de la humanidad de manera general.

Sin embargo, luce improbable que esto se logre en un plazo tan breve como son siete años. La falta de financiamiento, su desigual distribución entre los distintos grupos poblacionales y zonas geográficas, la discriminación por motivo de género o preferencias sexuales, así como la criminalización a los grupos de riesgo jugarán un papel determinante.

El mundo necesita cambiar mucho. En un escenario en el cual una de cada cuatro personas que viven con VIH aún no recibe tratamiento, alcanzar las metas de 95-95-95 resulta muy difícil.

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