Escuchar las demandas de quienes sangran por su propia piel

Entrevista con Adriana Fonte Preciado y Deyni Terry Abreu

Deyni Terry Abreu y Adriana Fonte Preciado (de izquierda a derecha).

Voces Cubanas continúa buscando sentidos, percepciones, reflexiones y esperanzas sobre la nación al día de hoy. Creemos ineludible la conversación colectiva, los diálogos horizontales al interior de la sociedad, así como las interlocuciones entre la sociedad civil y el Estado cubanos.

Descreemos, por lo mismo, de los monólogos, de hablarle solo “a los mismos”, de tratar la diferencia como enemiga. Afirmamos la necesidad de cuestionar los cauces exclusivistas de circulación de ideas, que jamás se encuentran con otras, fabrican compartimentos entre las zonas de opinión, y así excluyen voces, necesidades, soluciones, e impiden la posibilidad de elaborar agendas colectivas y tramas cívicas.

Uno de los problemas que ocupa nuestra atención es el seguimiento al proceso constitucional de 2019, y los caminos que ha estado siguiendo ese “espíritu constitucional”, para enjuiciar o comparar su conformidad con determinadas actuaciones estatales o sociales. Sin embargo, ese tema es acaso una sombrilla que abre otras discusiones, por ejemplo, sobre la legitimidad de la actuación estatal, el periodismo y la crítica social, los derechos humanos, el activismo ciudadano, o la desigualdad social.

A partir de estas ideas, Voces Cubanas conversa esta vez con Adriana Fonte Preciado, médica, estudiante de ciencias de la religión en el Instituto Superior Ecuménico de Ciencias de las Religiones (ISECRE), de Matanzas, y columnista de Mujercitos, y con Deyni Terry Abreu, abogada y activista de amplia trayectoria dentro del espectro de iniciativas del antirracismo cubano.

Desde hace algún tiempo la sociedad cubana se transforma social y económicamente, y se visualizan demandas de diversa índole por varios sectores. ¿Está el diseño del Estado cubano en capacidad para absorber y gestionar esas demandas?

Deyni Terry Abreu: Desde mi percepción, el Gobierno cubano no está preparado para asumir estas demandas. Para mí, es parte de un problema general: no tenemos cultura de escuchar, y se nos dificulta dialogar.

Es cierto que hablamos en determinados escenarios de intercambio, de diálogo. Sin embargo, nos falta integración, aceptación y entendimiento en cuanto a que no podemos utilizar palabras que se conviertan en frases manidas, trilladas, que no se ejecutan desde la práctica gubernamental ni desde ciertas prácticas sociales.

Hay mucho de positivo en la voluntad política del Estado. Sin embargo, los operadores del Derecho, los servidores públicos y quienes ostentan el poder, tienen que estar preparados para estos nuevos escenarios y asumirlos con filosofía, sabiduría, sin ambages, escuchando e intentando conciliaciones que defiendan objetivos gubernamentales pero que no denoten una resistencia a ultranza frente a las críticas provenientes de lo social.

Adriana Fonte Preciado:

El cambio social y económico en el que se ve envuelta Cuba puede abordarse desde distintas disciplinas y modelos analíticos. A mí me interesa primero la reflexión crítica sobre el curso, y el resultado práctico de las demandas que acompañan este proceso y sus impactos sobre nuestra vida.

El gobierno cubano no tiene las herramientas suficientes para suplir las demandas sociales ni para entablar un diálogo “fluido” con la ciudadanía y los diferentes actores que están involucrados.

Sus formas de respuesta prometen instaurar un nuevo orden, pero, por el contrario, contribuyen al fortalecimiento de crisis y generan cambios que muchas veces, al ser catalizados de formas imprudentes, resultan no ser tan provechosos como se espera.

La radicalización fundamentalista, el hipercriticismo, la reelaboración del debate como “discusión mediática”, hacen que aparezcan contrapuntos maniqueos que tienden a producir divisiones y segregaciones dentro del cuerpo nacional, sin tomar en cuenta ninguna otra consideración.

Es común escuchar el criterio de que la sociedad cubana está importando demandas primermundistas a un país que tiene muchos problemas previos por resolver. Olvidamos que nuestros vecinos latinoamericanos tienen problemas de otra índole, aunque tenemos en común a los Estados Unidos exprimiendo el jugo y dejando la cáscara. Sin embargo, para bien o para mal, Cuba constituye una excepción en la vida continental. Por eso, los métodos que emplean otros latinoamericanos para ir en busca de la solvencia, no nos sirven del todo para encontrar la nuestra.

La labor del gobierno está siendo ineficiente, su carencia de contacto con el espectro mayor de la sociedad cubana nos ha llevado a una encrucijada que nos hace criticar el presente y enfrentar de manera indiscriminada el pasado. Se nos juzga por ello críticamente, pero es nuestra manera de formar parte del mundo, circunscrito a Cuba.

¿Cuál es su opinión sobre la intensificación de las sanciones a Cuba que tuvieron lugar durante la administración Trump en medio de esta crisis agravada por la pandemia y sus consecuencias sobre el país?

Deyni Terry Abreu:  Considero que lo que pasó con la intensificación de medidas contra Cuba durante el Gobierno de Trump habla de un odio visceral, de una “locura” en desbandada que nos pone en una posición asfixiante, y que sufre mayormente la población simple, el emprendedor o emprendedora, las y los trabajadores comunes.

El gobierno de Trump decidió intervenir en cada aspecto de la vida y la economía cubana. La intensificación de medidas políticas que interfieren en la vida del país, al llegar en paralelo con la pandemia, constituyen crímenes, virtualmente, de lesa humanidad.

Se trata de medidas pensadas para someternos y constituyen actos ilegítimos que agreden no solo los bienes de dominio público, que son aquellos pertenecientes al Estado, sino, que impactan sobre bienes privados como la economía, la salud, la vida e integridad de las personas.

Estados Unidos somete a Cuba a un bloqueo que indiscutiblemente incide más en la vida de las personas. Todo ello, dada la pandemia, produce consecuencias de la mayor complejidad.

¿Cómo ve la relación entre Derecho y activismo ciudadano hoy en Cuba? ¿Cómo ha visto la aplicación del Derecho después de las protestas que comenzaron el 11 de julio? Parecería que el discurso periodístico ha sustituido, en alguna medida, los procesos jurídicos en el caso de acusaciones sobre vínculos de personas o entidades con proyectos de subversión y “cambio de régimen” contra Cuba. ¿Qué opinión tiene sobre este problema?

Deyni Terry Abreu: Considero que es prácticamente inexistente la relación entre Derecho y activismo ciudadano. Desde lo que es visible, no hay una adecuada preparación ciudadana en materia de Derecho y ello conlleva a una ruptura entre lo uno y lo otro.

El activismo ciudadano necesita nutrirse de herramientas jurídicas y, en alguna medida, los legisladores han de tener en cuenta criterios e investigaciones de activistas barriales, ya que sus experiencias pueden aportar mucho al Derecho, pero no sucede así en la práctica cotidiana.

Respecto al 11 de Julio, supe de varios casos en los que se produjeron excesos por partes de las fuerzas del orden público. Ese no es el modelo que queremos para Cuba. Los sucesos no se canalizaron de la mejor manera. En la ley procesal penal cubana, lo que los abogados llamamos la “biblia del Derecho penal”, se regulan los procesos sumarios, sumarísimos, abreviados. No puedo generalizar, pero en algunos casos sí hubo violaciones de la ley procesal cubana y esas cuestiones sí deben valorarse y debe darse una respuesta ajustada a Derecho. Hasta ahora lo que más se ha divulgado por los medios oficiales es la violencia que desataron algunos grupos contra tiendas, hospitales, etc., pero no hemos visto lo mismo de posible violencia en la actuación de determinados actores a cargo del orden interior. No en todos los casos se dieron las detenciones de la manera más adecuada. He conocido personalmente de actos muy violentos a la hora de realizar detenciones.  También está muy mal que muchas madres no pudieran saber dónde estaban sus hijos. En Cuba está reconocido el derecho a comunicar al familiar en caso de detención, está dentro de las garantías procesales en el ordenamiento jurídico cubano y en los tratados internacionales que Cuba ha ratificado.

Cuba vive, indiscutiblemente, un escenario muy complejo. Como en cada país, el periodismo es un eje fundamental para la información política y social.

Si periodistas no cuentan con información veraz sobre determinadas cuestiones, y aún así la dan por cierta, provocan situaciones alarmantes. Son malas prácticas, que es necesario cuestionar. Al mismo tiempo, la proliferación de noticias que califican actos como subversión, no siempre tienen argumentos irrefutables. En todo caso, no es posible sustituir los procesos jurídicos. Si hay un Estado de Derecho, cada cosa debe tener su propio ámbito. Si la ley es clara cada cosa debe ser vista en su justo lugar.

 ¿Y cómo aprecio el rol del intelectual en la esfera pública cubana actual?

Adriana Fonte Preciado: Me parece que no hay que buscar las fallas estratégicas del gremio intelectual en sus planteos en debates académicos. Donde encuentro fallas es en su acercamiento al pueblo. Mi impresión es que muchos “descartan” la actitud revolucionaria del propio pueblo, y buena parte de sus necesidades, aun cuando es este quien ocupa el lugar decisivo en la producción de lo político.

La decisión “final” no está en manos de los intelectuales, sino en manos de la gente de a pie. Esta está acostumbrada a un determinado tipo de planteos, a un determinado tipo de lenguaje expositivo. Es una costumbre que le ha sido inculcada con eficacia por los medios de comunicación adheridos al gobierno. De modo que, ya no para llegar a convencer al pueblo, sino para conseguir que éste se decida a leer y escuchar los argumentos de la izquierda más consecuente con la crítica y con el mundo de lo popular, se hace necesario que tales argumentos le sean presentados en un envase que por lo menos se parezca a lo que habitualmente recibe.

Debido a ese desencuadre, publicaciones de medios alternativos circulan apenas entre intelectuales (artistas, escritores de filiación comunista, anarquista, etc) y muchas veces ni siquiera son leídas por mayorías de unos u otros. Entonces, resulta que para zonas importantes del pueblo ese lenguaje se vuelve panfletario y, a veces, agresivo.

Hay que destacar la decisiva ventaja que esto concede al sector más oficialista. Mientras que, en mayor o menor grado, muchos consumimos información fresca e intelectualmente bien estructurada, con su propaganda directa o indirecta, pero normalmente conservadora —sino abiertamente reaccionaria—, el oficialismo se da el lujo de ignorar la opinión intelectual consecuente con el momento histórico que vivimos, y hace propaganda para ese pueblo que, aunque sea por la fuerza, la absorbe y se vuelve parte de ella.

El denominador común ha de ser la conciencia política del pueblo, una conciencia de la que actualmente carece y que influye en el discurso crítico que debe prevalecer hoy en Cuba. La solución es obvia: educación política. Pero esto lleva años y, mientras, urge la justicia social.

Curiosamente, cuando los intelectuales reclaman justicia social, la urgencia no tiene que ver precisamente con ellos (que muchas veces gozan de posiciones privilegiadas) sino con el pueblo en su conjunto, donde están implícitas las clases más bajas, pero que a la vez, irónicamente, muchas veces postergan en sus análisis.

La fórmula es educar con urgencia. Si la fórmula tradicional del oficialismo ha sido la propaganda y esta ha sido eficaz, no solo con avisos o consignas, sino envasada en editoriales, periódicos y sonrisas televisivas, es hora entonces de que la intelectualidad de la izquierda legítima (esa que establece el diálogo crítico como punto de partida, que se permite ser plural y consecuente) aprenda la lección y cree un nuevo lenguaje propagandístico, atractivo y contagioso, cambiando el capital que no tiene por la creatividad que sí puede alcanzar.

Existe hoy un gran debate sobre el financiamiento extranjero de proyectos dirigidos a la subversión en Cuba. ¿Cómo entender este fenómeno en el contexto político y social cubano? ¿Pueden delimitarse en este campo a sectores, grupos y medios? ¿Cuáles son los límites de la legitimidad en la actuación ciudadana en Cuba?

Adriana Fonte Preciado: La “cáscara” socialista de nuestra realidad actual es gruesa. El uso y abuso de esta palabra recurre a una frivolidad tal que a pocos le llama la atención que nos llenemos la boca con el dulzor de la salud y la educación públicas mientras el gobierno hace bastante para manchar la palabra socialismo con arbitrariedades y malas planificaciones.

Ocupa la mesa de debate actual la invención de vastas conspiraciones capitalistas. Se trata de convencer a la opinión pública de que cualquier medio o periodista independiente ejemplifica un brote neo-liberal en el ámbito socialista. Es una simplificación al absurdo, que estigmatiza y deslegitima a cualquiera que no contribuya al grosor de la “cáscara” socialista, para no hablar de quien proponga otros perfiles sobre el socialismo alternativos al existente.

Muestra de ello es que cuando un periodista o intelectual anota sus objeciones a las políticas de estado, aunque sea un marxista reconocido, un izquierdista de primer orden, recibe como clásica respuesta elucubraciones sobre la vinculación al “golpe blando”.

No hay espacio para el intercambio crítico en el estrado cáscarosocialista, pero si un periodista formula halagos desmedidos, no hay medio oficial que se ahorre la satisfacción de publicarlo en lugar de privilegio.

Hay mala prensa independiente y mala prensa oficial. Hay prensa independiente financiada para la subversión y hay prensa oficial financiada para el dogmatismo. La mala praxis de esta última hace que la acusación de intento de sabotaje y conspiración a la prensa independiente tenga un tono manipulador: no hay respeto a la verdad, no se investigan los hechos, no se muestran pruebas, no se contrastan fuentes, no se diferencia entre información y opinión, no se enfrentan versiones del hecho, no hay presunción de inocencia y meten a todo el mundo en un mismo saco.

La actual dinámica socioeconómica genera cambios en la composición clasista o de sectores de la sociedad cubana y sus dinámicas de desigualdad. ¿Cómo ve este problema y sus posibles soluciones?

Deyni Terry Abreu: Realmente esta situación ha visibilizando más las brechas existentes. Las personas que estaban ubicadas en una situación clasista favorecida han profundizado más su posición, se han “apalancado”. El hecho ocurre dentro de diferencias sociales que ya eran importantes.

Negar que existen personas en Cuba que no sufren el impacto de las carencias, o si son emprendedores, por ejemplo, la ausencia de materias primas, o ya en general la carencia tanto de recursos como de alimentos, es perpetuar el refrán de pretender tapar el sol con un dedo.

Por otra parte, el igualitarismo es una tendencia que pone al descubierto uno de los tantos errores cometidos por nuestro sistema, que no quedó enmendado en la Rectificación de los 1980s y tras los cambios de los 90. Es notoria la persistencia de desventajas sociales que impactan en las personas negras, en las comunidades vulneralizadas, en mujeres. Un tratamiento homogéneo a la política social no resuelve las diferencias de origen de los sectores que sufren desigualdad.

Las franjas sociales antes mencionadas son las que pasan mayores trabajos para implementar un negocio por cuenta propia, para obtener un local estatal, para obtener respuesta a sus necesidades, y así experimentan, de modo más tangible, las desigualdades.

Las posibles soluciones están dadas en implementar políticas públicas bien pensadas, estructuradas y dirigidas hacia los grupos que permanecen en desventaja. Están en escuchar precisamente las demandas que realizan quienes sangran por su propia piel, en cambiar sin hipocresías ni miramientos, en respetar los derechos humanos de cada quien.

Existen muchos desafíos. La economía cambiante, con los procesos sociales que se generan dentro de esa dinámica; las transformaciones políticas externas que inciden directamente en cuestiones nacionales; la permanencia de un bloqueo injustificable, por ilegítimo; la comunicación a lo interno del país, que genera desmotivación en una parte importante de la población, que no apuesta por el avance, se entretiene, se congela, entre otras cuestiones que producen resultados negativos en la salud social.

 

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