De tiempo en tiempo, Yarini

Esta “tragedia griega cubana”, como la definió el propio Carlos Felipe, convoca masivamente al público habanero en su más reciente puesta de la mano de Carlos Díaz.

En primer plano, Carlos Migueles en el papel de Alejandro Yarini (nombre del personaje de Alberto Yarini Ponce de León). Con él, María Karla Fornalls como La santiaguera. Foto: Kaloian.

Carlos Díaz ha traído nuevamente el controversial personaje al escenario habanero, ahora en una puesta deslumbrante. Para ello parte de Réquiem por Yarini, el texto de Carlos Felipe (1914-1975), uno de los pilares de la dramaturgia cubana.

Según noticias, el autor comenzó la escritura de su pieza alrededor de 1947. En un inicio, la tituló El gallo. La abandona ante la certeza de que una obra sobre los bajos fondos de la ciudad no sería vista con buenos ojos por la pacata sociedad de la época, y no es hasta 1954 que retoma el proyecto, esta vez con el título de El rey de la zona. En 1958 la nombra, finalmente, como ha llegado hasta nosotros, y en 1960 la da por concluida. El estreno mundial de Réquiem por Yarini se produjo en 1965 bajo la dirección de Gilda Hernández con el Conjunto Dramático Nacional.

Carlos Migueles (Yarini) rodeado de las actrices que interpretan a las prostitutas del burdel del llamado Rey de La Habana. Foto: Kaloian.

Desde entonces no ha dejado de representarse, y el polémico personaje, partiendo de la lectura que de él hace Felipe, ha ido a dar al cine (Los dioses rotos; Daranas, 2008), la radio, la televisión y la literatura (Personas decentes; Padura, 2022; El gallo de San Isidro; José Ramón Brene, 1964).

El Yarini que vemos en escena es un personaje con existencia histórica, pero versionado por el autor y artísticamente retocado por Carlos Díaz, que tuvo el auxilio de Norge Espinosa para la dramaturgia del espectáculo.

El duelo a estilete entre Yarini y Lotot, que propone la obra, y que causara su muerte, no ocurrió. Yarini falleció el 22 de noviembre de 1910, a la edad de 28 años, a causa de cinco disparos recibidos en una reyerta entre proxenetas cubanos y franceses por el dominio del barrio portuario de San Isidro. Un suceso prosaico que el arte ha romantizado, como su propia vida, en la cual ejerció el ruin oficio de chulo o explotador sexual de mujeres.

“Réquiem por Yarini”, de Teatro El Público. Foto: Kaloian.

Como venía de una familia acaudalada (sacarocracia), como era apuesto y de finas maneras, como hablaba a la perfección el inglés (había estudiado en los Estados Unidos), no fue difícil que el imaginario popular lo convirtiera en un paradigma: el hombre que cualquier mujer quisiera “tener”, el macho que cualquier hombre quisiera “ser”. Y si en algún momento su figura causó fascinación, con el tiempo se ha ido empequeñeciendo. No así la obra de Carlos Felipe, un clásico destinado a perdurar.

Yarini es retratado por el dramaturgo como un héroe trágico, alguien que tiene que cumplir su destino inexorable. Él llamó a su Réquiem… “una tragedia griega cubana”. Y en verdad, posee esa dimensión y empaque, con sus diálogos grandilocuentes y sentenciosos, con el constante entrecruzamiento entre deidades y seres humanos, ya en forma de apariciones fugaces u oráculos; en este caso, los provenientes del mundo de la santería o Regla de Ocha.

Sobre la escena

María Karla Fornalls (La santiaguera) y Carlos Migueles (Yarini). Foto: Kaloian.
Fernando Hechavarría (La dama del velo), Nelson González (La raposa) y María Karla Fornalls (La santiaguera). Foto: Kaloian.

En esta puesta el director mueve un gran grupo de actores, cuya presencia de cara al público es constante. En la función del sábado 13 de julio fue particularmente sobresaliente Antonia Fernández, como La jabá; potente, matizada, contradictoria, exacta en las transiciones). Muy buenas también las actuaciones de Carlos Migueles (Alejandro Yarini —Alberto, en la vida real—), María Karla Fornalls (La santiaguera) y Georbis Martínez (Letot —en realidad, Lotot; el francés rival de Yarini).

Carlos Díaz ha concebido un espectáculo brillante, dinámico, de buen gusto, fastuoso en la acepción de “digno de verse”. Él es, en lo que a concepción de teatro total respecta, un digno heredero de Roberto Blanco (1936-2002), maestro de maestros.

Fernando Hechavarría como La dama del velo. Foto: Kaloian.
El Yarini que vemos en escena es un personaje con existencia histórica, versionado por el autor y retocado por Carlos Díaz, quien tuvo el auxilio de Norge Espinosa para la dramaturgia del espectáculo. Foto: Kaloian.

En tiempos de tantas dificultades económicas, resalta y se agradece lo lujoso y cuidado de la escenografía (Yanzel Medina), que recrea un prostíbulo de la época, y el vestuario (Vladimir Cuenca, Ana Rojas y Cris Cris). Sobre Bárbara Llanes recayó la composición de la música, interpretada en vivo, mezcla de las raíces africanas con elementos de la llamada alta cultura. Su música se integra a la perfección con las acciones, crea atmósferas, subraya.

Antonia Fernández como La jabá. Foto: Kaloian.

Los espectadores han respondido con fervor a la convocatoria de El Público. Las entradas literalmente hay que “lucharlas”. Los jóvenes ocupan las localidades casi en su totalidad. Tal vez los desnudos masculinos y femeninos, y los matices homoeróticos aviven el interés; tal vez el tradicional buen hacer de este colectivo, que ha ido creando su propio auditorio, garantice la sala colmada. Yo pienso que, además, los asistentes acuden para regocijarse con la belleza conseguida en un espectáculo tan rotundo, que resulta difícil despiezarlo para el análisis.

Me parece incuestionable la pertinencia de la subida a escena de Yarini en un momento de particular penuria para Cuba. A los clásicos habría que representarlos siempre, en cualquier circunstancia. Ellos nos hablan de nosotros, de cómo aún perviven actitudes, angustias existenciales, creencias y dolores que no van a suprimirse por decreto. El machismo no es cosa trascendida, por solo referirnos a un aspecto; es una tara que transversaliza nuestra sociedad, desde los cimientos hasta la superestructura.

La dama del velo y Yarini. Foto: Kaloian.
Elenco completo de la obra, al final de la presentación. Foto: Kaloian.

Aire frío, Electra Garrigó (Virgilio Piñera), Lila, la mariposa (Rolando Ferrer), Santa Camila de La Habana Vieja (José Brene), María Antonia (Eugenio Hernández), El premio flaco (Héctor Quintero), Manteca (Alberto Pedro) —y estoy siendo absolutamente escueto— deberían estar siempre en el repertorio de nuestros grupos teatrales, al alcance del público más joven, ese que debe preguntarse de dónde venimos, y hallar respuestas en nuestros pilares culturales.

Bravo por Carlos Díaz y El Público; bravo por toda la gente de teatro que no renuncia a su función de emocionar dialogando con nuestro pasado y develando nuestro presente. El teatro cubano está vivo y, pese a todo, en franco crecimiento. Defenderlo de criterios reduccionistas y cancelaciones arbitrarias es tarea de todos los que lo amamos, los que hemos crecido, también, en las salas oscuras, mirándonos, tratando de entendernos.

Carlos Díaz (La Habana, 1955), director de Teatro El Público. Foto: Kaloian.

Qué: Réquiem por Yarini, Teatro El Público
Dónde: Sala Trianón, Línea esquina a Paseo. El Vedado, La Habana
Cuándo: Fines de semana de julio. Viernes y sábados, 8:30 pm; domingos, 5:00 pm. Recesa en agosto y vuelve a escena en septiembre. 
Cuánto: 50 CUP (las entradas se venden a partir de los miércoles a las 3:00 p.m.)

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