Los sobrevivientes

Cuando un cubano da con un carro, será para toda la vida. Hasta que la muerte los separe y más allá, pues será heredado de generación en generación.

Almendrones en La Habana. Foto: Alejandro Ernesto.

Almendrón abandonado en La Habana. Foto: Alejandro Ernesto.

“No envidies lo que tengo sin conocer mis sacrificios”. Lo leí hace poco en la parte trasera de un almendrón destartalado, varado en pleno barrio habanero de Cayo Hueso y al que poco hay que envidiarle. Posiblemente no vuelva a rodar por la ciudad museo que es La Habana.

Parte del paisaje. Foto: Alejandro Ernesto.
Parte del paisaje. Foto: Alejandro Ernesto.
Aseguramiento. Foto: Alejandro Ernesto.
Aseguramiento. Foto: Alejandro Ernesto.

Es un hecho establecido que los almendrones son parte del paisaje de la isla desde hace mucho, desde que llegaron sin saber que sería “para siempre” y compartir espacio con los Ladas y Moskvich rusos, otros que se resisten a desaparecer de nuestras calles y que sobreviven gracias a la pericia de nuestros mecánicos y al contrabando de piezas desde algunas selectas tiendas “mayameras”.

Conviven autos modernos con otros más antiguos, La Habana 2023. Foto: Alejandro Ernesto.
Conviven autos modernos con otros más antiguos. Foto: Alejandro Ernesto.
Son autos con al menos medio siglo de uso. Foto: Alejandro Ernesto.
Son autos con al menos medio siglo de uso. Foto: Alejandro Ernesto.
Almendrón "parado". Foto: Alejandro Ernesto.
Almendrón “parado”. Foto: Alejandro Ernesto.

Entre el sistema de distribución que primó hasta finales de los 90 por un lado, en el que solo podían adquirir un carro los trabajadores de avanzada o los tracatanes de turno, y por otro, los elevadísimos precios de hoy, ni remotamente pagables para la inmensa mayoría, cuando un cubano da con un carro, tiene que durarle toda la vida. Hasta que la muerte los separe y más allá, pues será heredado de generación en generación per saecula saeculorum.

A la intemperia, el estado de estos autos se deteriora día a día. Foto: Alejandro Ernesto.
A la intemperia, el estado de estos autos se deteriora día a día. Foto: Alejandro Ernesto.
Pueden encontrarse en un eterno parqueo, en patios, portales y otros espacios. Foto: Alejandro Ernesto.
Pueden encontrarse en un eterno parqueo, en patios, portales y otros espacios. Foto: Alejandro Ernesto.
Ningún estado de deterioro es suficiente para deshacerse del vehículo. Al fondo, la Torre K en construcción, próximamente el edificio más alto de la ciudad. La Habana, 2023. Foto: Alejandro Ernesto.
Ningún estado de deterioro es suficiente para deshacerse del vehículo. Al fondo, la Torre K en construcción, próximamente el edificio más alto de la ciudad. La Habana, 2023. Foto: Alejandro Ernesto.

El cubano inventa, nadie lo duda. Somos los reyes del remiendo, el reciclaje y la vida eterna de nuestros añejos autos; tanto, que han pasado a ser imagen icónica de La Habana que se vende en las postales y revistas para turistas.

Mecánico repara un almendrón en La Habana 2023. Foto: Alejandro Ernesto.
Reparando el almendrón. Foto: Alejandro Ernesto.

Soy admirador de nuestros mecánicos, capaces de modificar —y hasta mejorar— los diseños de las marcas más famosas del mercado. Me gusta retratarlos debajo de los autos, haciendo magia. La imagen del hombre devorado, aplastado por la máquina que no puede vivir sin él.

Mecánico debajo de un auto en La Habana 2023. Foto: Alejandro Ernesto.
Soy un gran admirador de los mecánicos cubanos. Foto: Alejandro Ernesto.

Pero me aburre la foto del almendrón turístico y La Habana de fondo. Por eso estas fotos van por otro lado, por el de los olvidados. Los autos que, por alguna u otra razón, llevan años a la intemperie, cada día más oxidados y carcomidos, con las gomas podridas y los asientos destrozados. Esos que tienen cada vez más lejana la resurrección que los lleve de vuelta a las calles y permanecen bajo el sol y la lluvia como silenciosos monumentos a la supervivencia o la decadencia.

Un Lada abandonado en un patio. Foto: Alejandro Ernesto.
El Lada del patio. Foto: Alejandro Ernesto.
Silenciosos monumentos dispersos por la ciudad. Foto: Alejandro Ernesto.
Silenciosos monumentos dispersos por la ciudad. Foto: Alejandro Ernesto.

En mis caminatas buscándolos para retratarlos encontré de todo. Algún Lada, pocos autos modernos y muchos almendrones. Algunos tirados a la buena de Dios, otros asegurados como la caja fuerte de un banco.

Aunque el premio se lo lleva uno azul, el más destrozado de los que vi, de marca indescifrable, aplastado como si fuera la única víctima de una batalla de transformers. Fue escachado por un edificio que se desplomó cuando pasó el huracán Ian. Lo más sorprendente no era el estado del cacharro, sino que su dueño lo había puesto a la venta, según me contaron algunos vecinos que se ofrecieron incluso a llamarlo si yo me animaba a comprarlo.

Restos de almendrón en una calle de La Habana, 2023. Foto: Alejandro Ernesto.
Los restos. Foto: Alejandro Ernesto.

Pero no. Ni mi bolsillo ni mi fe en los mecánicos del barrio dan pa semejante locura. Aunque es probable que alguien lo compre y en un par de años, magia cubana mediante, el amasijo azul ruede por el malecón lleno de turistas, ajenos a su increíble historia mientras van sacándose sus selfies.

Almendrón en calle de La Habana, 2023. Foto: Alejandro Ernesto.
Mensaje de pasadas glorias. Foto: Alejandro Ernesto.
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