La escultura ecuestre más singular y desconocida de La Habana

Posiblemente “Los portadores de la antorcha” sea la escultura ecuestre más singular, bella y desconocida de La Habana.

Foto: Kaloian.

En la esquina de un parquecito habanero, exactamente donde confluyen la Calzada de Ayestarán y la Avenida 20 de Mayo se alza una de los más singulares y, a su vez, desconocidos conjuntos escultóricos instalados en Cuba. “Los portadores de la antorcha” se llama esta obra ecuestre de la artista Anna Vaughn Hyatt Huntington (1876- 1973), una de las más famosas y reconocidas escultoras estadounidenses. 

Por allí circulan cientos de personas en su ajetreo diario. Del mismo modo, a unas pocas cuadras está la Plaza de la Revolución hasta donde llegan casi todos los turistas que pisan la capital cubana. Sin embargo, la escultura pasa desapercibida y casi imperceptible para todos, a pesar de su magnificencia y hermosura.

Yo mismo he pasado un sinfín de veces por allí y nunca me hubiese detenido a observar esta obra si no fuera porque una tarde, mientras esperaba a un amigo en ese parque, las expresiones de los protagonistas de la escultura llamaron mi atención.

Un hombre desnudo y sin fuerzas yace en el suelo. Está aferrado con su brazo derecho a una roca mientras que, con el último aliento, mantiene su brazo izquierdo extendido al cielo. Empuña una antorcha encendida. Otro hombre, montado en un caballo, intempestivo y vigoroso, está por recibir y resguardar aquel batón. 

La escena simboliza el relevo generacional de la sabiduría. Es la lucha constante por mantener viva la llama del conocimiento. 

 

“En este grupo escultórico se representa el mito de Prometeo, aquel valeroso personaje que acudió un día al monte Olimpo para robar el fuego que Zeus había arrebatado a los hombres. Pero Prometeo fue perseguido hasta caer  muerto, no sin antes entregar la antorcha olímpica a otro hombre más joven y fuerte que él, que en la obra en cuestión hace un esfuerzo sublime por detener el galope brioso y bravío del caballo. En el diálogo Protágoras de Platón se dice: “Así que Prometeo, apurado por la carencia de recursos, tratando de encontrar una protección para el hombre, roba a Hefesto y a Atenea su sabiduría profesional junto con el fuego —ya que era imposible que sin el fuego aquélla pudiera adquirirse o ser de utilidad a alguien— y, así, luego la ofrece como regalo al hombre. De este modo, pues, el hombre consiguió tal saber para su vida”, se puede leer en el blog “Madrid a fondo”. 

La escultura original de “El relevo”, como también se le conoce a esta pieza, está hecha en aluminio. Es una de las mayores del mundo esculpidas en ese material. Anna la comenzó a crear en 1950 y la terminó en 1953. Fue emplazada en la Ciudad Universitaria de Madrid, España, en 1955. Era el tiempo en que gobernaba el dictador Francisco Franco. De hecho, la esposa de Franco fue quien develó la escultura en el acto de inauguración de la misma.

La réplica en bronce de La Habana, de más de 3 metros de alto y con un peso aproximado de 1.500 kilos, fue donada en 1956 por Archer Milton Huntington, esposo de Anna, al pueblo de Cuba. Aunque se dice que Milton, millonario y filántropo estadounidense, fanático de la cultura hispanoamericana y fundador de la Hispanic Society of America, se la regaló a Fulgencio Batista.

Otras réplicas en bronce están instaladas en la Universidad de Valencia, en España, y en otras dos universidades de Estados Unidos. 

El legado artístico de Anna llegó a Cuba no solo a través de la escultura “El relevo”. En 1958, su esposo también donó una réplica de la estatua de “Diana Cazadora”, en el instante que está por lanzar una flecha. Esa pieza se encuentra también en La Habana, en los jardines de la sede nacional de la Federación de Mujeres Cubana (FMC).

Pero lo que selló la huella de esta artista con la historia de Cuba fue el asumir y realizar a sus 82 años la más famosa estatua de José Martí, que desde 1965 se alza en el Parque Central de Nueva York y, desde 2017, cuenta con una réplica en el parque 13 de marzo, en La Habana. (Nuevamente en este episodio Batista media con el esposo de Anna para encargarle la estatua de Martí y, a nombre del gobierno cubano, regalarla al pueblo de los Estados Unidos). 

Volviendo a “Los portadores de la antorcha”, una de las características más importantes radica en su calidad técnica. Es sorprendente la anatomía de los humanos y del caballo. El moldeado del bronce deviene metafóricamente carne y músculos. Los rostros muestran un nivel de detalle en la gestualidad que roza la literalidad de sentimientos como agonía (en el joven moribundo) y esperanza (en el jinete).

Mención aparte merece el movimiento furioso del caballo. Esa particular genialidad de Huntington para detallar estos animales se puede apreciar en otras obras como la ya mencionada estatua de Martí o el “Cid Campeador”, con réplicas en Buenos Aires, Argentina, y en Sevilla, España. 

Lo anterior pudiera explicarse a partir de la propia historia personal de Anna. Ella creció en un ambiente donde la fauna animal era una pasión. Su padre era profesor de paleontología y zoología. Cuentan que la joven pasaba más tiempo en el zoológico, observando, boceteando y moldeando figuras de animales que vio en la Academia de Bellas Artes de Boston o Nueva York, donde se formó. Todo ese bagaje la convirtió en una especialista y estudiosa de la anatomía animal.

Este conjunto escultórico es también un gran guiño al más puro clasicismo griego, donde las obras se inspiraban en los mitos. Desde lo estético, ese movimiento, que tuvo lugar entre los siglos XVII al XVIII, recuperó pautas conceptuales y artísticas de la Antigüedad clásica. Hay una marcada preocupación por la armonía entre las diferentes piezas y el enaltecimiento de los patrones de belleza de la época. 

Posiblemente “Los portadores de la antorcha” sea la escultura ecuestre más singular, bella y desconocida de La Habana. Muchas veces miramos hacia lo lejos y nos maravillamos. Otras veces esas propias maravillas las tenemos tan cerca y le somos esquivos. Celebremos y pongamos en valor esta joya escultórica y el sentido conceptual y estético que representa.

 

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