Las muchas postales de La Fontana de Trevi

Una de las imágenes que más impacta de la crisis de salud que vive el mundo, es la de los sitios antes más concurridos, vacíos. Si lanzara hoy una moneda a la famosa fuente italiana, pediría verla repleta de nuevo.

Foto: Kaloian Santos

Con la propagación del Coronavirus las fisonomías de muchos lugares cambiaron de golpe y porrazo. Sobre todo, aquellos sitios donde las aglomeraciones de personas son parte del paisaje. Por caso tenemos La Fontana Di Trevi, uno de los puntos turísticos más visitados de Italia y del mundo.

Precisamente las postales de este emblemático lugar son disimiles y han sido cambiantes a lo largo de más de dos siglos de su existencia. 

La fuente, encargada en 1732 por el Papa Clemente XII al arquitecto italiano Nicola Salvi, quien murió con la obra a medio terminar, fue ejecutada por Giuseppe Pannini e inaugurada en 1762. Durante treinta años estuvieron trabajando en este monumento, sobre una de las fachadas del Palacio Poli y situada en el cruce de tres calles. El objetivo de esta obra hidráulica fue la de marcar un Aqua Virgo, como se le denominaron a cada uno de los once puntos del afamado acueducto romano que suministraba agua a la ciudad eterna.

El nacimiento del conjunto escultórico de 20 metros de ancho y 26 metros de alto, como lo conocemos hoy, se debe a una moda instaurada durante principios del siglo XVIII para rediseñar espacios públicos de manera barroca. Así, lo que en sus orígenes era una aparentemente sencilla fuente de agua devino en una impresionante armonía entre la arquitectura, la escultura y la ingeniería y uno de los símbolos más impresionantes del arte barroco.

La obra tiene como protagonista a Neptuno, en el centro, escoltado a ambos lados por una estatua de la Abundancia y otra de la Salubridad. Abajo, dos Tritones doman sendos caballos marinos que sobresalen de la furiosa cascada.

A pesar de su magnificencia, con el tiempo y las nuevas construcciones a su alrededor, la fuente quedó como atrapada entre los edificios familiares y establecimientos de negocios de la pequeña plaza de Trevi.

Mas, es muy fácil llegar si estás paseando por el centro de Roma. Solo basta seguir el rebaño de turistas por las estrechas calles, a unas cuadras del Coliseo, el Foro Romano y la Piazza Venezia.

Todos conocen La Fontana de Trevi pues además de ser un baluarte meridiano de la historia del arte universal también ha sido locación de escenas memorables en célebres películas que dieron pie a leyendas, mitos y pasajes rituales que se suceden alrededor de este ícono.

En 1954 se estrenó la película norteamericana “Tres monedas en la fuente”. Dirigida por Jean Negulesco y basada en la novela de John H. Secondari, la trama de esta comedia romántica se centra en las historias de tres secretarias que tras vicisitudes amorosas encuentran el amor en un viaje turístico por Roma… ¡tras lanzar monedas en la fuente de marras!

El filme recorrió el mundo y en 1955 obtuvo dos premios Oscar: mejor fotografía y mejor canción original.

Uno de los mayores atractivos para quienes visitan la fuente es la idea de lanzar monedas a ella para que se cumplan los deseos. Hay que hacerlo con cierta técnica: “De espaldas, con la mano derecha cruzando el hombro izquierdo y pasando por el corazón”, vociferaba una guía turística en ese sitio cuando fui hace un par de años.

Si lanzas una moneda y pides un deseo antes de que esta alcance el agua, tu deseo será concedido. Dicen que si lanzas una ya tienes garantizado regresar a Roma, dos, conseguirás amor, y tres, te casarás (preferiblemente con alguien nacido en Italia).

Pero en la era de la fotografía digital, casi nunca son suficientes tres monedas, la cantidad dependerá de los intentos de cada quien para lograr un buen selfie, o una buena historia para Instagram. Fui testigo de numerosos ensayos.

No sé si la fuente cumplirá los deseos de los millones que lanzan a ella monedas con fe, la realidad es que cada día, al cerrar la noche, recogen todas las ilusiones materializadas. ¿Cuánto han llegado a juntar si cada día miles de turistas pasan por ahí y cumplen el rito? En 2018 se llegó a contabilizar un millón y medio de euros. El monto es destinado a la Fundación Caritas, para dar de comer a personas necesitadas. Así que, de alguna manera, la Fuente devuelve la fe que en ella se deposita.

La escena más romántica y, con ella me atrevo a aseverar, el mayor pico de popularidad de La Fontana de Trevi sucedió en 1960, al rodarse en esas aguas parte de la mítica cinta italiana La Dolce Vita. La película escrita y dirigida por Federico Fellini, protagonizada por Marcello Mastroianni, quien encarna a un cronista de la farándula y a Anita Ekberg en el papel de una famosa actriz estadounidense llamada Sylvia, quien llega a Roma en la cumbre de una afamada carrera. La historia de amor de esta pareja, contada desde una trama cinematográfica poco convencional, hicieron de este filme una de las joyas de la historia del cine.

La secuencia más recordada sucede de noche, cuando Marcelo y Sylvia deambulan por unos callejones desolados de Roma. Ella juega y lleva en su cabeza un gatito blanco y hambriento que encontró en la calle. Le pide a él que vaya en busca de leche. Mientras, ella llega, sin quererlo, a La Fontana de Trevi. Hipnotizada por la majestuosidad de lo que ven sus ojos deja al gato y se mete en el agua. Marcello llega y la contempla danzando sensualmente cerca de la cascada, le pone el vaso de leche al gato y se sienta, obnubilado ante tanta belleza. “Marcello, come here“, le grita la rubia a Mastroianni quien ya loco de amor entra en la fuente e intenta tocarla para comprobar que no es un sueño lo que está viviendo.

Y así quedó inmortalizada una de las escenas más iconoclastas del amor en el séptimo arte.  Los premios como un Oscar, una Palma de Oro y hasta el suspiro de la crítica; el reconocimiento de varias generaciones de cinéfilos y los aplausos alrededor del mundo para La Dolce Vita, aún resuenan tras medio siglo de estrenada.

La repercusión fue tan grande que, en Italia desde entonces hay un tour por los lugares donde se filmó la película. Y, por supuesto, es La Fontana de Trevi el sitio protagónico de ese recorrido. Tanto así que desde entonces tuvieron que poner “guarda fuentes”, personas que la cuidan de aquellos turistas con complejo de La Dolce Vita.

Pero no siendo suficiente esas medidas y ante los incontenibles fans que cada tanto se lanzan al agua, se estipuló hace unos años una multa de 160 euros a quienes se sienten en el borde de la fuente y 450 euros a quienes quieran imitar a Marcello y Sylvia.

Justo unos días antes de que la pandemia del Coronavirus azotara a ese país a principios de este año y las calles de Roma estuvieran desiertas por una estricta cuarentena, fue noticia una resolución aprobada por el Consejo de Roma para la construcción, casi inminente, de una barrera de vidrio y metal de aproximadamente un metro de alto para custodiar a la fuente más grande de la capital italiana de los miles de turistas que por día la visitaban.

La coyuntura pandémica frenó la obra. Pero de seguro ese blindaje será un nuevo detalle de las próximas postales de la fuente más famosa del mundo.

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