Estadounidenses a Cuba: Yes, you may come!

Foto: Otmaro Rodríguez.

Foto: Otmaro Rodríguez.

La explosión de visitantes estadounidenses a Cuba en los dos últimos años como consecuencia del deshielo entre los dos países, estaba en la mira del actual presidente de los Estados Unidos y sus asesores cubano-americanos, ansiosos por apretar el lazo al gobierno de la Isla.

Trump lo había adelantado el 16 de junio en el teatro Manuel Artime de Miami: las categorías autorizadas para viajar a Cuba serían revisadas, los viajes individuales “pueblo a pueblo” quedarían prohibidos y se aplicaría una mayor fiscalización a otras categorías.

Los más de 346,000 estadounidenses –ninguno como turista– que viajaron a Cuba en el primer semestre de 2017 –un 149 por ciento más respecto a igual fecha del año pasado, según un reciente artículo de The Hill– y el más de medio millón que debe registrarse al cierre del año, eran más de lo que Trump parecía dispuesto a permitir.

Cinco meses después, al cabo de no pocos debates, tensiones y cabildeos, las sanciones entraron finalmente en vigor y cumplieron –al menos en la letra– lo anunciado, con la denuncia de supuestos ataques acústicos a diplomáticos estadounidenses en La Habana y la advertencia del Departamento de Estado a sus ciudadanos de no viajar a la Isla como telón de fondo.

El resultado, en principio, ha sido de preocupación e incertidumbre. El alcance real de las restricciones aprobadas ha generado por el momento más preguntas que respuestas entre los posibles visitantes.

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Hace solo unos días, John Kavulich, quien preside el Consejo Comercial y Económico Estados Unidos-Cuba, dijo a la agencia EFE que las nuevas regulaciones estaban diseñadas “para crear ansiedad entre los viajeros y las empresas, y eso es exactamente lo que consiguen”.

Para Kavulich, la posible reducción de los visitantes estadounidenses a Cuba será el principal efecto negativo de las medidas de Trump, una opinión compartida por otros empresarios y analistas.

Las categorías de la discordia

Uno de los principales focos de atención es la –anunciada y cumplida por Trump– prohibición de los viajes individuales “pueblo a pueblo” y el mantenimiento de la categoría “apoyo al pueblo cubano”.

Michael Zuccato, gerente general de Cuba Travel Services, en Cypress, California, estima que “no todos [los estadounidenses] están familiarizados con estos términos. Se van a confundir”.

Zuccato recordó al sitio Travel Market Report que la categoría “pueblo a pueblo” –fruto de la flexibilización de los viajes a Cuba por parte de la administración Obama– era la más popular antes de las nuevas regulaciones porque les daba a los viajeros individuales “mayor libertad para realizar sus actividades”.

Su eliminación supone un cambio real en la política de Obama. No obstante, en opinión de Zuccato, “si las personas quieren viajar a la Isla, pueden hacerlo. El verdadero impacto es la confusión y la histeria, y la apariencia de que viajar a Cuba está prohibido”.

Como alternativa para viajar de manera individual a la Isla, quedó en pie la categoría “apoyo al pueblo cubano”, y tampoco fueron afectadas otras categorías como las visitas familiares, religiosas, humanitarias y profesionales.

También se mantiene la autorización de viajar a Cuba para las aerolíneas y las empresas de cruceros estadounidenses, aunque en el caso de las primeras algunas han anunciado recortes y suspensiones ante el nuevo escenario.

Para John McAuliff, director ejecutivo del Fondo para la Reconciliación y el Desarrollo de la Alianza Pueblo a Pueblo de Cuba y Estados Unidos, se trata de un “cambio en la nomenclatura” que no cierra las puertas de la Isla a los visitantes de su país.

Sin embargo, no todo es tan sencillo.

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William LeoGrande, profesor de la American University, explica que la categoría “apoyo al pueblo cubano” exige “una agenda completa de actos que están, en efecto, diseñados para socavar la autoridad del gobierno cubano”. En su criterio, este requerimiento “ciertamente disuadirá a algunos viajeros, porque hacer eso podría suponerles problemas legales en Cuba”.

Las propias autoridades cubanas, tras el anuncio de las medidas, mostraron su inconformidad con este acápite, al que atribuyen una intención “política” y “subversiva”.

Según el Departamento del Tesoro, la categoría de “apoyo al pueblo cubano” busca “fortalecer la sociedad civil en Cuba”. Cualquier persona que viaje bajo esta debe cumplir un cronograma de actividades a tiempo completo que resulte en “una interacción significativa con el pueblo cubano”, un concepto ambiguo que, de acuerdo con Chad Olin, CEO y fundador de la empresa Cuba Candela con sede en Miami y dedicada a tours personalizados a la Isla, “podría dificultar que un viajero medio se sienta cómodo solicitando esta licencia”.

Aunque viajar bajo esa categoría implica solo señalar una casilla en un formulario en el avión, y no exige –de momento– presentar ningún itinerario previo al Departamento del Tesoro, Olin agrega otro aspecto a considerar: el hecho de que los viajeros deban guardar todos los recibos de su visita a Cuba durante 5 años, ante la posibilidad de que el Departamento del Tesoro les realice una auditoría que puede implicar multas por incumplimiento.

Olin cree que este motivo puede inclinar a muchos a los viajes en grupo. “Siempre existe la posibilidad de una auditoría o de que la aduana de los Estados Unidos te pregunte al regresar. Pero si viajas con un grupo autorizado no debes preocuparte. Sus organizadores se encargan de eso por ti”, asegura.

Optimismo, a pesar de todo

Pese a sus ambigüedades y restricciones, las nuevas medidas de Trump contra Cuba no son el portazo que muchos temían y otros deseaban.

“La realidad es que más allá de la prohibición de hoteles y otros sitios turísticos, la situación no ha cambiado mucho más allá de renombrar la categoría de viajes independientes”, dijo John McAuliff a Travel Market Report.

La plataforma Airbnb, en la que desde su entrada en Cuba se registraron más de 22,000 habitaciones de renta, fue una de las primeras empresas estadounidenses en reaccionar a las medidas de Trump.

“Apreciamos que los anfitriones sigan teniendo la oportunidad de compartir su espacio y que los invitados puedan continuar visitando la Isla. Los anfitriones en Cuba han recibido invitados de todo el mundo y estas regulaciones permitirán a Airbnb seguir apoyando a los cubanos individuales que comparten sus hogares”, señaló la compañía en un comunicado.

Airbnb y las medidas de Trump contra Cuba

Tom Popper, presidente de la agencia insightCuba, opina que el hecho de que los estadounidenses todavía puedan viajar a Cuba es una buena noticia.

“Cuando el presidente Trump anunció el verano pasado que iba a derogar las políticas de Obama de apertura comercial y relaciones de viaje con Cuba, no sabíamos lo que iba a suceder –explica Popper. Pero aquí estamos en noviembre y la gente todavía puede viajar (…) La mayoría de los cambios de política de Obama aún están vigentes.”

Su punto de vista parece respaldado por agencias de viaje y turoperadores estadounidenses que, tras la entrada en vigor de las medidas, refirieron el escaso impacto de las mismas en su negocio.

La agencia Globus dijo a Travel Market Report que las nuevas reglas no tienen “ningún efecto negativo” en sus programas y que estos están “en completo cumplimiento” con dichas regulaciones.

Por su parte, Tauck anticipó un “cero impacto” para sus operaciones en la Isla, y dijo que esperaba operar el 100 por ciento de sus salidas programadas para 2017 y 2018. Incluso, fue más allá: “la prohibición del viaje individual a Cuba (y el requisito renovado de que los ciudadanos estadounidenses visiten solo como parte de un grupo autorizado) es probable que impulse negocios adicionales a nuestra manera”.

Esta posición también es compartida por Chad Olin, de la compañía Cuba Candela, quien insiste en los viajes en grupo como una alternativa viable para los estadounidenses: “Las personas que buscan ir solas a Cuba ahora se están uniendo a grupos. Y estamos escuchando a gente con viajes reservados que buscan una aclaración”.

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“Debido a la falta de claridad, el viajero promedio tendrá dificultades para depender de la licencia de viaje individual, pero de lo que la mayoría de los estadounidenses no se da cuenta es de que aún pueden cumplir con las normas del gobierno con grupo de tan solo dos personas. Podría hacer su propio grupo con amigos, familia, y aún cumpliría con los requisitos”, afirma Olin.

Y podría haber otros resquicios en las nuevas regulaciones.

Peter Hakim, presidente emérito del Centro de Estudios Diálogo Interamericano, estima que “la dificultad de entender la regulación” impulsaría “a algunos viajeros a llegar a Cuba de otras formas, como desde México y Canadá”, un método habitual en el pasado.

Y Michael Zuccato recuerda que “Cuba ha sido un destino exitoso sin Estados Unidos. Y si seguirlo siendo significa cambiar hoteles a diferentes ministerios, hacer mercadeo a diferentes grupos entrantes, entonces harán los ajustes necesarios”.

¿Más por venir?

Las regulaciones aprobadas hasta el momento impiden a los visitantes estadounidenses hospedarse en Cuba en unos ochenta hoteles estatales, utilizar dos agencias de viaje, visitar cinco marinas así como diferentes tiendas y otras entidades cubanas vinculadas a las fuerzas armadas de la Isla.

De acuerdo a a Travel Market Report “estas restricciones podrían afectar el deseo de un turista de experimentar la auténtica cultura cubana, ya que se supone que los viajeros estadounidenses rastrearán sus actividades mientras se encuentren en Cuba, y presentarán un registro de los mismos a los funcionarios estadounidenses a su regreso si así lo solicitan”.

Frank Reno, presidente de Cuba Executive Travel Inc. en Apollo Beach, Florida, lamentó la prohibición de ciertos hoteles que considera “fundamentales” que los viajes de los estadounidenses a Cuba tengan “las comodidades que podrían esperar en otros destinos”.

También lo hizo la compañía Ya’lla Tours, que utilizaba en Baracoa, en el extremo oriental de Cuba, hoteles “propiedad de los militares”.

“A menos que algo cambie, ya no podremos incluir esa área en nuestros programas”, señaló la empresa en un comunicado. Sin embargo, reconoció que el impacto general de las sanciones sobre sus negocios en Cuba sería mínimo y comentó que “muchos de los hoteles prohibidos son balnearios, lo que no afecta a Ya’lla Tours ni a ningún otro operador estadounidense, ya que las vacaciones en la playa nunca se han permitido en virtud de las restricciones de viaje entre Estados Unidos y Cuba”.

No obstante, lo normado hasta la fecha no es definitivo. Diferentes analistas opinan que, tal como lo anunció Trump en junio, podría haber actualizaciones de las entidades y servicios restringidos. Factores como la posible reacción del gobierno cubano a las medidas –que hasta el momento se han limitado a declaraciones oficiales– y la presión del lobby cubano-americano en el Congreso, podrían tensar más la cuerda.

El senador de Florida Marco Rubio, por ejemplo, mostró su insatisfacción con las medidas y pidió más restricciones al gobierno de Trump. Que, por ejemplo, prohíba los tratos con otras empresas turísticas cubanas, como las cadenas hoteleras Gran Caribe y Cubanacán.

Rubio lamentó que “los burócratas en el Departamento de Estado que se oponen a la política cubana del presidente se negaron a implementarla completamente”. Su opinión es compartida por otros congresistas y políticos republicanos, quienes exigen mayor presión al gobierno de La Habana.

A pesar de esto, para turoperadores y empresarios como Michael Zuccato y Tom Popper, la entrada en vigor de las medidas al menos terminó con el misterio previo, y con no poca incertidumbre.

Sanciones contra Cuba: Morderse la cola

Los estadounidenses, reafirma Travel Market Report, “todavía pueden viajar a Cuba, con mayor libertad que en cualquier otro momento en décadas, excepto por el breve período en que se permitía el viaje individual a Cuba”.

Para la publicación especializada, es cierto que “nadie puede predecir qué hará el presidente Trump en un momento dado. Pero parece que tiene otras cosas en mente durante mucho tiempo por venir. Su proclamación original de que iba a derogar las políticas cubanas de Obama introdujo la incertidumbre en el mercado y los operadores turísticos vieron que la lentitud se convertía en demanda. Ahora, después de un año, esa incertidumbre se ha levantado”.

De momento.

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