Moscas asesinas en Guanahacabibes

Península de Guanahacabibes. Foto: Ronald Suárez Rivas

Península de Guanahacabibes. Foto: Ronald Suárez Rivas

Desde que está habitado el archipiélago cubano, la península de Guanahacabibes ha sido considerada tierra hostil.

Refugio de bandidos que aprovecharon su aislamiento para evadir la ley, y de connotados piratas, este pedazo de monte impenetrable ha dado origen a una infinidad de leyendas en las que se combinan la codicia y el oro, el misterio y la muerte.

Sin embargo, hay quienes afirman que el mayor peligro de cuantos han acechado en esta pedazo estrecho de tierra, nunca blandió un puñal, ni tiene los colmillos temibles de los perros jíbaros que suelen unirse en grupos para cazar.

A lo sumo podrá medir uno o dos centímetros y es una mosca que la mayoría de las personas creerían inofensiva.

Pero cuidado con las apariencias. La mosca de la península tiene tantas víctimas a cuestas como Francis Drake o John Hawkins, o cualquier otro de aquellos famosos ladrones de mar.

El historiador Pedro Manuel De Celis admite que “no se trata de un solo caso. Ese tipo de insecto ha afectado a una gran cantidad de personas”.

Roberto Varela, biólogo y especialista del Parque Nacional Guanahacabibes, explica que, al parecer, introduce sus larvas con la picada y estas empiezan a devorar los tejidos.

“En poco tiempo los necrosa y hay que cortar el trozo, para evitar que se siga propagando”, dice.

Así sucedió por ejemplo con Carmen Montero, su madre, a principios de la década de 1950. “Yo llegué a estar un año y medio en el hospital Calixto García, de La Habana” cuenta la señora.

“Recuerdo que me hacían unas curas de perro. Me cortaban con una tijera, y los gritos se oían en el cielo”.

A sus 78 años, Carmen conserva en su pierna izquierda, un poco más arriba del tobillo, la enorme cicatriz que le quedó para siempre.

Foto: Ronald Suárez Rivas
Foto: Ronald Suárez Rivas

Aun así, tuvo suerte. A otros como Macho, en la comunidad de El Vallecito, le dejó el brazo inutilizado y a Jesús Ramos Borrego hubo que extirparle más de la mitad de la oreja.

“Fue una mosquita chiquita, allá por Cabo Corrientes. Ella me picó, pero yo la maté. Al principio sentía una picazón, y como que me pinchaba también, y luego empezó a inflamarse. El médico me ponía medicinas y medicinas, y no se curaba. Hasta que tuve que ir a Pinar del Río a operarme”.

Según Varela, no se sabe a ciencia cierta cuál es el insecto que provoca este tipo de daños. “Como biólogo me gustaría estudiarlo, pero hasta ahora no hemos capturado ninguno”.

Roberto Raciel Pérez, especialista de la dirección provincial de sanidad animal de Pinar del Río, considera que pudiera tratarse del gusano barrenador del ganado (Cochliomyia hominivorax), una especie de mosca que habita en las zonas cálidas del continente americano y ataca a los vertebrados de sangre caliente, incluido el hombre, de una manera similar a la que refieren los habitantes de Guanahacabibes.

La literatura especializada lo identifica como un parásito perjudicial en términos de producción y mortalidad para el ganado vacuno, porcino, ovino, equino, las mascotas, y aclara que el ser humano también puede ser blanco de sus picadas.

No obstante, no es el único insecto capaz de causar lesiones de envergadura. De ahí que no pueda afirmarse con certeza que el gusano barrenador provenga de la mosca que tantos estragos ha hecho en esta remota porción del occidente cubano.

A Jesús Ramos Borrego hubo que extirparle más de la mitad de la oreja por una picadura. Foto: Ronald Suárez Rivas
A Jesús Ramos Borrego hubo que extirparle más de la mitad de la oreja por una picadura. Foto: Ronald Suárez Rivas

En la propia península existen otros como la Nigua, que también penetran la piel y se multiplican debajo de ella, provocando una especie de “picazón agradable”, que lleva a sus víctimas a rascarse constantemente y más de una vez ha terminado en gangrena.

“A Nieves, la hija de Alfredo, en El Valle, hubo que amputarle el pie, por culpa de las Niguas”, comenta Varela, aunque aclara que si se le combate a tiempo, no hay problemas.

“Solamente hay que escarbar con una aguja, sacarlas y extraer también los huevitos”, explica.

Con la mosca desconocida de Guanahacabibes, en cambio, la solución es más compleja.

Pedro De Celis asegura que “con la picada ella introduce la larva, que empieza a necrosar los tejidos, pero uno no se da cuenta en ese momento, así que en cuanto aparecen los síntomas, hay que buscar un médico de inmediato y cortar por lo sano.

“Hasta ahora esa es las única forma”.

Aunque la voz popular asegura que ha sucedido muchas veces, en realidad la cifra resultaría despreciable si se le compara con la cantidad de personas que entran y salen de la península.

De hecho en la actualidad, podrían pasar varios años entre un caso y otro.

Pero para la gente de Guanahacabibes, tan aferrada a las leyendas de misterios, la mosca forma parte de esa mística que envuelve el lugar, junto con las historias de gigantescos tesoros fruto de la piratería, que alcanzarían para comprar medio mundo, y de los que hasta ahora han aparecido solo unas pocas monedas.

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