Con Pedro Sánchez, en mangas de camisa

Nadie pidió para sí mismo ni le rindió pleitesía al visitante. Nadie intentó ganar capital político ni erigirse en vocero de algo. 

En la foto artistas, periodistas, emprendedores que tuvieron un encuentro con el presidente del gobierno español Pedro Sánchez el pasado 23 de noviembre en La Habana. Foto: Cortesía de la Embajada de España en Cuba.

En la foto artistas, periodistas, emprendedores que tuvieron un encuentro con el presidente del gobierno español Pedro Sánchez el pasado 23 de noviembre en La Habana. Foto: Cortesía de la Embajada de España en Cuba.

Nos habían dicho, mientras esperábamos en un pequeño salón en la residencia del embajador de España, que el encuentro sería en otro espacio, más amplio. Que el presidente Sánchez, aunque andaba corto de tiempo, no quería marcharse de Cuba sin hablar con nosotros y que el embajador serviría de moderador durante el intercambio.

Estábamos en un despacho con libreros, escritorio y unos pocos muebles en los que los convocados –artistas, periodistas, emprendedores–, que apenas pasábamos de la decena, nos acomodábamos estrecha, pero cordialmente. La atmósfera era de expectación compartida. Suponíamos que esa era la antesala.

Algunos invitados –Perugorría, Padura, Carlos Varela– no necesitaban presentación; otros, aunque menos conocidos públicamente, eran personas también muy destacadas de sus respectivos sectores.

En un repaso del grupo descubrí, no sin cierta vergüenza, que era uno de los pocos que no vestía saco; que dar por hecho que el encuentro no sería formal –como nos habían adelantado al invitarnos– me había llevado a traicionar la etiqueta. Mi descubrimiento me hizo hundirme en la butaca.

Un saludo en español castizo rompió mi apocamiento. Frente a mí, alguien me preguntaba con toda la amabilidad imaginable si podía cederle mi asiento al Presidente. Por la puerta entraba en ese momento Pedro Sánchez. Sonriente. Espigado. Y en mangas de camisa.

Verlo así me restituyó el ánimo.

El encuentro, en efecto, sería en ese mismo lugar. Nada de un salón majestuosos como suponíamos. Fui hacia una esquina, hasta una banqueta donde aún quedaba lugar, mientras Sánchez venía hasta cada uno de nosotros a saludarnos personalmente. Con calidez. Sin protocolo.

Luego, se sentó en la butaca que yo le “había dejado” hacía solo un instante. Pidió disculpas por no disponer de mucho tiempo, y nos miró a todos, expectante.

Su entrada nos había tomado por sorpresa y tardamos unos largos segundos en reaccionar. No estábamos del todo listos para que un Presidente se sentara frente a nosotros a escucharnos, informalmente y con interés.

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Finalmente, se rompió el silencio y uno a uno fuimos hablando, sin peticiones de palabra. Mientras, Sánchez escuchaba con atención e intervenía de tanto en tanto, siempre con respeto y, a la vez, con naturalidad, haciendo comentarios que nacían del diálogo. Lució sincero, jovial. Más de una vez rió.

Conversamos poco más de una hora, por encima del tiempo inicialmente previsto. En ningún momento se mostró apurado o sugirió terminar el encuentro, a pesar de que luego debía partir rumbo al aeropuerto. Rumbo a España.

Los cubanos le contamos sobre Cuba. De la Cuba compleja y cotidiana con sus transformaciones y tensiones económicas y sociales, la de una reforma constitucional no exenta de avances y contradicciones, la de una conectividad a redes digitales muy insuficiente aún, la de voluntades y realidades contrastantes en la que han emergido actores –como los que allí representábamos–, que también se esfuerzan por el bienestar del país a pesar de las mil y una dificultades.

Hablamos de historia y cultura, de los afectos y las raíces compartidas entre Cuba y España, de los vínculos edificados durante siglos y mantenidos incluso en las épocas más difíciles. Lamentamos el distanciamiento durante la “Posición Común” y celebramos esta nueva aproximación, no solo por lo que puede representar a nivel de gobierno y en la macroeconomía, sino también para la gente común, para los trabajadores estatales y para los que intentan sacar adelante su propio negocio, para los que apuestan por seguir y trabajar en la Isla en lugar de emigrar.

Hubo quien rememoró el intercambio cultural y la colaboración institucional existente en épocas pasadas, como ejemplo de lo que puede volver a lograrse.

Llegaron las historias de un antepasado o de un familiar cercano que vino de la península en alguna época o partió para allá recientemente.

Se escucharon opiniones de quienes viven la experiencia de portar las dos nacionalidades –en el grupo había dos españolas residentes en Cuba y también cubanos con pasaporte español.

Y se habló de Estados Unidos. De las consecuencias para los cubanos del bloqueo estadounidense –así lo llamó el propio Pedro Sánchez: bloqueo– y del “frenazo” en la normalización de relaciones ocurrido desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Del efecto particular de las medidas de Trump para los cuentapropistas y creadores de la Isla. Del contraste de esta situación con lo vivido durante la administración Obama, en una breve “primavera” o “deshielo” que multiplicó los visitantes –y, por ende, los clientes– norteamericanos y abrió nuevos horizontes a quienes optaron por lanzar sus propios emprendimientos.

Nadie pidió para sí mismo ni le rindió pleitesía al visitante. Nadie intentó ganar capital político ni erigirse en vocero de algo.

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Más de uno recordó que los allí reunidos no agotábamos en lo absoluto la sociedad civil cubana, tan variopinta y condimentada. Más de uno abogó por un clima de buenas relaciones internacionales como base para un buen clima interno en Cuba. Más de uno consideró el acercamiento con España como una puerta natural para un mayor vínculo con Europa. Más de uno defendió que los intercambios bilaterales también tuvieran en cuenta al sector privado y solicitó apoyo a título colectivo en temas como la capacitación.

Todos le agradecimos a Pedro Sánchez por reservarnos un momento en su agenda, por reconocernos también como interlocutores válidos, por el valor simbólico del encuentro más allá de lo que pudiera generar o no en la práctica, por el aliento que nos transmitió en sus palabras.

Alguno le hizo notar que nos reuníamos con él antes que con el actual Presidente cubano. Y se le pidió su impresión sobre Díaz-Canel.

“Me pareció un Presidente que quiere hacer bien las cosas”, nos dijo; que está dispuesto a seguir con las reformas que necesita la economía cubana y a estrechar las relaciones con España.

También nos confirmó su intención –y la de su gobierno– de colaborar con Cuba frente a los desafíos internos y globales, de impulsar las inversiones y la cooperación, de llevar a un nuevo nivel el intercambio cultural, de realizar otras visitas, y conseguir la de los Reyes a Cuba.

“Este no será mi último viaje”, nos aseguró al despedirse.

Antes de partir, volvió a saludarnos a cada uno, y se tomó una foto de grupo junto a nosotros y los ministros y funcionarios que lo acompañaron –algunos de pie– durante el intercambio. Una foto ya fuera del pequeño salón y que él mismo compartiría luego en su cuenta de Twitter.

Una foto en mangas de camisa. Como el propio encuentro.

Foto tras el encuentro del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez (4to de izquierda a derecha en la fila delantera), con artistas, periodistas y emprendedores cubanos. El corresponsal de OnCuba en La Habana, Eric Caraballoso (2do de izquierda a derecha), fue invitado al encuentro en representación de nuestro grupo editorial. Foto: Perfil de Twitter de Pedro Sánchez.
Foto tras el encuentro del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez (4to de izquierda a derecha en la fila delantera), con artistas, periodistas y emprendedores cubanos. El corresponsal de OnCuba en La Habana, Eric Caraballoso (2do de izquierda a derecha), fue invitado al encuentro en representación de nuestro grupo editorial. Foto: Perfil de Twitter de Pedro Sánchez.
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