Antes de que Obama aterrice

Foto: Ramón Espinosa / AP

Foto: Ramón Espinosa / AP.

La agencia Reuters divulgó hace pocos días la noticia de que la administración Obama prepara un nuevo paquete de medidas que será lanzado antes que  el Presidente aterrice en el aeropuerto de La Habana. Sería el cuarto desde el 17D, y se dice que se encamina a permitir que Cuba utilice el dólar en las transacciones comerciales y a flexibilizar las restricciones de viajes de los ciudadanos norteamericanos a Cuba.

Estas medidas se sumarían a otros  pasos ya adoptados como el muy cercano acuerdo para establecer vuelos regulares comerciales entre los dos países, la posibilidad de que las empresas norteamericanas puedan abrir oficinas en Cuba, y de pagar a ciudadanos norteamericanos que trabajen en esas empresas, etcétera.

El gobierno cubano ha reconocido una y otra vez lo positivo de las medidas que la administración del Presidente Obama ha tomado, pero ha señalado también, y con justicia, que son insuficientes. De hecho ha identificado y hecho público desde el inicio, otras modificaciones al régimen de sanciones actual que también el Presidente Obama podría encaminar. Algunas de ellas ya han sido satisfechas, al menos parcialmente.

Algunas grandes empresas se apuran para tener resultados con Cuba antes de que llegue Obama. Según se supo, Marriot International y Starwood Hotels and Resorts Worldwide aspiran a cerrar algún tipo de negocios con autoridades del sector turístico. AT&T, con la misma premura estaría buscando un acuerdo de roaming con ETECSA.

Hoy quisiera hacer un ejercicio de esos como de cerrar los ojos e imaginar. Quisiera pensar algunas de las consecuencias y los retos que significarían estos cambios. Comenzaré por uno que ya es casi un hecho, y que me toca de cerca pues vivo muy cerca del aeropuerto Internacional “José Martí”: el establecimiento de vuelos regulares.

¿Que significaría el aterrizaje de al menos 10 vuelos diarios más en el  aeropuerto internacional de la Habana?

Primero que todo, determinaría más ingresos por operaciones en tierra y por permisos de aterrizaje, también impactaría en los ingresos por impuestos de aeropuertos. Sin dudas nuestros taxistas ganarían más. El incremento de visitantes norteamericanos provocaría también una mayor demanda de habitaciones, en hoteles y en hostales y casas privadas, y una mayor demanda de servicios de todo tipo, en especial de restaurantes, renta de autos… Por cierto, ¿ saben dónde hay alguno disponible, porque al parecer en los rent a cars no se encuentran?

Y como el turismo en su raíz es más que todo una aventura, pues  hasta los “boteros” de cada día se beneficiarían con algunos turistas de esos tradicionales a los que les gusta el riesgo. ¿Cuánto significa todo eso en términos de ingresos? Pues no lo sé, pero una cifra despreciable no es.

La otra cara de la moneda aeroportuaria es el reto desde el punto de vista operacional. Los que por suerte o por casualidad de vez en vez pasamos por ellos, sabemos cuán distantes están las terminales aéreas cubanas de los estándares internacionales, en infraestructura, en calidad y en la variedad de los servicios que prestan.

Nuestros aeropuertos, en especial el de La Habana, tuvieron que resistir el año pasado el incremento abrupto de su tráfico aéreo y de pasajeros, y sus trabajadores de pronto se vieron prácticamente sobrepasados. Pues bien, este año, pasará algo parecido, o peor.

La parte buena de ese asunto es que una perspectiva de crecimiento de la demanda de servicios aeroportuarios puede servir de base para negociar recursos que permitan poner a tono a nuestros aeropuertos con los mundo.

Todavía me queda algo más. La existencia de vuelos regulares entre Cuba y Estados Unidos, puede convertir a la Habana en un hub de tráfico de pasajeros y carga desde diferentes destinos hacia Estados Unidos y viceversa. Casi podríamos empezar a pensar en competir con Panamá, solo que tendríamos que lograr la eficiencia del aeropuerto “Omar Torrijos” y tener terminales aéreas de igual calidad al menos. ¿Creen que es demasiado grande el reto?

Puede parecer descabellado, pero cuando comiencen los vuelos regulares, esa posibilidad será real y por primera vez en más de cinco décadas no estaremos excluidos de ese juego, el de las conexiones aéreas a través de Cuba, por causa del bloqueo. Aprovecharlo depende de nosotros. ¿Cuánto ingreso puede generar algo así? Tampoco lo sé, pero pensando en el aeropuerto “Omar Torrijos”, creo que es una suma considerable.

Salgamos del aeropuerto. Empecemos a usar el dólar en las transacciones con empresas y entidades internacionales. Recordemos que la OFAC se ha especializado en detectar el uso del dólar en transacciones con Cuba y ha sido eficiente castigando a empresas del mundo por esa razón. De hecho, la administración Obama ha sido la que más multas ha impuesto en toda la historia de estos 56 años ¡Qué paradoja!

Si pudiéramos usar el dólar en las transacciones con el mundo, entonces nuestros costos financieros disminuirían por varias razones. Primero, porque nuestro riesgo país disminuiría significativamente y podríamos pagar menores tasas de interés; o sea, el dinero que nos prestan costaría menos.

Segundo, porque la amenaza de sanciones desaparecería y entonces otras muchas organizaciones y empresas estarían dispuestas a trabajar con Cuba, a participar en las operaciones de financiamiento y de inversión. ¿Cuánto significaría esto en términos de ingresos? Pues no lo sé, pero tampoco es poco, y de eso sí estoy seguro.

Ahora pensemos en qué significaría para los ciudadanos de ambos países que se puedan usar libremente los dólares estadounidenses. Obviamente para los norteamericanos podría significar poder usar sus tarjetas magnéticas de débito y crédito. Claro que para eso tendríamos que tener más cajeros y equipos para procesar las tarjetas en todos los lugares, hoteles, restaurantes, casas de renta, etc. Y entonces necesitaríamos mejores conexiones digitales… Pero ese es otro cuento.

Además evitaríamos el manejo de mucho dinero contante y sonante y eso lógicamente estimula más a venir a Cuba.  ¿Y desde nuestro lado? Primero que todo, más turistas con más facilidades para gastar su dinero, y un banco detrás respaldando la operación. Como otro efecto para nada menor, mejoraría la trazabilidad de las operaciones, algo muy saludable para el funcionamiento del sistema económico. ¿Cuánto ingreso adicional significa? Tampoco lo sé, pero, insisto, no es despreciable.

Si la administración Obama se decide a tomar una medida como esta, sin ningún tipo de restricciones, el camino hacia la “normalidad” en el comercio y las finanzas internacionales y también en las operaciones en nuestro mercado interno sería más expedito. Sin dudas son también grandes retos para Cuba, pero qué bien tener la posibilidad de intentar  resolverlos.

Otra de las medidas posibles es permitir que los ciudadanos norteamericanos puedan disfrutar de mayores facilidades para viajar a Cuba.

En 2015 llegó a Cuba un 70 por ciento más de visitantes norteamericanos -es importante entender que no son turistas, son visitantes- y todos, o casi todos, viajaron en grupos y bajo alguna de las sombrillas de las doce famosas categorías permitidas por la administración norteamericana. Tener que viajar en esas condiciones es de hecho una manera muy particular de viajar y se aleja bastante de la forma en que los norteamericanos y las norteamericanas están acostumbrados a hacerlo.

Obviamente todo lo que contribuya a hacer más normal este asunto debe tener un impacto positivo en el incremento de los viajeros procedentes de Estados Unidos, pero también en todos los otros. Ya el año pasado los arribos totales, desde todo el mundo, crecieron en más de un 17 por ciento y hoy los hoteles de la capital están todos en overbooking, al igual que las habitaciones en casas privadas.

Cuba tiene hoy unas 64 000 habitaciones hoteleras -no todas listas para ser utilizadas- y más de 23 000 habitaciones en renta privada. Ambas cifras están concentradas en determinados polos y ciudades. En la Habana existen una 12 000 habitaciones en hoteles y alrededor de 9 000 habitaciones en renta privada. De estas últimas cerca de la mitad se renta en CUC.

El crecimiento de los arribos el año pasado hizo que la oferta de habitaciones haya sido prácticamente insuficiente. También tuvo un efecto sobre los precios y hoy en algunos hoteles de la capital esos precios han crecido de forma significativa. Lo mismo ha ocurrido en el sector privado, en especial en territorios como la Habana Vieja, Miramar, Vedado y, fuera de La Habana, en localidades como Viñales y Trinidad.

Los efectos no se han hecho esperar. Si caminamos por la calle Prado veremos una actividad constructiva inusitada. En San Lázaro y Prado un nuevo hotel comienza a asomar. U un par de cuadras más arriba, el hotel Packard empieza a hacerse notar, frente al Parque Central, el hotel Manzana, posiblemente el primer seis estrellas de Cuba (en la conocida Manzana de Gómez) promete, junto a la reparación del Capitolio, el Gran Teatro de la Habana, y el Hotel Saratoga, revalorizar toda la zona.

Pero los impactos en el sector privado son también significativos. Una parte importante de todos los créditos que entrega hoy el sector bancario nacional tienen como destino la reconstrucción y modernización de viviendas, la finalidad de una parte de ellas es o la venta o la renta privada. Ello significa mejoras, no solo en la capacidad adquisitiva de una parte de los cubanos, sino también, en el empleo, en los barrios y hasta en las maneras de hacer.

Si juntamos las tres, las ponemos en una batidora y le agregamos un poco de flexibilidad e imaginación, estoy seguro que las sinergias que se producirían sobrepasarían las suma de las tres por separado. ¿Cuánto significaría en ingresos? No puedo calcularlo, pero seguro tendrá peso.

Un tiempo atrás, la sostenida afirmación de que el bloqueo constituía el más fuerte obstáculo externo para el desarrollo del país era a veces cuestionada por diferentes sectores dentro y fuera de Cuba. Sin embargo, lo que ha ocurrido desde el 17 de diciembre de 2014 parece probar la razón de aquella afirmación. De ocurrir la aprobación de medidas parecidas a las  mencionadas hace poco por el despacho de Reuters, pocos se atreverían a negar las razones que durante tanto tiempo se han dado desde Cuba.

Bien manejadas, todas las posibilidades que abrirían las nuevas medidas de Obama pudieran tener un fuerte impacto en el sistema productivo cubano. También pudieran contribuir a mejorar la equidad, si con nuestras políticas logramos que una parte de esos ingresos lleguen, vía impuestos, a la mayoría de la población del país, ahora que las localidades pueden disponer de un por ciento de los ingresos captados por estas formas productivas y de servicios.

¿Cuánto más en términos de ingresos puede significar tomar el impulso de la flexibilización y usarlo como palanca para nuestro desarrollo? Tampoco tengo una cifra, porque hay efectos  intangibles de difícil estimación.

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