Aventura en la ciudad de las motos

Motos en Santiago de Cuba

A Santiago de Cuba le va saliendo otro sobrenombre, además de los ganados por la historia, o por las montañas, o por el calor, o por los carnavales. Ya algunos la llaman “La ciudad de las motos”.

Mientras en La Habana circula el museo rodante de los autos de alquiler de los años cincuenta; en la urbe oriental puedes pensar que, en cualquier momento,  bajarán la bandera a cuadros de una pista de carreras.

Hay motos de cualquier rincón del archipiélago, de cualquier marca y sobre todo, están en cualquier parte.
No recuerdo cuándo llegó semejante bandada en dos ruedas. Acaso a finales de los noventa —tras la lenta recuperación del colapso económico de la caída del campo socialista―, pero tal  afluencia no se ha detenido jamás.

Este es el municipio más poblado del país, extendido más allá de sus calles fundacionales en urbanizaciones, repartos, poblados  y sitios periféricos. El transporte público ―ómnibus o camionetas— no alcanza para el traslado de la población santiaguera. De taxis ni hablemos.

A las motos de alquiler se les reconoce porque siempre habrá un casco extra colgando del timón. Y una vez que lo tomes, podrás embutirte lo mismo en un modelo reluciente, que en otro lleno de parches, sujeto por obra de milagro y con poliespuma o una jabita de nylon por relleno. Esas jabitas son el sumum de la polifuncionalidad.

Trasladarse en moto en Santiago de Cuba, no es cualquier cosa. No importa si vas a tu trabajo, a una cita amorosa, a un hospital; si llevas contigo una mochila o un saco. Se trata de un viaje personalizado: van al destino que elijas, se mueven a cualquier hora, sin temor por aglomeraciones, baches o desvíos.

Se trata de una relación de oferta y demanda, diez pesos en moneda nacional es el saldo regular, siempre que se muevan en el centro; pero si mencionas lugares más alejados, el histrionismo se dispara: pueden ponerse cariacontecidos, cejijuntos, revolverse en sus asientos… hasta que aparece la cifra indicada.

Lo curioso del caso es que todo parecía hacerse “por la izquierda”. Solo en fecha reciente apareció el carácter legal, con el otorgamiento de “licencias de operación del transporte a todos aquellos que trasladen viajeros en motos… de manera excepcional, con carácter obligatorio y experimental (renovable cada año)”

¿Motoristas o personajes?

Los motoristas son tantas veces personajes. Muchachones de short y chancletas, de pantalón largo y zapatos Adidas, con mangas o desmangados, con músculos que parecen reventar la tela; pero también los encontrarás veteranos, de carnes abundantes y más sosegados.

Pueden ser los dueños de las motos quienes las manejan, o son arrendadas a un familiar o un amigo, mas eso poco importa. Tampoco importa si eres una criollita de Wilson, un estudiante o un caballero en vías de jubilación.  Simplemente te montas y le dices a dónde ir.

Algunos se saben todas las direcciones: las de la bahía y la de las montañas, las de los repartos y la de cualquier callejón, los kilómetros de las autopistas y las arterias reconocidas. A otros tendrás que indicárselos, pero en cualquier caso buscarán una solución para dejarte justo donde quieres.

No dude en una llamada de atención para retomar una velocidad razonable, si alguno se desmanda. Si llueve, te buscarán cobija. Y los verás otra vez dueños de las calles, en cuanto escampe.

Así podrás vivir una aventura, un road movie, quién  sabe si toda una película, cuyo inicio está en tus manos; en una moto que llega a tus pies, en Santiago de Cuba.

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