Cuentapropistas clandestinos

Cine 3D en La Habana

Los cines 3D fueron prohibidos sin que mediara ninguna explicación lógica y gran parte de ellos siguieron funcionando en la clandestinidad / Foto: Raquel Pérez.

La prohibición de los cines 3D y de las tiendas de venta de ropa ha estado entre las medidas más impopulares tomadas por el gobierno porque encareció la vestimenta de los cubanos y eliminó la única diversión en los barrios. Sin embargo, en la mayor parte de los casos el efecto ha sido puramente formal, los negocios siguen funcionando en la clandestinidad, sin pagar licencia ni impuestos. A Fondo accedió a los cuentapropistas clandestinos.

 

“Es verdad que vamos a un cine 3D pero no se le puede decir a nadie porque entonces el gobierno lo cierra y los niños del reparto nos quedamos sin la única diversión que tenemos”, me confiesa una cubanita de 10 años.

Todos en el barrio, desde los más pequeños hasta los miembros del Partido, saben dónde está el cine y conocen que estos fueron prohibidos por un decreto fulminante el pasado año. Sin embargo, como en la obra Fuente Ovejuna, ningún vecino denuncia a los culpables.

Los miembros del Comité de Defensa miran para otro lado porque, además, “los dueños del cine son gente revolucionaria que no hace mal a nadie”. Mientras, los niños son enseñados a mentir, entrenados en el arte de la simulación, una lección que seguramente no olvidarán.

Y efectivamente los propietarios del 3D son gente simpatizante de la Revolución, incluso uno de ellos trabaja en el gobierno nacional. Cuando ya saben que sabemos aceptan, resignados, conversar con nosotros sin cámaras ni micrófonos.

Nos dicen que ellos no hacen mal a nadie pasando películas para los vecinos, están en contra de la prohibición y aseguran que si esta se levantara volverían a pedir licencia y a pagar impuestos para “estar dentro de la ley y vivir sin miedo”.

La inversión fue grande para una familia que evidentemente no cuenta con muchos recursos económicos. Fueron más de 2000 dólares para acondicionar una habitación, comprar un televisor 3D, decenas de películas, aire acondicionado y los lentes.

Las películas se las envían familiares desde Francia e Italia, la entrada cuesta 1 CUC, incluye un paquetico de rositas de maíz y la capacidad es de unas 7 personas, por lo que la recuperación del capital es muy lenta.

“Aunque no nos guste hacer cosas ilegales no nos han dejado más remedio porque el dinero invertido era todo nuestro capital”, me dicen. El miedo se les va pasando y me piden que lo escriba todo para que “la dirección del país sepa lo que pensamos los revolucionarios”.

Zara en las catacumbas

Tiendas particulares de ropa en La Habana
Las tiendas de ropa sobreviven a la prohibición escondidas en el último cuarto de la casa y con el apoyo de los vecinos que saben y callan / Foto: Raquel Pérez.

Junto a la prohibición de los cines 3D llegó la de venta de ropa de contrabando. Tras la apertura del trabajo por cuenta propia, La Habana se había llenado de tiendecitas donde se vendía mercancía traída de Ecuador, Miami, Panamá, Belice, España y hasta de Rusia.

El 1 de enero del 2014 desaparecieron todas… de la vista. Pasaron a la clandestinidad, trasladándose del portal al último cuarto de la casa. Publicidad no les hace falta, “Radio Bemba” traslada la información de cubano a cubana con la mayor rapidez.

Así llegamos a una tienda que vende ropa y zapatos de Zara, Bershka y Mango. Nos presentamos como compradores y tuvimos que esperar en el balcón a que salieran otros clientes. Abre de 1.00 PM a 7.00 PM y permanentemente hay personas comprando.

Tiendas particulares de ropa en La Habana
Encontrar modelitos de Zara o Mango es común aunque la mayoría de las tiendas venden ropa de menor calidad traída de Ecuador o Panamá / Foto: Raquel Pérez.

La ropa está en uno de los dormitorios del apartamento, hay que atravesar la sala, la cocina, pasar junto al baño para finalmente llegar a la tienda. La ropa está colgada en palos sostenidos entre dos sillas, otra doblada en estantes y los zapatos en el suelo.

Observo que la mercancía –vestidos, camisas, blusas, pantalones, faldas, shorts, trajes de baño, zapatos etc.- tiene aproximadamente los mismos precios que en España y me confirman que la traen desde allí, son prendas compradas durante las rebajas.

Las dependientes me cuentan que las ventas no han caído tras le prohibición y me aseguran que tampoco caerán ahora con las nuevas leyes de aduana, “tal vez haya que vender un poco más caro porque los que la traen deberán pagar a más gente para pasarla”.

Me dicen que aun si se vieran obligadas a subir los precios “seguiríamos ofreciendo mejor ropa que las tiendas del Estado y eso la gente lo sabe”. Ciertamente, todas estas marcas son muy conocidas aunque todas sus boutiques en Cuba estén en las catacumbas.

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