David y los museos

David. Foto: J. J. Miranda.

David. Foto: J. J. Miranda.

“Mis clientes más importantes han sido Beyonce y Jay Z . Cuatro horas con ellos, hasta la Marina, por La Habana Vieja y después al Cohiba. Los dos iban delante conmigo; atrás los guardaespaldas, que no te hacen sentir raro, son seres humanos como nosotros”, me cuenta David.

Lleva cuatro años manejando un Chevrolet convertible del 49´, esa nave azul que se mueve con una licencia especial de chofer, un pago a la ONAT y un poco de suerte.

Ofrece a los turistas recorridos por “las tres Habanas”: la vieja, la nueva y la más moderna. Él les muestra un mapa de la ciudad plasticado. Ellos elegirán qué Habana quieren conocer.

“Todo el tiempo ando bajo nuestro querido Sol tropical, con sombrero y gafas”. Domina el inglés y se entiende con lenguas romance: portugués, italiano, francés… Oficialmente cobra 35 CUC por hora, ingreso que cubre sus gastos de combustible y mantenimiento, y alguna ganancia.

David dice que para mantener su carro “hay que ser un mago”. Él mismo asume los arreglos mecánicos “y todo lo demás”.

“Estos autos son como Rosita Fornés, viejos pero lindos. En los 50, los carros del año a veces rodaban primero en Cuba que en el propio Estados Unidos, pero ya estos son muy antiguos y difíciles de conservar”, se lamenta.

“Además –dice– como en todos los negocios existen sus parásitos, los llamados buquenques, estos personajes que se aprovechan y sirven de intermediarios, exigen comisiones y cobran un por ciento alto por cada carrera. Deberían desaparecer”.

“Al mediodía no hay tantos clientes, el parqueo a un lado del Payret permanece más bien tranquilo en esta época; pero en temporada alta –noviembre, diciembre…– los turistas se fajan por los carros”, compensa.

“Nosotros trabajamos ‘hasta que se seque el malecón’. El dueño del carro me controla los recorridos, todo lo que hago lo deposito y al final de cada semana me paga. Hay muchos dueños de carros que también manejan. Esos salen mejor, por supuesto, todo es para ellos”.

En una ciudad que está de moda, David ha movido a celebridades de la música o el cine, y trabajado en la producción de varias series.

“Estuve en House of Lies con Helen Hunt y Don Cheadle. Me propusieron participar en la mega producción de Rápido y Furioso pero no me daba negocio. Te lo digo porque sé lo que es eso, con otras productoras la cosa ha sido diferente”.

Su trabajo depende mucho de la buena fortuna. “En general se disfruta porque se conoce gente nueva a diario, aunque siempre hay alguna pregunta fuera de lugar, como dónde vive el presidente y cosas así…”, cuenta.

Le gusta el turismo estadounidense –si bien no llegaron a Cuba como turistas. “Fueron los que inventaron la propina, no andan en el regateo de los chinos o los franceses. Les gusta hablar de cosas inteligentes”.

Al timón de su Chevrolet, un museo rodante, David le saca provecho a una ciudad como si fuera también un museo; un museo viviente.

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