Diplomacia en el mar

Foto: Roberto Ruiz

Foto: Roberto Ruiz

El pasado 20 de mayo, al filo de un mediodía muy caliente, casi un centenar de estadounidenses desde sus embarcaciones izaron velas y pusieron juntas a la bandera de barras y la de la estrella solitaria. Rozando el Malecón habanero se despidieron de los habaneros con sus manos levantadas.

“Creo que también se podrá hablar de la diplomacia de la náutica” dice el alcalde de Key West, Craig Cates, republicano, defensor de estrechar relaciones económicas y culturales entre su comunidad y la isla.

Cates se enroló en esta aventura de la renacida regata Cayo Hueso-La Habana, o Havana Challenge como mejor se le conoce a este certamen en el sur floridano,  suspendida durante 15 años por sanciones decretadas durane la administración de George W.Bush.

Casi una veintena de botes norteños, los 14 de apoyo y los cuatro catamaranes competidores, se asomaron al horizonte. Como una película en cámara lenta transitaron sobre las aguas intranquilas del litoral norte. Partieron de la Marina Hemingway, al oeste, luego de revisada la maniobra por venir. Como telón de fondo, en la escena marina, una plataforma petrolera.

Transeúntes conocedores del acontecimiento se enciman al legendario muro. A otros los sorprende el acontecimiento y preguntan qué sucede. Todos son testigos de un día para congelar en la memoria.”¡Yo lo que quiero es una novia en Miami”!, exclama a todo pecho un mulato fornido que pasa por la acera.

“No me acuerdo la última vez que haya visto una embarcación con bandera americana paseando por el malecón” comenta un granizadero mientras raspa hielo, y deposita los trocitos en un pequeño vaso que rocía con un líquido amarillo que asegura es extracto de piña.”Valía dos pesos y ahora me lo sube a tres”, alguien susurra la queja que nadie oye. Debajo del muro, sobre los arrecifes, las huellas de las madrugadas maleconeras . Unos pescadores que “luchan” para la venta o la subsistencia, lo mismo da, también disfrutan el espectáculo.

Las exhibiciones de las banderas del Tío Sam están dejando de ser “extrañas”. Pronto se verá una prominente en la Oficina de la Sección de Intereses de los Estados Unidos cuando se transforme en embajada; igual ondeará la cubana en la legación de Washington.

Las naves de la “reconciliación” cruzan ante el edificio de la Oficina de Intereses de los Estados Unidos, que quizás muy pronto sea embajada; deján atrás la plaza de la Tribuna Antimperialista, del Monumento a las víctimas de la explosión del buque Maine, del que se rumorea una próxima restauración.

Desde los jardines del hotel Nacional unos turistas toman fotos a la expedición, donde mismo estuvieron emplazadas las legendarias “cuatro bocas” listas para derribar aviones estadounidenses durante la Crisis de los Misiles en 1962.

Reunidos todos los veleros  a la entrada del puerto, y atendiendo las orientaciones de los prácticos cubanos conocedores de la zona, a las 12.05 pm comienza la parada náutica. El agradecimiento de los visitantes por la acogida. La céntrica avenida adornada por banderolas de la Bienal de La Habana agregan más color a la despedida.

El cielo fue surcado por un paramotor pintado con el lábaro patrio. El piloto, con una bandera estadounidense en una mano, cargó con los litros de combustible necesarios para mantenerse cerca de una hora en el aire. “Creo que hay planes de hacer un viaje desde Cayo Hueso en ellos”, revela a OnCuba una fuente del club cubano de paracaidismo.

Vuelven  a la Marina Hemingway con las dos goletas, réplicas del siglo XVIII a la cabeza. Sin piratas.

El trayecto, el mismo de la competencia de la mañana anterior, una regata copada por los cubanos en sus tres primeros lugares, miembros de la selección nacional. Los más destacados por los visitantes, George Bellenger –ganador del segmento desde Cayo Hueso- y Joe Weatherby, ambos concursantes de la versión del año 2000. Pero el resultado es lo menos importante.

A la Havana Challenge, seguirá en horas el arribo de una flotilla para coordinar la regata desde Sarasota con 100 embarcaciones en 2016, y luego este 25 de mayo una nueva edición del torneo internacional de la pesca de la aguja con el nombre del escritor estadounidense Premio Nobel de Literatura, para el que se han inscritos más de 10 embarcaciones del vecino país. Al decir de los organizadores cubanos de los encuentros náuticos el interés por participar en Cuba tras el cambio de política decretado por Barack Obama ha sido creciente.

Por lo pronto y por  primera vez en 50 años Washington dio su autorización oficial a una regata de veleros para su travesía desde Cayo Hueso a la isla. La versión anterior, en el 2000, se había realizado pero sin el visto bueno de la administración norteamericana lo que supuso las imaginadas peripecias y riesgos de sanciones para los participantes.

El comodoro del club internacional Jose Miguel Díaz Escrich pondera  los lazos “muy fuertes” entre Cayo Hueso y Cuba, y la inédita presencia del alcalde Cates en el evento deportivo como “contribución al clima de distensión”.

Así que parece justificado el brindis que captan las lentes de las cámaras.

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