Hacer Habanos

“Yo siempre tengo a Cuba en mis labios”, decía sarcásticamente Winston Churchill, en referencia a su predilección por los habanos cubanos. Como él, otras relevantes figuras de talla universal han gustado del humo que desprende ese singular cigarro, propiedad de esta isla ducha en la torcedura.

El proceso comienza con el viaje de las hojas desde las vegas más verdes y selectas (generalmente Pinar del Río) hasta las tabaquerías. Allí, manos expertas juntan la cosecha, ahora “teñida” con disímiles tonos carmelita, con el auxilio de chavetas, tableros, guillotinas y goma vegetal. En un proceso mayormente artesanal, los puros más reconocidos mundialmente van tomando forma.

Una vez conformado el habano, se vela por que tenga el tamaño, figura y grosor adecuados para la marca; una selección sumamente rigurosa. Tras este paso, quedan en reposo por varias semanas en condiciones ambientales controladas.

Luego se procede a la colocación del anillo que los identifica como Cohíba, Romeo y Julieta, Montecristo, Partagás, entre muchas otras marcas. Ordenados con precisión milimétrica en cajas de cedro viajarán por todo el orbe para propagar ese aroma fuerte, elegante y tradicional de los puros cubanos.

 

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