Innovar y emprender: más allá de la consigna

Obra del artista plástico Abel Barroso

Obra del artista plástico Abel Barroso

La innovación y el emprendimiento son ingredientes decisivos en las aspiraciones de desarrollo de Cuba.

La innovación fue un elemento principal para que las industrias cubanas se mantuvieran produciendo a inicios de la década de 1960, cuando los gobiernos norteamericanos prohibieron la venta de partes y piezas a Cuba, acción que luego fue robustecida con el bloqueo.

Innovar ha sido también parte esencial de la capacidad de sobreviviencia de la familia cubana y de ese cubano que todos lo días camina por nuestras calles sin saber que él es —en parte por genética y en parte por capacidades adquiridas en todos estos años de instrucción gratuita—, un innovador.

La necesidad también ha aportado lo suyo. ¿Cuántos nuevos artefactos se hicieron a partir de una lavadora rusa Aurika? Aquí van algunos: ventiladores, podadoras de césped y hasta máquinas para hacer helados “frozen”. De hecho, los cubanos convirtieron la lavadora rusa, en una especie de tecnología flexible, adaptable a muchos propósitos, casi cercana al grafeno, ese nuevo material, tan resistente como el diamante y tan flexible como el acero.

Esos tres vórtices dentro de los cuales vivimos —la necesidad, la instrucción adquirida y la genética—, han propiciado nuestra susceptibilidad a la innovación.

Pero como en la pelota, donde nuestra capacidad para producir buenos peloteros es innegable y, a pesar de ello, no logramos los lugares deseados en los campeonatos internacionales; también aquí, en este asunto de la innovación nos pasa lo mismo como país.

Nuestros arreglos institucionales no permiten aprovechar la capacidad creada, ni desde las empresas estatales, limitadas  por regulaciones que les restan autonomía e independencia a pesar de los esfuerzos por “actualizar el sistema empresarial estatal”, ni tampoco desde la iniciativa innovadora individual.

Desde la perspectiva macroeconómica, Cuba sigue siendo un país con una concentración muy alta de sus exportaciones de bienes en productos primarios o de industrialización primaria.

Es cierto que tenemos productos biotecnológicos y farmacéuticos que ocupan un lugar importante en la exportación, pero también es cierto que constituyen, lamentablemente, un segmento reducido dentro de nuestro sistema industrial.

Además, no se distinguen nuestras empresas por tener una tasa de colocación de nuevos productos y nuevos servicios en el mercado internacional que las distinga. Las razones merecen más de un seminario científico.

Dentro de la cartera de exportaciones cubanas de igual manera se cuentan los servicios médicos, principal ingreso de nuestro país, pero la modalidad utilizada (enviar los profesionales a otros países) no permite fuertes encadenamientos con la economía interna. Mientras, se desaprovechan las significativas oportunidades de desarrollar un turismo de salud en Cuba, con nuestros médicos y enfermeros, en nuestras instalaciones, aprovechando las ventajas de tener un sistema de salud que cubre todo el país, y segmentos dentro del mismo donde tenemos servicios competitivos en calidad y precio. Conozco que se intenta hoy, pero todavía nos falta un trecho.

Por esas limitaciones la economía nacional tiene que transformarse y tiene que ser una sola, que funcione con instituciones (reglas, regulaciones, etc.) que generen incentivos para aprovechar la creatividad de todos los agentes económicos del país, de todos.

Sin innovación no tendremos una economía realmente productiva. Sin competencia no lograremos desplegar todas las capacidades de innovación del país. Sin las instituciones adecuadas, la competencia no podrá incentivar la innovación. Sin personas incentivadas quedaremos lejos de los propósitos de desarrollo.

Asistí a inicios de abril de 2016 a un evento extraordinario. Tenía que ver con estimular la capacidad de emprender de los jóvenes. Claudia Paredes y David Darias fueron los organizadores, ambos profesores de la Universidad de La Habana. Le pedí a Darias que me enviara unas notas del encuentro. Ahora dejaré que él les cuente una historia edificante y actual, que relacionada con incentivar la innovación. Esto ocurrió en los portales de la Facultad de Matemática y Computación:

“El lunes 4 de abril inició un evento con 20 estudiantes voluntarios de Matemática y de Ciencia de la Computación. Durante las primeras horas, los estudiantes plantearon problemas de la sociedad cubana aún por resolver. Entre las 18 ideas planteadas aparecieron proyectos enfocados en resolver el problema del transporte público, organizadores automáticos del contenido del Paquete Semanal, aplicaciones para la optimización de rutas de múltiples entregas de productos, equipos electrónicos para automatizar el hogar, regular la entrada de agua, el consumo eléctrico y otros.

La siguiente tarea fue votar por los cuatro proyectos que serían desarrollados en los siguientes tres días. Estos fueron los “ganadores”:

iLiked: comparte tu experiencia

Cuando decides llevar a tu pareja a comer y no sabes a dónde ir, te encuentras en la  situación de escoger un restaurante del que probablemente no tienes referencias. iLiked (como la ya existente AlaMesa) sería el portal online que permita a sus usuarios emitir criterios sobre los lugares y servicios que hayan consumido, para que el resto de los usuarios  puedan tomar una decisión informada. Además, brindaría un espacio de publicidad a los negocios nacientes en La  Habana.

Cuber: para moverse en Cuba

Con nombre parecido a la aplicación UBER, Cuber intenta resolver el  problema de transporte con una propuesta que optimice el uso de taxis en La Habana. Si tienes un smartphone, puedes  instalar una aplicación completamente gratis que te permite solicitar un taxi una vez que hayas especificado tu posición. Al instante deberás recibir una notificación del taxista que te va a recoger. Para funcionar podría hacerse sobre plataforma de mensajes SMS y correo Nauta, nada de WiFi y con mapas offline tomados de Open Street Maps.

Pincha-Aquí: Tu trabajo a un  click!

Inspirados en su propia experiencia de estudiantes en busca de una fuente de ingresos que les permita cubrir sus gastos básicos, decidieron crear un sitio web que publique las ofertas de empleo actuales, de los negocios de La Habana, con el objetivo de ayudar a las personas a encontrar trabajo.

EnCubando: Haz que tu idea salga del  huevo

En muchos casos, cuando decides desarrollar tu idea, te das cuenta de que necesitas ayuda, ya sea porque tienes que descargar un libro de Internet o porque necesitas un cable para conectarte a la red. Basados en este problema, crearon una comunidad online que permite a las personas publicar el proyecto en el que están trabajando y pedir ayuda, ya sea con materiales de trabajo o consejos incluyendo un sistema de bonificación para incentivar la ayuda.

En solo tres días de trabajo, los equipos lograron implementar un producto mínimo viable para cada idea, adquirieron un grupo de usuarios y clientes  potenciales que fueron capaces de probar el sistema implementado durante una feria de clausura realizada en la facultad. Finalmente presentaron su modelo de negocio frente a un grupo de jueces, que otorgaron una Mención Honorable a Encubando y un Primer Premio a Cuber.

“Nosotros sabíamos que nuestros estudiantes tenían los conocimientos para emprender cualquier idea, pero quedamos sorprendidos con el entusiasmo y la calidad de los productos resultantes en tan corto  tiempo”, concluye en su exposición el profesor Darias.

Esta es la historia. Debo decir que no es el único de los esfuerzos para impulsar la innovación realizados desde la universidad habanera. Han existido otros más formalizados de los cuales también un día hablaremos.

Ahora vayamos al post-evento: ¿Cómo convertir una buena idea en un buen negocio, con la celeridad que el mercado exige, en una economía que está necesitada de innumerables servicios de este tipo y también de otros de otro tipo? ¿Cómo lograr que esos jóvenes emprendedores avancen, hagan sus propias empresas, desarrollen sus propios productos, establezcan alianzas con otras empresas nacionales y extranjeras, contribuyan a entrenar a otros jóvenes a partir de sus propias experiencias? ¿Cómo evitar que se frustren y terminen emigrando, o entregando sus conocimientos a alguna empresa estatal que quizás no entienda o no pueda aprovechar el potencial real, o que la idea termine en los activos de una empresa extranjera y su autor, un joven cubano se vea esquilmado por un exitoso empresario extranjero, por esa combinación terrible de ser algo así como “nowhere man en nowhere land”? ¿Cómo?

Si buscamos en los doscientos y tantos “empleos por cuenta propia” nominalizados no encontraremos ninguno en los que estas actividades “encajen” legalmente.  Ni dentro de las ¿nuevas? cooperativas no agropecuarias. Tampoco encontraremos ningún fondo creado por nuestro sistema bancario o por algún tipo de entidad financiera que facilite ese capital semilla, de mucho riesgo ciertamente, para este tipo de emprendimiento.

Para que una economía funcione eficientemente hace falta una multitud de ingredientes. Desde un diseño institucional adecuado hasta un “tejido empresarial” que llene cada uno de los espacios o nichos que esa economía necesita. También es cierto que no toda buena idea se convierte en una oportunidad, y que solo algunas oportunidades llegan a ser buenos negocios. Pero resulta imprescindible para un país en la situación de Cuba, tener listas todas las condiciones para que esos buenos negocios fragüen, crezcan y contribuyan a la prosperidad de cada uno y de todos.

Durante mucho tiempo el tejido empresarial en Cuba estuvo constituido casi en su totalidad por empresas que eran, y aún hoy son, propiedad del Estado.

El sector estatal es decisivo y seguirá siéndolo. Ese sector emplea alrededor del 70 por ciento de la población trabajadora del país y que su participación en el PIB es más del 80 por ciento. Además concentra potencialidades que bien empleadas podrían impactar en todo el país.

El bienestar de Cuba depende decisivamente, aunque no exclusivamente, de ese gran sector en términos de producto y de empleo. Pero el país es más y tiene que ser más que el gran sector estatal.

Es cierto que el sector no estatal contribuye en una proporción menor (no tengo cifras oficiales que documenten cuanto, el 10%, el 15%) aunque si entendemos como parte de ese sector no estatal a los campesinos y cooperativistas agropecuarios entonces el significado de las cifras cambian.

Pero también es parte de nuestra historia, de esa que tampoco debemos olvidar, que por años las actividades “por cuenta propia” estuvieron prohibidas, codificadas de ilegales y declaradas enemigas de nuestras aspiraciones de desarrollo (de 1968 a 1978), admitidas legalmente, pero constreñidas a un grupo de oficios, desprovistas de un marco legal adecuado y “estigmatizadas ideológicamente” (desde 1978 hasta el 2011). Solo con el actual proceso de transformaciones es que el sector no estatal ha sido admitido como parte funcional de nuestra economía, des-estigmatizado ideológicamente y concebido también como actor dentro de los esfuerzos en pos del desarrollo, aun cuando en este sentido quede mucho por hacer.

Ser testigo del ejercicio que hicieron los profesores y alumnos de la Facultad de Matemáticas de la Universidad de la Habana, hizo surgir en mi aquellas preguntas que en este texto les compartí. Pero también me llenó de esperanza y de orgullo y me recordó esa frase tremenda de Julio Antonio: “todo tiempo futuro tiene que ser mejor”.

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