¿Qué fue de los refrigeradores que fabricaría Inpud?

La Inpud trabaja a media máquina a pesar de que sus producciones tendrían mercado seguro dentro de la Isla; y de que serían competitivas.

Foto: Kaloian.

Tres años después del anuncio de que Cuba reiniciaría la fabricación a gran escala de refrigeradores, la empresa encargada del programa depende de “producciones secundarias y soluciones internas [… para dar] protección salarial y evitar las interrupciones laborales”.

Así se describió la realidad de la Industria Nacional Productora de Utensilios Domésticos (Inpud) durante un pleno del sindicato de Industrias organizado en noviembre de 2022 en Villa Clara.

En febrero de 2023, el presidente Díaz-Canel encontró un panorama similar al visitar la planta junto a los candidatos a diputados por el municipio Santa Clara. Ese día una empleada le dijo: “Yo pienso que es un reclamo de los trabajadores que la escala salarial se revise. Es baja. Y nos vemos en desventaja, y esa desventaja se ve más a la hora de enfrentar la vida diaria”. La escala de pagos de la Inpud había sido calculada para un contexto de plena producción.

“No made” in Cuba

El proyecto de 2020 buscaba poner a Inpud en condiciones de producir unos 16 mil refrigeradores por año en una primera etapa. La idea era alcanzar los 24 mil cuando funcionara a plena capacidad. 

Los primeros equipos debían salir de la línea de ensamblaje en mayo de ese año, en paralelo con las primeras ollas arroceras y multipropósito de un lote de más de 40 mil convenidas para su montaje anual en Cuba. Según Granma, la industria santaclareña volvería además a producir cocinas a gas, ventiladores y otros dispositivos eléctricos, en lo que se anticipaba como una suerte de refundación.

En julio de 1964, al inaugurar la Inpud, Ernesto Che Guevara estimó que podrían fabricarse allí hasta 40 mil refrigeradores y 100 mil ollas de presión por año.

Tal vez esas cifras nunca se alcanzaron, pero sin dudas la planta estampó su marca en cientos de miles de equipos a lo largo de su período de mayor actividad, hasta comienzos de los 90. Prácticamente todas las familias cubanas utilizaron algún equipo Inpud. Sus refrigeradores se contaban entre los estímulos más valiosos a que podían aspirar los trabajadores.

Luego de la desaparición del Campo Socialista y de la pérdida de sus proveedores históricos, la industria santaclareña consiguió mantenerse en operaciones. Los modelos asiáticos pasaron a ser el patrón de los nuevos electrodomésticos y se ensayaron negocios con socios extranjeros, aunque no fue posible asegurar una fuente de divisas estable.

El optimismo se disipa

El dilema de la Inpud se repite entre la mayoría de las empresas estatales cubanas: las importaciones de insumos solo pueden pagarse con divisas que, en teoría, deberían obtenerse mediante la venta de los artículos elaborados con esos propios insumos. Pero las empresas siguen sin recibir directamente la moneda convertible generada por sus producciones y, por tanto, no logran cerrar el ciclo económico de sus negocios.

Tras la paralización forzada por la pandemia, la nueva línea de refrigeradores de la Inpud comenzó a funcionar en 2021. De acuerdo con la Oficina Nacional de Estadística e Información (Onei), ese año se fabricaron en Cuba 14 869 “equipos industriales de aire acondicionado y refrigeración”, casi veintisiete veces la producción de 2018, cuando se había completado el mejor balance del último lustro.

Del dato se desprenden tres observaciones. La primera, que la Inpud es la única planta dedicada a ese tipo de manufactura en Cuba. La segunda, que la denominación de “equipos industriales” puede no ser del todo acertada: los reportes de prensa sobre el tema solo muestran neveras y refrigeradores domésticos en las líneas de ensamblaje de la Inpud. Por fin, la tercera: todo indica que dentro de esa producción el número de refrigeradores y neveras fue muy superior al de los equipos de climatización.

El optimismo motivado por aquel primer año promisorio se disipó durante 2022, cuando la planta apenas ensambló 659 equipos. Probablemente por la falta de materias primas, según confirmó de manera indirecta la decisión de incluir la Inpud en un programa de financiamiento en divisas lanzado por el gobierno de Villa Clara en marzo. 

Bajo dicho esquema fue autorizada a comprar 700 mil dólares a 120 pesos, por debajo del precio del mercado informal. Esas divisas se destinarán a la importación de insumos con los cuales podrán ensamblar 12 940 ollas eléctricas y 7 500 ventiladores, según explicó el director provincial de Economía y Planificación, Miner Linares.

En principio, junto con la Inpud solo se beneficiaban del programa la empresa porcina, una textilera y dos pesqueras, con una “inyección” total de 2,6 millones de dólares, pero después se decidió implicar a Ciclos Minerva, otorgándole una asignación adicional de 700 mil dólares.

Las intermitencias en la producción de refrigeradores podrían explicarse tomando como referencia el caso de Ciclos Minerva, empresa que este año planificó una reducción del 80 % en su “generación efectiva, debido a las deudas con proveedores y la carencia de ingresos durante 2022”. 

Su plan de producción no cubre siquiera la mitad de la capacidad instalada, reconoció en marzo el director esa industria, Eliel Pérez. “La principal limitante consiste en generar el financiamiento suficiente para importar toda la materia prima necesaria y mantener activos los ciclos productivos”, detalló Pérez.

La página oficial de la Inpud, consultada para la elaboración de esta nota, no funciona. Tampoco se ha publicado contenido en ese y otros canales sobre las causas de su baja producción. 

En toda esta historia hay una premisa incuestionable: la Inpud trabaja a media máquina, a pesar de que sus producciones tendrían mercado seguro dentro de la Isla; y de que resultarían competitivas frente a las importadas. Si dividimos el dinero asignado a la compra de insumos (700 mil dólares) entre el número de equipos que piensan producir (12 940 ollas eléctricas y 7 500 ventiladores), aprobado para la planta un par de meses atrás, en cada olla eléctrica o ventilador ensamblados al amparo de ese esquema se invertirían insumos por un valor promedio de 34-35 dólares, amén de otros gastos apreciablemente menores (como el de mano de obra) y de la variabilidad en los costos de producción de ambos tipos de equipos.

Equipos similares a esos —importados— suelen comercializarse en el mercado en moneda libremente convertible (MLC) a precios mayores. Los de las ollas arroceras, por ejemplo, oscilan entre 45 y 55 dólares, y los de las multipropósito rara vez bajan de los 75 dólares. Importar insumos en lugar de artículos terminados no ocasiona pérdidas a la hora de vender sino todo lo contrario, con el beneficio añadido de potencialmente generar empleos y encadenamientos productivos entre distintas empresas cubanas.

Nada hace suponer que, en el caso de los refrigeradores, la relación de costo-beneficio sea diferente.

 

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